Frenesí por el baile
Los raves en París reúnen hasta
3 mil personas
Juan José de Avila, París, Francia n Para muchos jóvenes parisinos, la noche del sabado comienza con una llamada. El número se encuentra en cualquier parte: una tienda de árabes, un puesto de periódicos, un pequeno cartel sobre la pared del Metro o el rumor que repite hasta el infinito un amigo o conocido.
Una contestadora escupe la dirección, que corresponde lo mismo a un squat (una casa tomada) en pleno centro de París o un terreno baldío a varios kilómetros fuera de la ciudad luz.
La música tecno, el alcohol y, sobre todo, la libre circulación de las drogas son el objetivo.
Es la noche de una vida difícil. No francos. No chica. No empleo. Sólo una necesidad frenética de los jóvenes de bailar hasta el domingo, al ritmo, si se puede llamar ritmo a la música tecno, con la ayuda del éxtasis, el speed o la cocaína, que no pierden su estatus en las fiestas.
Entre más gente, mejor. Los raves en París llegan a reunir hasta unos 3 mil jóvenes que se desplazan en sus automóviles a gran velocidad por las carreteras cercanas a la urbe, para escuchar las mezclas monótonas de El Arquitecto, uno de los dj de moda.
En los raves no todo es droga. Pues los organizadores invitan a jóvenes artistas que lo mismo exhiben una instalación en toda la casa, con pinturas de buena calidad en las paredes, que al día siguiente terminarán su paso efímero por el mundo apestando a orines.
Los raves en París reafirman los principios básicos sobre lo que se funda la nueva sociedad francesa, principios que se reproducen en las monedas de todas las denominaciones: liberte, egalite y fraternite.
Al squat de la rue Charlot, donde se llevo a cabo el rave el fin de semana pasado, entran gratuitamente cabezas rapadas, musulmanes y negros, mujeres y hombres, travestis, latinos, ebrios y pachecos, cada quien con su cargamento personal de droga. Sólo está prohibida la entrada a policías y uniformados.