n De regreso momentáneo en México, presentó su libro La novela virtual
El escritor es un manipulador de los lenguajes, dice Gustavo Sainz
n La realidad tiene un valor literario si se presenta de determinada manera, comenta el autor de La princesa del Palacio de Hierro n ''Evito escribir novelas gordas, pero no me salen de otra forma''
César Güemes n Gustavo Sainz siempre tiene a mano más preguntas que respuestas. O, en todo caso, responde preguntándose a sí mismo sobre aquello que se le interroga. Casi sólo él de entre los narradores mexicanos contemporáneos, un adicto a las palabras, consigue tal fluidez verbal. Ha regresado momentáneamente a México para presentar su nuevo libro, La novela virtual (atrás, arriba, adelante, debajo y entre), que al mismo tiempo alberga una historia de amor y fue hecha con la estética del síndrome del control remoto.
ųToda novela es experimento y sin embargo desde hace 40 años en México el género se parece a sí mismo en lo formal. Usted no cesa, en cambio, de experimentar.
ųTrato de ser honesto conmigo mismo, y si voy a hacer una novela sobre el tema que sea, no puedo pensar que tomaré el modelo de Pavese o Fielding o Payno para hacer el libro. Lo invisible que quiero hacer visible, cuando por fin me decido a escribirlo, adquiere su propia forma, su ritmo, velocidad y disposición tipográfica. No hago que las novelas sean forzosamente de una manera o de otra, no puedo hacer uno de mis libros como una crónica a la manera de Wolfe o de Mailer o de Gore Vidal. Prefiero que la obra fluya a través de mí. Y a la vez hay otra cosa: pienso que en el final de siglo hay estéticas nuevas, como las había a fines del XIX. Así como entonces hubo impresionistas, cubistas, surrealistas, ahora existen las estéticas de Kodak, de MTV y lo que llamo el síndrome del pulsador electrónico. Todos hemos vivido la experiencia de cambiar de canales sucesivamente con el control remoto. Bueno, esta nueva novela está escrita bajo esa estética, la del pulsador electrónico.
"Eso quiere decir que no me detengo a describir nada, porque ya tenemos todas las estampitas desde antes. Sabemos cómo son las carreteras, los coches, las muchachas jóvenes con un anillo en el ombligo. Ya sólo enuncio y con eso basta. Si los narradores no escriben así es porque no se dan cuenta que viven en una modernidad, piensan que todavía están en el siglo XIX, y es su problema. Ahora, no creo que hoy se hagan buenas novelas con la forma clásica. Si hay autores que apelando a la manera tradicional del género creen que están aprehendiendo la realidad, cuando todo nos ha demostrado que no es así, es evidente que pasan por un estado de flojera".
Sin control en la novela
ųCuando la forma se le da de manera casi automática por el oficio, Ƒqué tanto le queda entonces de dominio sobre el texto?
ųEso es muy difícil de establecer. Antes decía que dejaba abierta la ventana de lo irracional, de la locura, para ver qué me comunicaba. Pero luego me fui dando cuenta de que no era así. Al hacerse la primera tesis sobre mi segunda novela me percaté de que no tenía ni la más remota idea de lo que había dicho. Mientras pensaba que el control estaba casi todo de mi lado, lo cierto es que no contaba ni con el 50 por ciento. Más adelante pensé: lo que pasa es que no escribo, sino que soy escrito; que no hablo una lengua, sino que la lengua habla a través de mí. Esto es, que el escritor es un manipulador de los lenguajes, es alguien que descubre que este fragmento de la realidad tiene valor literario si se presenta de determinada manera. Es decir, que la literatura está en la mirada y que el artista es alguien que reconoce esa manera de mirar. Y entonces hoy te digo: ya no tengo ningún control sobre la novela. Más bien lo que hago es una especie de calistenia, de aeróbicos narrativos, de hallazgos de un renglón. Se ha reducido muchísimo el dominio que pudiera tener sobre el libro entero.
ųSu nueva obra es una novela de amor, en el más amplio de los sentidos. Eso no cambia, no es asunto de época o de modernidad.
ųAhí el problema es qué es el amor cuando no es una estampita. Puede ser un impulso eléctrico, una asociación química, el encuentro de dos imaginarios o meramente palabras. En esta nueva novela podría confirmarse una tesis que sostuve en La princesa del Palacio de Hierro: "el amor es la más habladora de todas las pasiones". De modo que este sentimiento puede ser una red de palabras y lo que hace la novela es un poco investigar qué se esconde atrás del cliché. No es fácil explorar eso. En algún momento del libro se dice, por ejemplo: "La mujer no existe, lo que existe son las muchachas y los varones que las destruimos". Así que es una novela sobre el deseo y el deseo de ser una novela.
