Masiosare, domingo 28 de marzo de 1999
Este martes todo quedará consumado.
Por encima de las protestas y los recursos legales, las rabietas y las denuncias; por encima de los estatutos, la convocatoria y de su propio reglamento interior, el Consejo Político Nacional del PRI habrá examinado, calificado y declarado a José Antonio González Fernández como nuevo presidente del PRI.
Aprobado será. Por unanimidad.
Concluirá así el proceso electoral formal, que no la contienda política en el tricolor.
Apenas hace tres semanas, el presidente Ernesto Zedillo declaró al PRI listo y ``en pie de guerra'' para la competencia del 2000.
Pero en la ruta, él mismo lo derrotó: quitó a Mariano Palacios Alcocer y movió sus piezas para que González Fernández llegará sin oposición a hacerse cargo del partido.
La maniobra ha sido parcialmente exitosa.
La sustitución de Palacios Alcocer, una de las primeras jugadas formales en la definición del candidato a la Presidencia, anuló y desmintió, en la práctica, la supuesta intenciones de democracia e independencia en el seno del partido.
Con Rodolfo Echeverría y José Luis Soberanes, los nuevos vientos democratizadores en el PRI soplaron tan débilmente, que apenas lo despeinaron.
Las consecuencias de la revuelta que ambos encabezaron aún no se vislumbran. Pero pocos piensas que esto pueda traducirse en un desprendimiento como el ocurrido en 1987, cuando nació la Corriente Democrática de Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas.
El 4 de marzo, Zedillo llamó a los priístas a participar de la democracia que se vive dentro de las filas de su partido.
Les dijo que además de democracia, ``se requiere unidad, mucha unidad''.
Ninguna de las dos, después de lo ocurrido en la semana que pasó.
Se sabía desde que empezó el año. Mariano Palacios Alcocer dejaría la presidencia del PRI y sería sustituido por José Antonio González Fernández.
La especie corrió ampliamente por los pasillos de las sedes priístas y se comentó en las columnas políticas.
``No es cierto, se trata de presiones de algunos grupos poderosos que intentan apoderarse del partido para imponer al candidato a la Presidencia ``, decían allegados del queretano.
Ellos descartaban su salida, porque el ritmo de trabajo era normal y no había instrucciones en otro sentido. Corrieron la suerte de los maridos engañados: fueron los últimos en enterarse.
En esas semanas, González Fernández se administró. No se involucró en la polémica desatada por la eventual supresión de los candados, que se generó en febrero. Y le bajó al nivel de las negociaciones que encabezaba para proponer una nueva Ley Federal del Trabajo.
Las súbitas remociones de Mariano Palacios Alcocer y Carlos Rojas Gutiérrez, echaron abajo, las recomendaciones presidenciales de aprovechar la ``oportunidad histórica para modernizar al PRI''.
Nuevamente el dedo y el dedazo, ahora disfrazado en una candidatura ``única'', la del PRI real, que como lo mismo hubiera hecho con cualquier otro, fuera quien fuera, con sus triunfos y sus fracasos.
Se le opuso el PRI ideal, el que imagina la democracia interna y anhela independencia, con un líder coyuntural y débil.
El contraste en el perfil de los contendientes no dejaba lugar a dudas:
González Fernández, forjado con la tutela de Fernando Solana, cuadro cercanísimo a Fernando Ortiz Arana, amigo entrañable de Liébano Saenz.
En contraposición, un bebesaurio -con 36 años de militancia- que tenía sus mayores cartas de presentación en ser sobrino de un ex presidente y una confusa trayectoria política, en la que sobresale su acendrado camachismo.
Este último factor llamaba mucho la atención.
Echeverría Ruiz fue el primer jefe político de Manuel Camacho Solís, cuando se desempeñó como líder juvenil del PRI del Distrito Federal, y el ahora disidente fue su vocero. Eran las épocas de Lauro Ortega. Con ellos estaban otros jóvenes que después serían salinistas connotados: Patricio Chirinos y Emilio Lozoya. El presidente del PRI en el DF era Gonzalo Martínez Corbalá.
Desde entonces, el hijo de Rodolfo Landa ha estado en la lucha por la democratización de su partido. Aunque siempre del lado de los perdedores.
De su primera experiencia, el recuerdo es amargo.
Martínez Corbalá rompió con Ortega. Este, sin previo aviso, lo destituyó. Y los jóvenes renunciaron a sus cargos, en protesta por la ``actitud antidemocrática'' del líder nacional.
Más allá de las historias personales, la planilla Autonomía y Democracia se observó la gestación de una nueva corriente en el interior del PRI, muy heterogénea, por su extracción y trayectoria disímbola.
