LOS BALCANES, EXPLOSIVO ROMPECABEZAS
Guillermo Almeyra
Todo en la historia de la península balcánica, ese puente entre Asia y Europa, parece conspirar para hacer de esta región una de las más explosivas e inestables del mundo. Allí, en ese caldo turbio, en el que se entrelazan las etnias marcadas por rencores seculares, se mezclan o se oponen las culturas y florecen las diferencias religiosas, pescan desde siempre las grandes potencias sucesivas.
Resumir la historia de esta región tan marcada por las llanuras regadas por el Danubio y por su colocación en la parte oriental del Mediterráneo requeriría un espacio mucho mayor. Por consiguiente, trataremos aquí de explicar sólo algunos aspectos fundamentales -los que atañen particularmente a la actual guerra de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, lunga manus de Estados Unidos, contra la llamada pequeña Yugoslavia (la república federal formada por Serbia y Montenegro)- y también intentaremos deducir de la historia algunas posibles consecuencias de esta agresión que no tiene precedentes desde el ataque de Hitler contra Serbia.
Cuando los medios de información manipulados por los agresores intentan reducir todo a la personalidad agresiva y nacionalista del líder serbio Slobodan Milosevic (que no puede ser ni ignorada ni desestimada, pero tampoco explica por sí misma un conflicto de esta magnitud) es necesario volver los ojos al pasado, lejano o cercano, y estudiar aunque sea someramente las bases materiales (políticas y económicas) de esta guerra cruenta.
El mosaico balcánico
Empecemos por los Balcanes: en esta atormentada península europea conviven difícilmente la ex Yugoslavia hoy fragmentada y que dio origen a la pequeña Yugoslavia formada por Serbia y Montenegro, a Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina (dividida entre las regiones o repúblicas musulmana, croata y serbia), Albania, la Grecia continental, la parte europea de Turquía, Bulgaria y el sureste de Rumania.
La historia de esta región está marcada por la penetración en ella hace cuatro mil años de pueblos indoeuropeos que se instalaron en las riberas del Adriático en la Iliria y Epiro, y sobre el Egeo, en Macedonia y Tracia. Helenizados, tuvieron gran influencia en el mundo antiguo, con Filipo y Alejandro el Grande de Macedonia o con Pirro, rey del Epiro, que combatió contra Roma.
Esta ocupó toda la península después de apoderarse de Grecia y formó en ella cuatro provincias (Dacia, Tracia, Mesia e Iliria) pero su influencia fue superficial, ya que el Imperio Romano se dividió en un Imperio de Occidente, con Roma como capital, y otro de Oriente, basado en Constantinopla, al cual quedaron sometidas estas provincias, y ya que las continuas invasiones de otros pueblos germánicos o asiáticos (sármatas) modificaron permanentemente el panorama étnico y cultural.
En los siglos V al VII de nuestra era se instalaron allí los eslavos, provenientes de Ucrania, y en el VII también lo hicieron los búlgaros, un pueblo fino-mongol que asumió la lengua y la cultura eslavas. Serbios y croatas, por lo tanto, desde hace más de 1500 años están en las regiones que hoy habitan y, al igual que los búlgaros, tienen en su pasado momentos gloriosos de independencia (con grandes y potentes reinos ya a partir del siglo IX, en el caso de estos últimos, y en los siglos XII-XIV en el caso de los primeros), y otros, largos, seculares, de sometimiento a los turcos, que ocuparon la península.
Croacia y Eslovenia, las regiones occidentales de esta tierra de paso, fueron cristianizadas por el Imperio de Occidente, y por lo tanto son mayoritariamente católicas y tienen un alfabeto latino; Serbia, Macedonia y Bulgaria, en cambio, lo fueron por el Imperio de Oriente, son de religión cristiana ortodoxa, como Rusia, y como ésta tienen el alfabeto cirílico (del nombre del monje búlgaro que cristianizó a las tribus y, para hacerlo, inventó un alfabeto diferente del griego y del latino). Las regiones occidentales sufrieron, en el Medievo, la conquista por Venecia ya a partir del siglo X (ocupando la costa dálmata desde la actual Croacia hasta Grecia, que sembró de puertos militares, como Ragusa-Dubrovnik, Zara, Durazzo, Corfú, Cefalonia), o por el reino de Hungría, que en el siglo XI se anexó Croacia y Bosnia. Las regiones orientales, en cambio, vivieron en lucha contra los emperadores bizantinos, hasta que en un proceso que duró desde mediados del siglo XIV hasta fines del siglo XV los turcos conquistaron Constantinopla y toda la región en la que permanecieron durante casi cinco siglos.