ųEl protagonista de la obra comparte con el autor varios elementos. ƑQué tanto es usted, cuánto hay de autobiografía?
ųSe lo oí a Otalola y después a muchos otros españoles: todo lo que no es autobiográfico es plagio. Así que el libro es autobiográfico y no. Soy profesor de un college que se parece mucho al de la historia y recibo correos electrónicos muy similares a los que aquí propongo. Pero a diferencia del personaje, no soy viudo, no tengo hijas, no bebo cerveza, no me gustan las películas que a él le gustan, leo más libros que él y hablo idiomas que él no posee. Es cierto que en la trama hay muchas teorías propias de lo que debe ser una narración y numerosas citas que uso en mi vida cotidiana, pero a la vez hay una distancia. Parto de la idea de que hacer autobiografía es imposible. En todo caso sería un ensayo sobre la posibildad de un yo ficticio con base en mi experiencia.
ųEl sustrato de la obra es la narración de 52 días consecutivos. Si la autobiografía no es posible, quizá tampoco lo sea el retratar fielmente ese lapso.
ųEs un problema técnico. Para ver si era posible repetir 52 veces que el personaje duerme, se levanta, se baña, va clase, dice buenos días, lee el periódico y todo eso, es que me propuse hacer este trabajo. Finalmente es la historia de un verano. Al college donde imparto clase en verano he ido 19 años consecutivos. ƑHubo un verano como el que cuento? A lo mejor no. Hay una mezcla de todos los 19 o de algunos, de modo que se hace ficción y lo autobiográfico se erosiona. Por ejemplo, en la novela el protagonista va a una conferencia de un intelectual español que se apellida García Lorenzo, sobre los teatros en la España medieval, y luego los dos hablan del tema. Esa es una conversación que realmente tuve. Pero hay muchas otras que nunca existieron. Así que aunque deliberadamente quisiera hacer 52 días tal como sucedieron, no lo lograría. Los teóricos de la autobiografía dicen que para escribir una obra de ese tipo tiene que haber un compromiso inicial: efectivamente el resultado será autorreferencial y se va a revelar un secreto. En mi caso no tengo secretos, no se me ocurre ninguno, y así no puedo hacer una autobiografía como es debido.
Grafómano, escribir en el camión
ųEn la descripción que hace de su personaje protagónico lo señala como grafómano. Si hay un adicto a la escritura es usted. ƑCoincide?
ųMás o menos. Conozco a dos: Mario Vargas Llosa y José Agustín. Escribían a mano durante horas. Agustín dijo en una entrevista, con esa manera de ejemplificar que tiene, que literariamente él era un escritor con diarrea y yo un estreñido. Es posible. Recuerdo que en ocasiones íbamos los dos en algún camión y él iba agarrado del tubo con una mano y escribiendo con la otra. Yo no era capaz de tanto. Eso es ser grafómano.
ųConforme pasa el tiempo sus novelas son cada vez más amplias. Atraviesa por un proceso inverso al de muchos prosistas.
ųNo trato de hacer novelas gordas, porque no es fácil que las publiquen. Pero no me salen de otra forma. Ahora trabajo en una que ya veo que va a ser gordísima. Tata de la Independencia de México, aunque ahí salen Samuel Ruiz y Marcos, y una duquesa que andaba con cuatro negritos. Comencé a trabajar, pues, en esa obra que me parece divertida y aguda sobre una guerra que más o menos todos sabemos, pero que yo pienso que nadie se sabe bien. A lo que le tengo más miedo es a que me vaya a salir de 800 hojas. Ya llevo 150 y los personajes apenas se subieron a los caballos.
ųEs usted uno de los más organizados escritores mexicanos. Su producción es testigo de ello.
ųMi respuesta se parece a lo que decía Fuentes respecto de sus estancias en Londres. Unas de las cosas que me decidieron a irme a Estados Unidos fue que allá me puedo aislar muy tranquilamente. Aquí no me da tiempo ni de escribir en mi diario. Pero también es algo relativo a la edad: cuando hice mi primera novela lo horrible era escribir la segunda, porque no tenía una sola idea para comenzarla. Ahora, en cambio, lo que tengo son muchas novelas en el tintero y lo que me falta es tiempo. Ahí se confirma la idea de que soy escrito por las novelas en vez de que yo escriba mis libros.
(La novela virtual se presentó en el Palacio de Minería, con los comentarios de Hugo Gutiérrez Vega y Laura Esquivel.)