En ella, pieza central eran los colosistas, con el senador Soberanes Fernández, José Encarnación Alfaro y Agustín Basave, fundador de la corriente renacentista -primera de las críticas nacidas en esta administración- y enlace entre el colosismo y el grupo matriz de Echeverría Ruiz.
Cambios de ritmo que sólo provoca el poder presidencial:
Los priístas andaban en la definición de las reglas de competencia para la designación del candidato presidencial, pero llegó el dedazo que derrotó a Palacios Alcocer y a Carlos Rojas, quienes tuvieron que renunciar al CEN.
El miércoles 17, los consejeros priístas se reunieron con la convocatoria de analizar y discutir las reglas para elegir a su candidato a la presidencia.
Al final de la sesión, sólo hablaban, azorados, de las ``corrientes renuncias'' de Palacios y Rojas. Y se lamentaban de haber sido tratados como los maridos ofendidos, porque fueron los últimos en saberlo.
Y es que todavía a las 9 de la mañana, Palacios Alcocer se desayunaba con un grupo de legisladores, hablaba del futuro del PRI y del suyo propio como líder del partido.
Desde entonces para acá, la incertidumbre.
Las impertinencias
Las bromas presidenciales que insinuaron la supresión de los candados. Una renuncia injustificada de la dirigencia nacional. Una contienda que justificó las versiones de un choque de corrientes y que alentó la formación de un bloque renovador-colosista, supuestamente con los auspicios de Manuel Bartlett y Roberto Madrazo.
El ambiente en el PRI no podría estar más enrarecido, acepta Manuel Bartlett Díaz.
``Ya son bastantes impertinencias'', juzga.
El ex gobernador de Puebla se preocupa, por los efectos que pudieran tener estos acontecimientos en la ruta crítica de la sucesión.
``Desorden, falta de dirección adecuada. Reglas insuficientes. No se puede permitir que esas cosas ocurran, porque hacen daño al partido: se sufre, se plantea a una solución, se regresa a otra. Evidentemente, hay un mal manejo, faltan definiciones''.
-¿A dónde pueden llevar?
-A crear problemas internos, irritación, desconfianza, pérdida de credibilidad al procedimiento y un severo daño al PRI en sus perspectivas.
Hace un mes, Bartlett no quería que Palacios Alcocer y Rojas dejaran la directiva del partido. A su caída, se manifestó porque la competencia interna ocurriera de la manera más transparente.
Abierto el proceso, recuerda, los ojos estaban puestos en el Consejo Político Nacional. Y deja ver su desacuerdo con que esta instancia fuera quien eligiera a los nuevos dirigentes.
``No es un órgano corporativo. Fue creado en la época de Luis Donaldo Colosio como una instancia de reflexión y análisis. Para consultar a los sectores hay otros caminos''.
El riesgo, ante todo, estaba en repetir la ``cultura de la línea'' y que los consejeros votaran en bloque.
``Ya se retiraron (Echeverría y Soberanes), ya no se dio el caso. Ahora, el consejo tiene una sola opción y ya sabemos qué pasará''.
A pesar de los efectos, Bartlett sostiene que su precandidatura no se ve diezmada.
``Esta no es mi batalla. Yo estoy en otra pista, estoy corriendo para la candidatura por la Presidencia. Sigo esperando las reglas''.
-¿No importa quien llegue a la presidencia del partido?
-No, porque la candidatura no será decidida por el presidente o por el secretario general del partido. Ellos estarán obligados a respetar la palabra del presidente Zedillo y la demanda clarísima de democracia real en la elección del candidato a la presidencia. En todo caso, tendrán funciones de facilitar las discusiones de las reglas y será el Consejo el que decida. Y entonces vuelvo a lo mismo: espero que el Consejo actúe en razón de su naturaleza.
Bartlett sostiene que a él, no podrán hacerle lo mismo que a Echeverría y a Soberanes.
``La imparcialidad del presidente del CEN es fundamental. Si no la hubiera, nosotros la señalaríamos oportunamenteÉ''.
Con Dios y con el Diablo
Un honest broker para conducir la selección del candidato priísta a la Presidencia de la República. Eso es lo que garantiza con José Antonio González Fernández.
George Greyson, uno de los politólogos estadunidenses que mejor conoce las entrañas del sistema político mexicano, así lo valora.
El ex secretario del Trabajo, asienta, es un negociador nato que, en lo interno, impone respeto a todos los grupos del partido y hacia afuera garantiza interlocución, sobre todo con el PRD.
