n Ofrecen Jesusa Rodríguez y Ofelia Medina un espectáculo a zapatistas


El CCRI-CCRI anduvo en El Hábito

Mónica Mateos n Entre apagones, lluvia, la energía de niña traviesa de Ofelia Medina y el ácido humor, siempre a flor de lengua, de Jesusa Rodríguez, se dio la bienvenida en El Hábito a la delegación de Zapatistas que acudió a mecerse en la Hamaka Sutra de la Medina y a instalar la primera mesa de su consulta en Coyoacán.

A las once de la noche llegaron los encapuchados a ese territorio libre y clandestino, repleto de simpatizantes de su lucha, quienes los recibieron con la porra: "šZapata vive! šLa lucha sigue!" Apenas alumbrados con velas y un par de pequeños reflectores de emergencia, debido a la falta de energía eléctrica, dio inicio el espectáculo de la coordinadora del Fideicomiso por la Salud de los Niños Indígenas de México (Fisanim), convertida ahora en diablillo descarriado.

Y todos a reír con Ofelia, el sueño de un ángel parlanchín que se negó a dormir o a asustarse por la oscuridad. Al contrario, la penumbra fue aprovechada por la actriz para llenar de sueños lúbricos el balance de su hamaca.

Como negrita bailarina cantó aquello del chorrito que se hace chiquito y cuando grandote "debe traer su condoncito". En las canciones de esta infancia pícara de la Medina ya no aparecieron el rey de chocolate con nariz de cacahuate ni la araña que baila con maña, sino los personajes que hicieron delicioso el morbo y el sarcasmo: Bill y Monica Lengüisky, así como Fidel y el Ché, qué vara, cómo te extraña mi corazón".

Los recuerdos de esa chiquilla revoltosa se mezclaron con el humor, así fuera para cantar algo acerca de Tlatelolco y el azote que se dio a la chamacada, o de la muñeca fea, otrora conocida como la "pésima musa", una tal Margarita que quemó películas hace 20 años.

Ofelia, ya en pleno deschongue, se puso brinque que brinque, personificando al Ratón Ratero, con todo y sus orejotas, sin pistolas, pero que si dijo algo a solas: preguntó a los concurrentes "quién me pela la papa", y al revés.

Luego llegó la A (de amor), con sus dos patitas muy abiertas al bailar, le siguió la E (de EZLN), y luego la I (de imaginación), la que si comió, la O (de organización) y la final la U, como la hamaca donde te meciste tú.

Ni Mici-Fox se libró de tener una canción, antes de que el espectáculo concluyera con el caminito a la consulta. Cualquier semejanza con las canciones de un tal Gavilondo Soler es pura coincidencia, pues en El Habito, el único que anduvo ahí fue el CCRI-CCRI (Comité Clandestino Revolucionario Indígena).

Había pasado la primera media hora del 21 de marzo y, una vez concluidas las diabluras musicales de Ofelia Medina, la brigada Bataclán, encabezada por Jesusa Rodríguez, abrió simbólicamente la primera mesa en Coyoacán de la Consulta Nacional por el Reconocimiento de los Derechos de los Pueblos Indios y por el Fin de la Guerra de Exterminio.

La luz había vuelto, tan clara como la esperanza alojada en los ojos de esos encapuchados que en El Hábito, conversaron con los parroquianos, hasta el amanecer y por su amanecer, acerca de democracia, justicia y libertad.