ASTILLERO Ť Julio Hernández López
Se han complicado extraordinariamente los procesos priísta y perredista de elección de nuevo dirigente nacional. De la manera como se resuelvan tales conflictos internos dependerá el posicionamiento con el que enfrenten las elecciones del 2000. En ambos casos se corren riesgos serios en materia de unidad y de legitimidad.
Defenderé el dedo como un perro...
En el PRI, la batalla se da entre el Dedo Supremo y su poderosa estructura de sustento y operación, y grupos de políticos desesperados por la falta de opciones políticas reales.
La contienda en curso está relacionada de manera importantísima con el asunto principal que es la sucesión presidencial. Por tal trascendencia, las fuerzas de la dedocracia no pueden permitir ningún tipo de menoscabo en su decisión de imponer a José Antonio González Fernández como el operador necesario para garantizar que las indicaciones presidenciales sobre el tema sean debidamente cumplidas.
En ese contexto de vital interés, el Dedo Supremo no puede permitir disidencias o alteraciones. Al costo que sea necesario se deberá instalar a González Fernández en la silla principal del edificio priísta.
Por ello, y a despecho del desaseo que conlleve el cumplimiento de la decisión, y de las rupturas que pudiesen generarse, el aparato priísta habrá de cumplir a pie juntillas la orden de hacer presidente nacional de su partido al ex secretario del Trabajo.
Para los efectos del cumplimiento del proyecto presidencial, en la verticalidad priísta resultan menores, y pagables, los costos de las eventuales escisiones y de la ilegitimidad de origen que pudiese adquirir el líder-operario.
Viendo hacia un año 2000 que será terriblemente competido, el binomio PRI-gobierno puede encontrar más atractivo pagar desde ahora lo que sea necesario para deshacerse a tiempo de militantes incómodos, dar ejemplo de la inviabilidad que acompañaría a todo ensayo democratizador interno y contar con un dirigente que con firmeza ejecute los pasos necesarios para destapar en su momento a la nueva cabeza de la hidra neoliberal.
ƑCuál cambio?
Cosa distinta sucede en el Partido de la Revolución Democrática. En una organización política cuya propuesta es el cambio, difícilmente puede entenderse como positivo el hecho de que sus comicios internos hubiesen sido ocasión propicia para exhibir un amplio catálogo de formas de manipulación y defraudación electorales.
Por el contrario, con tan habilidosas formas de trampearse unos a otros, la elección de nuevo presidente nacional del PRD se convirtió en un hecho altamente dañino para la imagen de ese partido, tanto en el fuero de sus militantes como de una amplia franja ciudadana no afiliada, pero sí simpatizante, que de pronto encontró a sus presuntos héroes cívicos entrampados en el lodazal del mapachaje interno.
Frente a esa difícil situación, el PRD tiene dos caminos.
Por un lado, el de reconocer el triunfo de cualquiera de los candidatos a presidente nacional, asumiendo un criterio aritmético de asignación de mayoría de votos y haciendo a un lado en lo general el cuadro de impugnaciones y acusaciones, aun cuando en lo particular pudiese haber sanciones a algunos de aquellos a quienes se comprueben actos irregulares.
Otro camino sería el de apostarle a la ética política y, con energía ejemplar, anular las elecciones y, además, castigar a los infractores de la civilidad interna.
Mantener una directiva a cualquier costo llevaría al PRD a una situación difícil de cara a los electores, que tendrían razones válidas para sentirse decepcionados, y también de frente a su militancia interna, la que quedaría gravemente disminuida en sus posibilidades de denunciar vicios externos similares a los convalidados en lo interno.
La protesta cívica de Félix Salgado Macedonio, cuyos seguidores ya están instalados en Chilpancingo para impedir la toma de posesión de René Juárez como gobernador de Guerrero, sería la primera víctima de una decisión en la que el pragmatismo recomendase sacar adelante la elección de líder perredista a cualquier costo. En el 2000, los reclamos del sol azteca, en caso de fraude electoral, estarían contaminados por el recuerdo de su propio proceso interno.
En el escenario correspondiente a la anulación de resultados, el perredismo tendría varias consecuencias gratas: anularía la campaña de deslegitimación instaurada por medios salinistas, demostraría a propios y extraños que, aun habiendo errores, en el PRD hay suficiente voluntad para enmendarlos y, sobre todo, se mantendría a salvo la fuerza política, y el potencial electoral de Cuauhtémoc Cárdenas y de Andrés Manuel López Obrador, los dos personajes perredistas a los que los desaciertos de su partido podrían menguar acaso de manera importante, a pesar de que a ninguno de ellos se le imputa personalmente acto irregular alguno.
Fuerte como es la versión de que se anularían las elecciones nacionales de dirigencia, nada más faltaría saber quién sería el personaje que fungiera como presidente interino de aquí a las elecciones del 2000. ƑSe habrá de privar Andrés Manuel de las delicias de descansar en una hamaca y de comer tranquilamente pejelagarto?
Experimentos inútiles, campos de golf, compra de autos...
Ayer dábamos cuenta aquí de la esgrima cupular librada entre el director de Pemex y el vocero de Hacienda a propósito de la excesiva carga fiscal que en 1998 hizo a la paraestatal pagar por impuestos y derechos más que lo ingresado por ganancias.
Pero, además de ese arrebato, hubo en ese contexto otras denuncias que poco fueron atendidas, acaso por el desdén con el que suelen recibirse los lances críticos cuando provienen de liderazgos de poca legitimidad, como han sido los del sindicato petrolero.
Sin embargo, Carlos Romero Deschamps, quien combina la función de senador con la de secretario general del Sindicato de Trabajadores Petroleros, dijo palabras pesadas ese 18 en Salina Cruz, Oaxaca, en la ceremonia conmemorativa de la expropiación cardenista.
Romero Deschamps aseguró frente al presidente Zedillo, que en ocho años han crecido al doble los empleados de confianza en Pemex, que se han hecho en esa empresa ''un buen número de experimentos y de cambios inútiles que han costado millones de pesos'', y que las ''canonjías'' de los empleados de confianza incluyen clubes de esparcimiento, campos de golf, ''el financiamiento de miles de autos para servicio particular'' y el pago de renta de otros para su utilización en la empresa, ''bonos de actuación que alcanzan cifras de cinco ceros'' y otros derroches similares.
Desde luego nada se está investigando a fondo y nada está en vías de cambios o soluciones. Fueron simples discursos que, si acaso, irán abonando el terreno para demostrar que los mexicanos deberíamos sentirnos aliviados cuando nos avisen que caritativas manos particulares estarían dispuestas a ayudarnos con la carga.
Astillas: Por más vueltas que le da al asunto, el autor de estas líneas sigue sin entender cuál es el verdadero sentido del mensaje, y continúa preguntándose Ƒde veras nada más tres ofrendas florales y una declaración boletinada? ƑEso fue todo? Al siguiente aniversario luctuoso qué habrá, Ƒun telegrama de condolencias firmado por la oficina de relaciones públicas?...
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