``Puede negociar con Dios y con el diablo y al final de la jornada, llegar a un compromiso con ambos'', sintetiza.
El académico de la Universidad de Virginia jamás dudó en que González Fernández será el presidente del PRI.
Lo será -dice- por la sencilla razón de que lo envía el presidente Zedillo.
Dice, del otro lado del teléfono:
``Zedillo necesitaba abrir un poco al partido, por eso la contienda interna. Necesita un dirigente aceptable a todos los precandidatos y que pueda manejar el proceso de selección''.
-¿Qué interpreta del lanzamiento de Echeverría?
-Un candidatura de protesta. Representa a un grupo que tiene una nostalgia del viejo PRI, que en los sesenta y setenta, que tuvo mucha participación del gobierno. Pero eso no pinta ahora.
-¿González Fernández es la avanzada de Francisco Labastida?
-No creo. Si a esas vamos, está más vinculado a Liébano y por medio de él, con el presidente Zedillo. Seguramente tiene líneas abiertas con el grupo de gobernadores que aglutina Labastida y puede que tenga buenas relaciones con los ``duros''. Y si no las tiene, Dulce María sí. Por eso es una mancuerna interesanteÉ
En ese punto, se extiende.
Vincula directamente a González Fernández con el secretario particular del presidente Zedillo y con Fernando Ortiz Arana. Refiere que otros priístas relevantes, como Fernando Solana, Santiago Oñate y Genaro Borrego lo respaldarán y que en el gabinete presidencial tiene un prestigio bien ganado.
-Pero los ``duros'' ¿cómo lo ven?, por ejemplo, Carlos Hank.
-Si pensamos en el grupo Atlacomulco, es conocido que ha tenido sus diferencias con el grupo de Ortiz Arana, del que sale González Fernández. Y él, sin ser un hankista, puede negociar con cualquiera. Es un negociador de la primera clase y tiene una capacidad de evitar enemigos. Sabe como jugar, a la buena y a la mala.
En aras de mantener la cohesión de los priístas y de bajar los enojos prevalecientes, Greyson piensa que puede darse una solución intermedia, en el mediano plazo: que uno de los ``nostálgicos'' llegue a la secretaría general del PRI.
``El PRI tiene que dar énfasis a la inclusión y vamos a ver otro cambio para las campañas. Vamos a ver políticos de la vieja guardia con puestos importantes dentro del partido, pero no como candidato''.
-¿González Fernández, un interlocutor eficaz con el PRD?
-Sí. Recuerden que fue diputado en la 55 legislatura, la primera en el sexenio de Salinas. Por órdenes de Fernando Ortiz Arana, hizo las veces de lazo entre el PRI y el PRD. Específicamente con Félix Salgado MacedonioÉ ambos funcionaban juntos muy bien.
¿Berrinche? ¿Conspiración? ¿Verdaderos afanes democratizadores?
La actitud de Echeverría y Soberanes ha despertado muchas suspicacias, tanto dentro como fuera de su partido.
Del lado de los inconformes, platican esta historia:
Luego del registro de la planilla, en dos ocasiones explícitamente se solicitó a Mariano Palacios Alcocer que se expidiera un reglamento para la contienda, mismo que debía especificar que ambas fórmulas hicieran proselitismo de manera conjunta y que las obligara a sostener debates en los medios de comunicación.
Sin no se cumplían esos requerimientos, condicionaron, se retirarían.
Palacios Alcocer les dijo que eso no era su competencias y los remitió con Celso Humberto Delgado, secretario técnico del Consejo Político Nacional.
El ex gobernador nayarita les dijo que podían darse esas condiciones, pero solo de común acuerdo. Ambas planillas entraron en contacto y lo que al final se produjo fue el acuerdo político, que se conoció el martes.
La propuesta de Echeverría y Soberanes aparentemente era lógica: se trataba de que se instaurar una gira ``unidad y fortalecimiento partidista'', por todas las entidades del país, bajo la coordinación del CEN del PRI. Una minipasarela que serviría para legitimar a González Fernández y que produciría dividendos políticos a los nuevos democratizadores, ya que tendrían un acercamiento real a las estructuras del partido y ganarían amplios espacios en la prensa.
``Pero no se quiso exponer al desgaste al ex secretario del Trabajo, ¿o se temió que sufriera reveses significativos y que su unción se pusiera en riesgo?'', preguntan en las oficinas de Echeverría.
González Fernández inició su proselitismo con la CNOP. Luego siguió con la CNC, la CTM y con las fracciones parlamentarias del PRI en el Congreso de la Unión.
