n Tres actos en la Tolsá


Presentaron un libro, apoyaron la consulta... y llovió

César Güemes n En punto de las cinco de la tarde del sábado sucedieron tres hechos simultáneos en la Plaza Tolsá: el Mastuerzo se arrancó con un sentido rocanrol en favor de la consulta zapatista; comenzó a lloviznar luego de una tarde nublada, y Germán Dehesa hizo su aparición en el segundo escenario del mismo sitio, portando una reglamentaria gorra de beisbolista.

Tal como estaban las cosas, no era posible presentar a la hora citada el espectáculo sobre El sol de Breda, la novela de Arturo Pérez-Reverte. Pero era necesario hacer algo mientras, porque al menos 200 personas estaban de este lado aguardando el inicio de las acciones. Y la lluvia llegaría más o menos en serio tarde o temprano.

Como afortunadamente los tiempos cambian, prevaleció el diálogo. El titular de Alfaguara en México, Sealtiel Alatriste, hizo el anuncio correspondiente, luego de conversar con los organizadores de la invitación a la consulta: estaba resuelto, Rita Guerrero, la siguiente al micrófono, ofrecía cantar sólo dos piezas a fin de que todas las personas ahí reunidas se enteraran sobre la consulta y disfrutaran del espectáculo literario-musical prometido.

Para aprovechar la espera, en total de 45 minutos, un lector interesado decidió solicitarle a Reverte que le firmara su ejemplar. Accedió el español y enseguida se formaron tantas como 50 personas, varios libros en mano, para lo mismo. El acto dio comienzo y terminó una hora después. Durante todo ese lapso el creador del capitán Alatriste no dejaría de dedicar ejemplares de sus obras más que en contados lapsos.

 

Los poetas nunca mueren

 

Dehesa aventó su gorra hacia la parte posterior del escenario en taurino gesto y se situó junto con su hija, Juana Inés y el guitarrista Antonio López, detrás de los correspondientes micrófonos. El escritor y periodista quiso dedicar la tarde a Jaime Sabines, ante el aplauso general. "Dos cosas nos deben consolar ųdijoų: que los políticos mueren definitivamente y los buenos poetas no se mueren nunca". Juana Inés lee fragmentos de la novela, Germán Dehesa da el contexto y Antonio López translada al respetable, entre los edificios que forman la Plaza Tolsá, al siglo XVII. Eso en la superficie, claro, porque metros más abajo el sonido del regular paso del Metro nos recuerda que casi en el XXI estamos.

Transcurre serena la oscurecida tarde entre poemas del siglo de oro español y la música de la misma época. Aunque a las 19 horas otros dos hechos suceden también simultáneos y cambian el estado de cosas: alguien corre la voz de que "ahí viene la camioneta", y los vendedores de papas, elotes, merengues y otros comestibles realizan una veloz maniobra de evasión que los esfuma en el aire en 25 segundos cerrados; Arturo Pérez-Reverte, a quien le dejan el micrófono a manera de cierre, agradece el espectáculo, explica que sus libros son en México de quien los lee, y ante la insistente llovizna ofrece concluir el acto en ese momento no sin desearle a los presentes que por el camino encuentren la suerte y los mejores libros posibles.

Firmará más ejemplares todavía. Es por ello que de cara a quienes lo leen en el país, señala que es triple el agradecimiento, primero por acudir a la cita, luego por esperar y finalmente por permanecer en el punto de encuentro ante las inclemencias del tiempo.

Y, entonces sí, comienza una lluvia suave.