La Jornada jueves 25 de marzo de 1999

PINOCHET: JUSTICIA, PESE A TODO

La determinación adoptada ayer por la Cámara de los Lores británica en el sentido de negar la inmunidad a Augusto Pinochet, constituye un paso más en el largo proceso hacia el enjuiciamiento del ex dictador chileno y, en esa medida, un triunfo de la justicia contra la impunidad. Se trata, sin embargo, de un triunfo mediatizado por la disposición que prohíbe inculpar a Pinochet por sus crímenes anteriores al 9 de septiembre de 1988 --fecha en que Londres adoptó la Convención Internacional contra la Tortura-- cometidos en territorio chileno.

De los 32 cargos presentados por el juez Baltasar Garzón en la petición de extradición que España presentó al Reino Unido, sólo quedan tres causas de juicio para Pinochet: la conspiración realizada en Madrid --en la que Pinochet tomó parte, cuando asistió a los funerales de Francisco Franco-- para asesinar al dirigente socialista Carlos Altamirano, la tortura y muerte del menor de edad Marcos Quezada Yáñez, en junio de 1989, y su participación en asociación delictiva para conspirar en casos ocurridos entre el 9 de septiembre de 1988 y el 1o. de enero de 1990, cuando dejó la jefatura de Estado.

El juez consideró que el fallo de la cámara británica le deja la puerta abierta para juzgar a Pinochet, adicionalmente, por su participación en la operación Cóndor, una vasta conjura transnacional en la que participaron varios gorilatos del cono sur en los años setenta y ochenta para asesinar opositores políticos.

Falta ahora la autorización del ministro británico del Interior, Jack Straw, para que el juicio de extradición se haga en España, que podría durar meses o años, siga su curso.

Desde una perspectiva ética de compromiso con la vigencia de los derechos humanos esenciales, cabe esperar que esa diligencia judicial prospere y que el asesino y torturador de miles de chilenos responda por sus crímenes ante la justicia, la española, toda vez que la chilena se encuentra maniatada por los mecanismos institucionales de autoprotección que el propio ex dictador estableció antes de dejar el poder en su país.


DERROTA DE LA RAZON

El inicio de los bombardeos contra Yugoslavia, por parte de la Alianza Atlántica, marca una nueva y severa derrota de la convivencia civilizada, de la política, de la diplomacia y de la razón. Tras las guerras de independencia de Croacia, Eslovenia y Bosnia de la Federación Yugoslava, luego del genocidio de la población musulmana de esa última entidad por parte de los serbios y tras la despiadada represión, por parte de Belgrado, de la población de origen albanés en Kosovo, la barbarie vuelve a triunfar en los Balcanes.

Después de las masivas atrocidades cometidas en Bosnia por las facciones armadas serbias, con el respaldo pleno del gobierno yugoslavo, resulta más que justificado el temor de que los kosovares albaneses sean víctimas de acciones similares. Eso coloca a la comunidad internacional en la obligación moral de detener lo que se prefigura como un nuevo genocidio. Pero el hecho de que las principales potencias del mundo hayan fracaso en sus intentos de disuadir, por los medios políticos, económicos y diplomáticos, a las autoridades serbia y yugoslava, no garantiza que vayan a conseguirlo mediante los ataques militares iniciados ayer. Por el contrario, los bombardeos de la OTAN contra posiciones de Belgrado podrían exacerbar y radicalizar el nacionalismo serbio y ahondar, de esa forma, el conflicto en Kosovo. Adicionalmente, las acciones militares han suscitado ya un brusco deterioro de las relaciones entre la alianza atlántica y Rusia, que por tradición respalda a los serbios.

Habría sido imperdonable que Europa occidental hubiese permanecido cruzada de brazos ante la matanza de kosovares albaneses que se realiza desde hace meses, pero eso no justifica una determinación como la aplicada ayer por la OTAN, la cual, después de cuatro décadas de paz, estrena finalmente sus arsenales en una aventura ''humanitaria'' que abultará los saldos de muerte del conflicto balcánico y que introduce nuevos y graves riesgos de inestabilidad en el escenario europeo.