Masiosare, domingo 28 de marzo de 1999



Los dedos de la mano

Benito Taibo

Indice

Mejor ni digas...

Estás volviendo con tu familia de las vacaciones, cualquier vacación un poco más larga de lo habitual. Los niños están dormidísimos en el asiento de atrás del coche, a ti te pica el cuello por la cantidad de sol a la que no estás acostumbrado y todavía sientes que tienes arena en los zapatos. Faltan sólo unos 50 kilómetros para llegar a casa y el tráfico es regular y avanza a buen ritmo. Vas a llegar en buen tiempo para descansar antes de enfrentarte mañana a la tortura del trabajo, y en un rapto de buen humor volteas al copiloto -esposa, esposo, hermano, amigo- y le dices risueño: ``¡Qué suerte, vamos retebien, y a pesar de lo que dijo tu mamá, casi no hay tráfico!''.

Montes después, pasando la curva siguiente metes el pie al freno a todo lo que da, tu coche se detiene y una caravana inmensa de otros cientos de automóviles delante de ti, como una serpiente, se ve por toda la carretera. Tu interlocutor te mira con ojos de rabia, como si con lo que dijiste, por arte de magia, hubieras provocado con tus malditas palabras el atascón más grande en la historia de la México-Pachuca.

Todo esto viene a cuento por los bancos...

Y casi no me atrevo a decir que durante 20 largos días, no hubo en la ciudad de México un solo asalto bancario (del 4 al 24 de marzo, a las 10 de la mañana, que es cuando escribo esto).

Y rezo porque mis palabras no sean agoreras y segundos después de redactado este dedo, ¡zaz!, once bancazos.

Es muy curiosa la forma en que se mueve nuestra mente, a falta de tangibles para echarles la culpa de nuestros males, nos movemos en el terreno de la especulación y del realismo mágico, para intentar unir las piezas de los rompecabezas.

Así, confiamos en que si evitamos abrir la bocota la bronca no sucederá.

Como sano ejercicio, y con el fin de hacerle una mala pasada al destino, propongo que cada vez que regresemos de vacaciones, en el mismo momento de enfilar por la carretera, bien alto digamos: ``Seguro va a haber un trafical de los mil demonios, así que prepárense para estar en el carro por los menos 8 horas''. De esta manera, cualquier tiempo menor a esas ocho horas será ganancia.

Con el conjuro de las posibilidades, digo también: seguro en lo que queda de esta semana va a haber seis asaltos a bancos del DF. Y por primera vez en mi vida, me daría un placer inmenso equivocarme.

Medio

¡Ayatola habemus!

Por fin tenemos ayatola.

Gracias mil a todos los que escribieron y depositaron por vía electrónica su voto.

Y tengo que advertir que la tardanza no se debió a la asesoría del IFE ni del servicio electoral del PRD, ni Manuel Bartlett metió mano y ningún priísta guerrerense se me acercó con urnas ``cargadas'' para cambiar las tendencias.

Yo solito me hice bolas y reconozco mis culpas.

Y va. El ayatola de la radio es: José Gutiérrez Vivó, con 63 votos contantes y sonantes.

Segundo honroso lugar: Pedro Ferriz de Con, con la nada despreciable suma de 51 votos.

Tercer lugar: Eduardo Ruiz Healy, con 22.

Y de ahí para el real, con 7, 4, 5, 3 votos, Eduardo Pasquel, Flor Berenguer, Javier Solórzano y Ricardo Rocha. Y tuvimos incluso un solitario voto para Nino Canún.

Un amigo mío escultor prometió solemnemente hacer un pequeño trofeo (un micrófono en forma de horca, según él) para que en ceremonia solemne se lo entreguemos al agraciado.

Confieso que ya me acostumbre a los correos electrónicos y ya estoy pensando en inaugurar un nuevo concurso, porque los extraño.

Si a alguien se le ocurre algo, no lo dude: [email protected], y pronto avisaré de cuándo le entregaremos el premio al ayatola Gutiérrez Vivó.

Anular

El 2000

Cuando éramos niños pensábamos que el lejano año 2000 estaría lleno de prodigios, maravillas y misterios.

Convencidos, nos veíamos a nosotros mismos en brillantes naves espaciales, comiendo manjares sintetizados en pastillitas azules y visitando por el fin de semana, mundos fantásticos.

Pues malas noticias, compañeros de generación: el 2000, por como pinta, será una mierda.

Lo más cercano a las naves espaciales con las que soñábamos son coches de a 400 mil pesos, hoy por hoy, cada vez más lejanos.

Las pastillitas azules, si acaso serán de Viagra y creo que todavía no las necesitamos (ojo, dije todavía).

Y el único mundo fantástico que veremos será este, el que está siendo desmadrado sin piedad por guerras tribales, étnicas, religiosas y partidistas, que pretenden dejarnos en la más terrible de las orfandades.

Este fin de siglo viene movidito, pero no es, sin duda, como lo soñamos.

La esperanza, vehemente esperanza, es que los niños del 2060 sueñen que el 3000 será mejor, pero lo dudo...

Pulgar

Bombardeo en vivo

Por fin las tropas de la OTAN bombardearon a Milosevic después de tenerlo amenazado por casi un mes. Lo abominable no es el despliegue militar de 400 aviones cargados de bombas que son capaces de hacer pedazos cualquier ciudad del mundo en unas pocas horas, sino que en este penoso caso esperaron la hora de las noticias en Europa (sobre las ocho de la noche) para poder transmitir en vivo y en directo, a todo color, el suceso.

Nos estamos acostumbrando a estas guerras rápidas y superefectivas, que quirúrgicamente destrozan objetivos con la velocidad y la elegancia del Súper Nintendo. Guerras sin sangre, pero con efectos especiales pirotécnicos y pantallitas de computadora iluminadas, transmitidas por televisión en horario triple A y retransmitidas (editadas para su mayor comodidad) más nochecito.

Cada vez, el horror es más displicente con los muertos y los heridos. Ya lo dijo uno de sus profetas, Ted Turner, mandamás de CNN, cadena especializada en las guerras en vivo: ``Cuando llegue el fin del mundo, lo transmitiremos en directo''.

Yo, ese día juro por todos los santos laicos que me amparan, que ¡no! voy a estar viendo la televisión. ,

Meñique

¡Long live the Queen!

Es lo único que en estos momentos, yo que soy republicano a rabiar, se me ocurre decir para loar al sistema judicial inglés, que le está dando una lección al mundo con el caso del ``burlador burlado'' Pinocho Pinochet.