ASTILLERO Ť Julio Hernández López
El episodio Echeverría-Soberanes no tiene por qué convertirse automáticamente en un acto positivo ni para la democratización interna del PRI ni para la más general del país.
En esencia, y como lo han planteado los personajes mencionados, con la renuncia a sus candidaturas (sabidamente inviables) estaríamos en presencia de un acto de crítica menor, dosificada, que no busca, al menos en este momento, más que salvar imágenes y honras personales, pero que no plantea ninguna propuesta política seria.
En ciertos momentos, la palabrería echeverrista de Rodolfo, y los dardos envenenados pero intrascendentes de José Luis Soberanes, parecen más bien simples ejercicios de promoción personal del primero, y desahogos políticos del segundo.
Aún más, colocados frente a la maquinaria priísta y gubernamental que les fue puesta en contra, Soberanes, y sobre todo Echeverría, rehuyeron la definición clara y prefirieron refugiarse en la denuncia de pliegues y zurcidos menores, pero sin atreverse a tocar de verdad la capa del rey, y mucho menos a pretender arrancarla o, en caso de derrota, retirarse de las cortes palaciegas.
Echeverría, por ejemplo, se aferró a la defensa e invocación de términos estatutarios y principios ideológicos de un priísmo que él bien sabe son virtualmente inexistentes. Hombre del sistema, sin costumbre de pelea política verdadera, sin experiencia ni deseo de combate real, buscó con una pasión digna de mejor causa que le abrieran el camino para debatir con su opositor, José Antonio González Fernández.
Si no hay debate no hay combate, repetía el ex embajador mexicano en España, como si el proceso en el que participaba fuese un concurso de oratoria, o como si la conducta de los consejeros políticos nacionales fuese a regirse de verdad por el análisis de los planteamientos que hiciesen Echeverría y González Fernández, y que, de ese juicio, se derivase el voto en uno u otro sentido.
La sabiduría septuagenaria del sistema detectó el timorato reto de Rodolfo y le lanzó las redes de la concertacesión interna. Sí habría debate, se le contestó, y sería el lunes, en términos que estarían por definirse. Antes de ello, se conminaba a los contendientes a firmar un pacto de respeto y civilidad.
Luego, ya recorridos esos tramos, vendría la apoteosis democrática, en un Consejo Político Nacional de cuyos 370 integrantes ni siquiera se conocen con seguridad sus nombres y a cuya presunta soberanía se someterían los concursantes para, al final, enterarse del nombre del ganador, cuyas iniciales habrían estado desde el principio escritas en una delicada tarjetita, en uno de cuyos bordes estaría impresa la imagen de unos pinos.
Rodolfo Echeverría había anunciado un día antes, en un programa de entrevistas del Canal 40, conducido por Denisse Maerker, su amplísima predisposición a la renuncia. Lanzado al aire el citado programa a las once de la noche del miércoles, Rodolfo advertía que sus palabras eran pronunciadas a las once de la mañana y que, a la hora en la que estuviesen siendo reproducidas, estarían él y otros de sus compañeros reunidos ("en su casa, que es la mía", elaboró Echeverría, atorándose entre los convencionalismos mexicanos y la necesidad de ser claro ante el público televisivo) para tomar una decisión que, adelantaba con claridad, podría devenir en la renuncia a las candidaturas.
Tristezas bajo sospecha
Por ello, ayer mismo, cuando se conoció la formalización de la muy anunciada pretensión de los sublevados de renunciar a sus pretensiones, las voces más tradicionales del priísmo se condolieron por el infortunio de quedarse solos a confirmar el próximo martes, en un ritual de apariencias, de teatro mal actuado, la decisión que desde Los Pinos se tomó la semana pasada y que desde entonces conoce el país entero como un hecho consumado.
No fueron las únicas voces quejumbrosas. También, aunque por otros motivos y con otras argumentaciones, se expresaron los ocultos promotores de la asonada priísta: Roberto Madrazo y Manuel Bartlett, quienes criticaron las trampas que le fueron puestas a Echeverría y a Soberanes y lamentaron que su partido avasalle, engañe y defraude.
Ahora, a los renunciantes les quedan pocos caminos por delante: uno es el de convertirse en una oposición interna de poca credibilidad, otro es el de acelerar su proceso de definición y tratar de encauzar una corriente de simpatía que pudiesen conseguir entre sus correligionarios para dar un paso hacia afuera y aliarse con otras fuerzas.
Por lo pronto, en este primer tramo, apenas se atrevieron a hablar de inequidad y hacer críticas genéricas. De palabras está pavimentado el camino de la democratización priísta. Los hechos son lo único que en este momento vale y, los de ahora, son hechos menores, de disidencia contenida, de desahogos oratorios, de rasgamientos superficiales.
Será interesante ver el segundo episodio de esta historia. Entonces se confirmará si el arranque de estos días fue un mero juego de fuerzas, un acomodo de grupos, un jaloneo mezquino, o hubo verdadera vocación de cambio y un compromiso genuino con la democracia.
Astillas: El presidente Zedillo ha ganado indulgencias en Ecatepec, estado de México, al decidirse a develar oficialmente la placa inaugural de una catedral católica en ese lugar. Según los cronistas del acto, no se tiene recuerdo de que otro mandatario nacional hubiese realizado un acto similar. La jerarquía religiosa presente en el acto se desbordó en elogios para tan inusual visitante... Mario Villanueva Madrid va recorriendo uno a uno los pasajes del viacrucis. Su sacrificio es necesario para apaciguar a los centuriones estadunidenses, pero él no es el Cristo, sino uno de los acompañantes en la crucifixión. Villanueva Madrid hizo lo suficiente para ser enjuiciado y castigado, aunque no es el único, ni el de mayor responsabilidad. Es, simplemente, un político en desgracia, que le quiso jugar las contras al Presidente a la hora de decidir la sucesión estatal, que se peleó con la familia joaquinista del gran poder, y que hoy es arrojado a los leones como mero chivo expiatorio... Fuerte es la lucha en las cúpulas del PRD. De un lado estiran quienes pretenden que sea legitimado el resultado de los comicios recientes; del otro quienes buscan sanción para presuntos infractores y anulación del proceso. En el fondo están el pragmatismo electoral frente a los principios ideológicos. Todos piensan, ciertamente, en el 2000. Pero unos creen que se puede avanzar aunque sea con las manos sucias; otros consideran que es necesaria la frente en alto. Mientras tanto, los adversarios del cardenismo se solazan, en particular los medios de comunicación financiados y dirigidos por Carlos Salinas de Gortari... Sigue el pleito entre los comerciantes organizados del país. La elección del dirigente de la Concanaco está siendo analizada con cuidado en diversos ámbitos, entre ellos el del gobierno federal, y son fuertes las presiones de quienes pretenden que se desconozca el resultado de la pasada elección de líder...
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