"Lo siento, señor, pero aquí cerramos a las tres"; "no jodas, chaval", contestó
Marcos me infunde un respeto que me paraliza: Joaquín Sabina
Jaime Avilés n Toma uno. A la triste luz del alcohol que a todos nos brilla en la sangre, en el fondo de una gruta en tinieblas, rodeado de sombras que beben y fuman escuchándolo, Joaquín Sabina explica: "Marcos me infunde un respeto que me paraliza. El me ha enviado una carta llena de humor, verdad y duda. Sé que debo contestarle igual, con humor, verdad y duda. Pero hasta ahora no lo he conseguido... Esos versos no sabes el trabajo que me costaron. La música no la tengo aún. La canción no sé cuándo la grabaremos".
Toma 2
Ante un vaso de whisky, en un rincón de El Hijo del Cuervo, asediado por una guapísima que se lo quiere llevar al río, pero no lo logrará, Joaquín Sabina habla acerca de su canción dedicada al subcomandante Marcos --"En las buenas y en las malas/ Que no te alcancen las balas/ Que no te falte mujer, ni frijol, ni salud..."--, cuya letra dio a conocer a mediados de 1998 y que, según la prensa argentina, "saldría" a principios de esta inminente primavera.
--ƑCómo entraste en contacto con Marcos?
--No lo entiendo. Un día vino a verme un chico, amigo de no sé quién, y me soltó a quemarropa: "Joaquín, te traigo una carta del subcomandante Marcos". ƑA mí? Casi me voy de espaldas. Era una carta muy linda, muy divertida. Me decía que le dolía una muela y me pedía que musicalizara unos versos para conquistar a una mujer, mentira, para recobrar a una mujer... Me conmovió muchísimo.
--ƑQué le contestaste?
--Si no he contestado. Marcos me infunde un respeto que me paraliza. El me ha enviado una carta llena de humor, verdad y duda. Y sé que debo contestarle igual, con humor, verdad y duda. Pero hasta ahora no lo he conseguido.
--En julio, agosto del año pasado, cuando estabas trabajando con Fito Páez en Buenos Aires, acá en México se publicó la letra de una canción tuya para Marcos. Hay un verso que rima Sevilla con guerrilla.
--"Te lo dice un andaluz/ Que en Cancún como en Sevilla/ Escucha hablar de guerrilla/ Como quien oye llover" ųSabina canturrea. šOjo! šAtención al verbo canturrear!
--"Y en las buenas y en las malas/ Que no te alcancen las balas/ Ni te falte mujer, ni frijol, ni salud..." --digo a contracanto, sin canturrear. Y agrego--: ƑCuándo sale ese disco?
--Esos versos no sabes el trabajo que me costaron. La música no la tengo aún. La canción no sé cuándo la grabaremos, ni siquiera sé si la grabaremos. Ya son dos años y no estoy satisfecho... Es que me abruma.
--ƑDos años escribiendo un poema?
--Hay quien demora veinte.
--ƑNunca le contestaste a Marcos en forma directa?
--Yo, te imaginarás, no sabía qué hacer. Tenía la carta. ƑA dónde le escribo? Pero hice un pronunciamiento a su favor. En un concierto dije que el mundo necesita de gente que sea como Marcos, de mucha gente como él. Es algo que creo realmente. Pero lo gracioso, según me contaron, es que Marcos leyó esas declaraciones y dijo: "Hemos acabado con la carrera de un cantautor". La siguiente ocasión que vine acá, me avisaron que alguien quería darme otro mensaje de Marcos. A la hora convenida llamaron a la puerta, entró un chico muy serio. Qué tal, chaval, qué tal, tío. ƑCómo está el clima? Regular, nunca se sabe. Estuvimos hora y media hablando en lenguaje críptico. ƑSabes quién era? Un chico que quería un autógrafo. Luego se fue, llamaron a la puerta. Llegó el mensajero de Marcos. Me dijo que Marcos me invitaba a charlar.
--ƑY fuiste?
--Estábamos de gira.
