La fuente de la eterna juventud estaba en un panal

Jalil Saab H.

En pinturas rupestres se ha encontrado la evidencia de la domesticación de la abeja (Apis mellifera) desde hace milenios. Esos insectos han sido de gran interés para el hombre, tanto por su importancia económica como por su estructura social (Aristóteles, Plinio, Virgilio, Lanstrong, Dzierzon, Darwin, Mendel, etcétera).

Sabemos que entre reina y obrera no existen diferencias genéticas, sino desarrollos diferenciales debidos a la alimentación durante su estado larvario. La larva de la reina con

miel y
abejas
sume jalea real, que contiene tres veces más azúcares que la miel con que se nutre a las larvas obreras; la larva reina recibe mil 600 visitas para ser alimentada, las obreras sólo 150. Como resultado, la reina no sólo es de mayor talla, sino que además es fértil; la obrera no participa en la reproducción. Pero también existe gran diferencia con respecto a la longevidad: la obrera vive en promedio 40 días, la reina puede vivir más de dos años. Haciendo una analogía con la esperanza de vida humana (62 años) la reina viviría unos mil 200 años, pero no senil, sino activamente reproductiva (mil huevos diarios).

En una investigación doctoral realizada por Miguel Corona Villegas, bajo la tutoría del doctor Mario Zurita, del Instituto de Biotecnología de la UNAM, se realizó el primer análisis molecular de las diferencias de expresión genética que ocurren entre reinas y obreras durante el proceso de determinación de castas en abejas. Los genes analizados en ese estudio pueden ser utilizados como marcadores para una caracterización más específica del efecto que ejercen determinadas moléculas, tales como la hormona juvenil, en la regularización genética; a mayor cantidad de carbohidratos en la dieta, mayor secreción de hormona juvenil.

Los genes que participan en el metabolismo respiratorio, entre ellos citocromos c oxidasa (COX) y citocromo c (Cit-c), son mayormente expresados en las larvas de reina que en las obreras. El citocromo c, aceptor final de oxígeno en la cadena respiratoria, es expresado 100 veces más en la reina.

En forma simplificada, los fenómenos asociados a la longevidad tienen origen celular y mitocondrial. En ambos se presentan mutaciones del ADN que se relacionan con la vejez, en la cual existe una disminución gradual en la síntesis de proteínas citoplásmicas y mitocondriales y un decremento en la función respiratoria, debido a la generación de daños por estrés oxidativo.

A lo largo de la cadena respiratoria en las mitocondrias, además de generarse energía química necesaria para la sustentación de la célula, son producidos radicales libres o especies reactivas de oxígeno (EROs) indeseables. Se sabe que al envejecer un organismo, la actividad de los elementos de la cadena respiratoria disminuyen; la presencia de COX inhibe la generación de radicales libres y EROs. Se ha relacionado la deficiencia de COX con enfermedades neurodegenerativas tales como Alzheimer y la esquizofrenia.

Teniendo como modelo de longevidad a la abeja reina, se encontró que el gen IF-2mt (marcador en la síntesis de proteínas en mitocondrias), involucrado en la producción normal de proteínas, es más abundante en reinas que en obreras. La calidad y cantidad de ese gen decae con la vejez.

La hipótesis que se ofrece es que la abeja reina posee mayores niveles de la hormona juvenil, la cual tiene importante función en la estimulación respiratoria, cuyo efecto en el real insecto parece producir más ATP (productora de energía) con menor generación de radicales libres.

A nuestro humilde entender, la fuente de la eterna juventud, tan afanosamente buscada por Juan Ponce de León en los pantanos de la Florida, pudo haberla encontrado dentro un panal.

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