José Antonio Rojas Nieto
La industria eléctrica en el umbral del siglo XXI

Que me perdone Adrián Lajous por parafrasear, repetir y tomar el título de su intervención del 18 de marzo en la refinería de Santa Cruz, en ocasión de la celebración de la nacionalización petrolera. La he reconstruido para proponerla en la celebración de la nacionalización eléctrica. Me dirá, con razón, que hay diferencias sustanciales entre petróleo y electricidad. Pero le diré con razón, que hay mucho más coincidencias de las que parecen aceptarse hoy.

Nos encontramos en el complejo hidroeléctrico más importante de México, el de la cuenca del hermoso Río Grijalva, para conmemorar dos hechos: la fundación que hizo el presidente Lázaro Cárdenas de la Comisión Federal de Electricidad el 14 de agosto de 1937 y la adquisición, el 27 de septiembre de 1960, de las empresas extranjeras con las que el presidente Adolfo López Mateos nacionalizó la industria eléctrica. Hemos venido a este embalse de Angostura a reafirmar nuestro compromiso de preservar, proteger y fortalecer la industria eléctrica nacional. Preservemos con determinación el carácter nacional de esta gran industria, junto con Pemex, símbolo emblemático e instrumento efectivo de nuestra soberanía económica. Preservemos la rica tradición del nacionalismo eléctrico mexicano de los presidentes Cárdenas y López Mateos.

Preservemos el dominio directo, inalienable e imprescriptible de la nación sobre las riquezas naturales a partir de las cuales se puede generar electricidad, pero también el alto desarrollo alcanzado en transmisión, transformación, control, distribución y comercialización de la energía eléctrica, asegurando con los particulares que ya participan en el proceso de generación, la producción y el abasto oportunos de electricidad, al menos costo y con la mayor calidad y confiabilidad para los mexicanos.

Protejamos la estructura de la industria eléctrica mexicana, su integración y su desarrollo. Protejamos las ventajas que ofrece la enorme riqueza de las cuencas del Grijalva y del Balsas, pero también el desarrollo alcanzado en todo el Sistema Nacional de Generación, en el Sistema Nacional de Transformación, Transmisión y Control, y en nuestra red nacional de Distribución Fortalezcamos la capacidad competitiva de la industria eléctrica mexicana en el mercado nacional e impulsemos su conducta productiva al nivel de los más altos estándares internacionales, brindándole los apoyos que requiere para asumir los retos propios de nuevas estructuras de mercado y formas de organización industrial. Fortalezcamos nuestra industria eléctrica nacional, reconociendo su misión y conducta empresarial, y exigiéndole que rinda cuentas claras respecto a su obligación fiduciaria y fiscal, como administradora de recursos propiedad de la nación y como responsable de un servicio público vital para los mexicanos y su desarrollo. Fortalezcamos nuestra industria eléctrica revitalizando sus órganos de gobierno y dotando al Estado de mejores instrumentos para ejercer su derecho de propiedad y su función reguladora.

La transformación de la industria eléctrica nacional debe ser gradual y cuidadosa. Sólo así se evitará la destrucción del valor económico que representa para México, se podrán diseñar y establecer nuevas reglas de juego y podrán madurar las nuevas instituciones que velarán por su cumplimiento. El éxito de una reforma supone contar con objetivos claros y requiere firmeza, esfuerzo sostenido y disciplina. Precisa una visión amplia y de largo plazo que fije la dirección y marque el ritmo. Sólo un Estado fuerte, sólidamente legitimado en una sociedad también fuerte, puede sentar las bases para que los mecanismos de mercado operen con eficiencia.

Estamos reunidos en el corazón de Chiapas, en una región que produce la mitad de la energía hidroeléctrica del país, correspondiente a cerca de la quinta parte del total nacional. Desde aquí se transmite uno de los volúmenes más importantes de energía eléctrica del país. Es una cuenca privilegiada, que junto con la del Balsas, en los estados de Guerrero y Michoacán, se suma a otras pequeñas pero nada despreciables cuencas hidráulicas, y a todo un sistema de plantas que consumen el residual que produce Pemex en su sistema nacional de refinación; también a plantas como Laguna Verde, cuyo juicio definitivo será importante promover próximamente; asimismo, a grandes centrales que consumen el carbón que se produce en Coahuila, o plantas de vapor geotérmico, de viento y, finalmente, a otras de alto nivel tecnológico, que producen electricidad a partir de gas natural, constituyéndose en la vanguardia tecnológica que podría orientar la modernización tecnológica del sistema nacional de generación en los próximos 10 años. Todas estas obras cuentan con instalaciones e infraestructura que se pueden aprovechar para apoyar un desarrollo económico regional más equilibrado. Esta tierra de mames, chamulas, tojolabales, tzeltales, tzotziles, zoques que con justicia tanto reclaman sus derechos y su autonomía, es donde se ubica una de las más ricas bases de nuestra industria eléctrica nacional, sin duda la de mayor renta económica relativa, por la posibilidad de encauzar sus aguas por la infraestructura hidráulica de Chicoasén, Malpaso, Angostura y Peñotas.

Por eso, además de esa doble celebración, también desde aquí celebramos hoy el inicio de un irreversible proceso de transformación de nuestra industria eléctrica, sin renunciar a su carácter nacional y a su vocación de servicio a todos los mexicanos.