Para el viernes, en su agenda figuraba una reunión masiva con el Consejo Agrario Permanente.
Del otro lado, salvo con la CNC, ninguna otra reunión pudo concertarse. A pesar de múltiples solicitudes.
De haber seguido, Echeverría no hubiera hecho campaña entre los consejeros y habría apostado todo su capital al debate del lunes.
El miércoles por la noche, Echeverría y Soberanes se reunieron con los integrantes de su equipo de trabajo. La reunión se prolongó hasta la madrugada.
Se estimó que si la apuesta era solamente por el debate, las posibilidades de lograr una victoria eran mínimas, por el formato establecido (sólo exposiciones, sin intercambio de ideas). Se decidió no seguir adelante.
Del otro lado, en el CEN del PRI recuerdan otra historia, de abril de 1994.
Habían pasado dos semanas del asesinato de Luis Donaldo Colosio, en el PRI había confusión total. Empezaban las acusaciones contra Carlos Salinas de Gortari y José Córdoba Montoya y el linchamiento de Manuel Camacho Solís estaba en su punto más álgido.
Tres decenas de diputados federales y asambleístas difundió un desplegado, en el que denunciaban que en su partido se ha puesto en marcha una estrategia ``para acabar con la vida política de Manuel Camacho Solís, y desprestigiar la línea de respeto a las libertades públicas y de compromiso con la democracia que él ha defendido dentro del PRI.
Entre los firmantes estaba el diputado Rodolfo Echeverría Ruiz. De su parte hubo un desmentido, aduciendo que había sido incluido sin consulta o consentimiento explícito.
Echeverría no terminó su periodo en la Cámara de Diputados. Salió a la embajada de México en España.
``Ahora sí, muy demócrata. Mejor debería de recordar su pasado de sumisión'', le reclaman.
Del discurso del presidente Zedillo en la celebración del 70 aniversario del PRI, hace tres semanas, permearon dos aspectos: el reclamo de sus derechos a participar en la nominación de su sucesorÉ aunque sólo como un militante más, y su autoproclamación como ``vigilante'' de la limpieza de la elección interna.
Pero ese día, en su discurso, se refirió a las condiciones en las que las competencias internas deberían desarrollarse. Y sus palabras tomarían un significado contundente, aplicable para lo que ocurrió en la última semana:
En la disputa de los más altos cargos del partido -dijo- es necesario ``que cada priísta reconozca que la mayor priorirdad de todos, en todo momento, es la unión del partido, que todos los militantes contribuyan a la fuerza del PRI, que todos trabajemos sin egoísmos ni ambiciones vagas''.
Dijo que quienes contienden con lealtad ``asumen el compromiso de acatar la voluntad de la mayoría, se comprometen a aceptar y apoyar los resultados de la democracia; también asumen el compromiso de preservar y fortalececer la unidad''.
No sólo eso:
``Quien decide competir, asume la responsabilidad política de aprovechar los espacios y las oportunidades que el partido ofrece. También asume la responsabilidad moral de reconocer los resultados y sumarse con entusiasmo al vencedor. Este debe ser el principio esencial de nuestra democracia interna''.
¿Qué podrían decir de eso Rodolfo Echeverría Ruiz y José Luis Soberanes?
Apenas 72 horas duró la contienda entre José Antonio González Fernández y Rodolfo Echeverría Ruiz.
Todo empezó el martes 23. Coincidió con el aniversario de la muerte de Luis Donaldo Colosio, cuya figura pasó a segundo plano.
En la sede de la CNOP, esperan a José Antonio González Fernández y hay sorpresa por la llegada de Rodolfo Echeverría.
Sopresa y no tanto. Porque González Fernández fue avisado de que irían a su encuentro.
``¿Va a haber equidad o no?, ¿le van a entrar al debate o no?'', cuestionó a bocajarro José Luis Soberanes en la sede del PRI.
González Fernández se sigue de largo. En los medios, propone. No, es la respuesta. En reuniones con los consejeros por sectores. Tampoco. Bueno, ante el Consejo Político Nacional. Que no.
En la sede cenopista, el ambiente es tenso. La reunión inicia con ánimos caldeados.
Celso Humberto Delgado quiere evitar la confrontación. Hace que los candidatos signen un pacto que compromete a ambos a ceñirse a la legalidad, a tener debate de alto nivel, a respetar los estatutosÉ
La más molesta es Elba Esther Gordillo: ``Soy partidaria de la política con ética, no con estética. Dijimos que no bastaba el fondo, que había que cuidar las formasÉ pero nunca atentando contra la unidad''.