Toma 3
Es la última hora de un fin de semana alcohólico, léase domingo a las 11:30 de la noche. Traigo encima la sombra de un amigo muerto, el penúltimo adiós de un amor desesperado y algunas otras hecatombes. Por capricho de una rubia que se incorporó a la fiesta no sé en qué momento de la borrachera, bajo de un largo automóvil negro en la plaza de Coyoacán y cruzo el portón de El Hijo del Cuervo.
--Joaquín Sabina está en el foro --me dice José Luis Flores, el capitán del bar.
La noticia, de pronto, me parece de lo más natural. Además, la rubia, su amigo y yo veníamos dentro del negro automóvil largo, cantando: "Cuando le dije que la pasión/ Por definición/ No puede durar/ Cómo iba yo a saber/ Que ella se iba a echar a llorar". Sabina estaba con nosotros en el tocacintas, pues, y José Luis Flores no es hombre de tomar el pelo. Así que respingo.
--ƑSabina está aquí? --dice la rubia, atónita. Y jalándome de un brazo agrega--: šYo te lo presento!
En efecto, en el rincón más oscuro de la sala, encorvado ante un vaso de Cutty Sark con agua y hielo, el gran poeta andaluz apachurra una colilla casi extinta entre dos dedos, y escucha la encíclica de un mexicanista que le habla del Quinto Sol, y no pone reparos cuando la rubia se sienta a su izquierda, y no voltea a verme cuando me instalo a la izquierda de ella, pero salta como tigre cuando un mesero deposita la cuenta sobre la mesa.
--Esto lo pago yo --dice, extrayendo con rapidez un flamante ejemplar del billete más grande que hay en México.
--Pero si nosotros no hemos bebido --miento con una voz de 40 grados Gay Lussac, y en seguida corrijo--: digo, no hemos bebido aquí...
--Pues venga --instruye Joaquín al mesero--, sirve lo que pidan mis amigos y ponme un trago más.
--Lo siento, señor. Pero cerramos a las tres... --replica el mesero, citando otro verso del poeta.
--No jodas, chaval. Y aviva, que mis amigos tienen sed.
Así arrancan los tiempos extra.
Sabina, ya nos enteraremos la rubia y yo, está en México de incógnito y no ha visto a nadie, ni siquiera a Félix Fernández, el portero del Celaya, que me ha hablado tanto de él, de sus noches con él en Garibaldi.
--O sea que andas unplugged --dice la rubia.
--ƑQué es eso?
--Desconectado, pues.
Días más adelante, otros coyotes de Coyoacán ratificarán que sí, que Joaquín Sabina fue visto comprando libros en El Parnaso, más flaco que su sombra, con una chamarra negra, el pelo muy corto, rápido al caminar, discreto y desapercibido.
A pesar de su aislamiento, ha leído los diarios. Pregunta por Chiapas. Le digo lo que sé, lo poco que sé últimamente.
--Me han contado que Marcos se casó --informa.
--Se cumplieron tus buenos deseos --digo.
--ƑDe qué hablas?
--De la canción que le escribiste: "En las buenas y en las malas..." --etc.
--ƑTe gustó?
--Mucho, pero me pareció impreciso un verso por ahí, en que lo pintas como si se la pasara echando tiros. Acuérdate --le digo--, que los zapatistas dejaron de usar las armas desde 1994. Si cambiaras eso...
De esta suerte se desencadena el breve diálogo, copiado en las primeras líneas de esta nota, que Sabina corta con un "cáete mañana por el hotel", cuando le pido una entrevista formal sobre Chiapas.
Hecho el trato, la charla se va por otros temas. Al día siguiente, mortalmente crudo, lo llamo por teléfono, como pidió, "a las ocho de la tarde". Sin embargo, el gran poeta andaluz agoniza en su lecho, y al oírlo imagino las amargas tinieblas de su habitación. Deben ser como las que traigo yo en los adentros.
--Perdona --dice, cortés y cacofónico--. Es que anoche proseguí embriagándome...