La reunión -dice- tenía un formato ya acordado, era sólo para recibir a González Fernández. Habrá otra, para la planilla de Echeverría.
Y cede la palabra al huésped de honor, quien censura a medio gas: ``Lo que debemos buscar es no enfrentarnos, no una competencia insana. Equidad no es estar juntos siempre, es tener las mismas oportunidades''.
Y acorralado, prefiere evadir:
``No creo que pueda darse un debate. No nos enfrentemos entre nosotros; todos somos priístas. Para mí no hay ni dinos ni renos ni ísmos''.
Casi a la fuerza, Echeverría puede usar el micrófono. Una largísima intervención, en la que devuelve a Elba Esther:
Reconoce que la unidad es máxima en el partido, ``pero si no hay democracia interna, no hay unidad''.
Lanza algunos golpes:
``Nuestra fórmula no es resultado de una negociación. No es el golpe de una computadora que todo lo resuelveÉ Sana distancia no. Debe haber una ``respetuosa convivencia'' que supone la colaboración de un partido autónomoÉ No hay divorcio, pero tampoco obediencia''.
Al salir de la CNOP, Echeverría resume: ``Si no hay debate, no hay combate. Y si no hay combate, no hay democracia''.
``Me parece que no es una cuestión de ocurrencias; es una cuestión de reglas, de precisiones y de equidades en el uso de la palabra y en el uso de los formatos'', replica González Fernández, en conferencia.
Pero reduce el asunto a la imposibilidad de atender las invitaciones de los medios de comunicación a debatir.
Finalmente, suelta: ``Si el CEN no hace su tarea, no tengo por qué hacerla yo. Si me preguntan a mí, tengo que sentarme a ver cómo es el debate. El debate debe ser con la oposición''.
El miércoles, los representantes de ambas planillas negocian con Gonzalo Martínez Corbalá las condiciones del debate.
La propuesta para Echeverría no admite negociaciones: el Consejo Político Nacional puede convocar encuentro, pero éste se desarrollará con un formato rígido y sin réplicas ni preguntas.
Por la tarde, González Fernández da la noticia: sí habrá debateÉ aunque los representantes de Echeverría -Irma Cué y José Encarnación Alfaro- no habían dado un sí definitivo.
***
``Hubo un no sistemático a todas nuestras demandas de diálogo y debate. No queremos contribuir a que sigua esta confrontación tan desigual. No queremos ser corresponsables de esta manifiesta iniquidad. No podemos legitimar lo indefendible''.
Así anunció Rodolfo Echeverría -el jueves 25- el retiro de su planilla, ante la plana mayor de la CNC.
Antes se había quejado de las ``ofensas y descortesías'' que en los días anteriores había padecido junto con sus compañeros de fórmula y calificó como falsa la noticia de que debatiría con González Fernández.
Después del anuncio, Echeverría y Soberanes ofrecieron una conferencia de prensa.
``Ibamos contra la fórmula del Presidente. Nosotros lo sabíamos. Pero si no dábamos esta lucha y no señalábamos que íbamos en un proceso antidemocrático a elegir a la dirigencia nacional, el otro paso se hubiera dado muy fácil: un proceso antidemocrático en la selección de nuestro candidato a la presidencia de la República'', sintentizó el senador colosista.
La renuncia ocurrió -dijo- cuando comprobaron que había una estrategia deliberada de González Fernández de arrinconarlos.
``Nosotros exigiendo, ellos soltando cositas. El caballo con la zanahoria por delante. Para ingenuidades, ya basta. Más vale un colorado y no mil descoloridos; no podemos caer en posiciones indignas ni tampoco solapar engaños'', explotó.
-¿No pecaron de ingenuos?
-No es ingenuidad entrar a las luchas y ver qué se puede lograr. Nosotros le entramos con el ánimos de ver qué tando podíamos avanzar y creo que avanzamos en la conciencia de los militantes priístas.
Pero aun en plena rebeldía -``el residente dijo una cosa y se está haciendo otra''-, no se decidieron a censurar al primer priísta del país.
``El CEN renunció a conducir el proceso de selección. Todo proceso democrático interno debe tener reglas y una autoridad que lo conduza y que aplique esas reglas. De otra manera, se vuelven procesos inequitativos'', dijo Soberanes.
-¿Responsabilizan al presidente Zedillo?
-Yo no responsabilizo mas que a los conductores del proceso interno del PRI. Y este episodio es una muestra de que hay que seguir luchando- contestó Echeverría Ruiz.
Para sus adversarios temporales, el mayor de sus desprecios: ``Ellos son los responsables de su autodeslegitimación''.