La formación de los países actuales
Con la ayuda de Rusia y de los venecianos, a los cuales Turquía había quitado el dominio comercial y político del Mediterráneo oriental y el acceso al Asia Menor, Montenegro se liberó de los turcos en el 1700. Serbia se levantó a su vez en 1804 y formó un principado en 1817, Grecia insurgió y obtuvo su independencia en 1829 y los principados rumanos de Moldavia y Valaquia consiguieron su autonomía en 1856.
Pero la decadencia de Turquía abrió el camino a Rusia, que había derrotado a la Sublime Puerta en la guerra de 1877-1878. Entonces Inglaterra y Austria, temerosas de que Rusia controlase el paso de los Dardanelos y tuviese acceso libre al Mediterráneo, y de allí a los mares calientes asiáticos (o sea, a la India, que era colonia inglesa), crearon una barrera antirrusa concediéndoles la independencia a Bulgaria, a Serbia, a Montenegro y a Rumania, y colocando a Bosnia y Herzegovina bajo el dominio de Austria y de Hungría, que se anexó las dos regiones en 1908 y obligó a los turcos a aceptar la independencia de Albania.
Serbia y Bulgaria se desgarraron en la guerra de 1885 por la disputa de los territorios arrancados a los turcos y Grecia combatió nuevamente contra Turquía en 1897. La decadencia de los otomanos, por otra parte, determinó la primera guerra balcánica entre búlgaros, serbios y griegos -aliados- y los turcos, en 1912-1913 (un año antes de la Primera Guerra Mundial), que expulsó prácticamente a Turquía del continente europeo y liberó a Macedonia de los turcos; pero las disputas sobre la división de esta última región llevaron a Bulgaria a atacar a Serbia y a Grecia, que se aliaron con Rumania y la derrotaron. Serbios y griegos se dividieron entonces la mayor parte de Macedonia.
Se crearon así nuevas tensiones. Serbia esperaba liberar Bosnia-Herzegovina del yugo austrohúngaro y reunir a todos los eslavos del sur (o sea, incorporar a los croatas y eslovenos dominados por Viena); Austria, a su vez, esperaba la ocasión para aplastar a Serbia; Bulgaria y Turquía, derrotadas, esperaban la revancha apostando todo a una alianza con las potencias centrales (Alemania y el Imperio Austrohúngaro); Rumania y Grecia, en cambio, buscaban apoyarse en Francia. Todo eso llevaba a una participación subordinada de los países balcánicos en la disputa entre las grandes potencias que culminó poco después con la Primera Guerra Mundial, al terminar la cual Turquía y Bulgaria fueron despedazadas por los vencedores. Austria, por su parte, perdió Istria y Fiume y parte de la costa dálmata, que pasó a manos de Italia, que durante la guerra había ocupado el sur de Albania, y no pudo impedir la unificación de los pueblos eslavos del sur en el reino de los serbios, croatas y eslovenos, llamado después Yugoslavia, que Belgrado dirigía, y que incorporó también al reino antes independiente de Montenegro.
En vísperas de la Segunda Guerra Mundial los Balcanes se encontraban así ante al nacionalismo de los croatas, católicos, que mal resistía el centralismo de la monarquía serbia, ante una fuerte y vieja influencia rusa, que se apoyaba en el eslavismo y en la religión ortodoxa para construir puentes políticos en la región, ante la amenaza alemana (e italiana, en menor medida), ante el hecho de que muchos pueblos eslavos (de Albania, de Bosnia-Herzegovina) habían sido durante siglos islamizados y utilizados por Turquía como fuerzas de choque y de opresión contra griegos y serbios. Y tenían a sus espaldas también toda una historia de guerras antiturcas (y de guerras entre los reinos y naciones vecinos).
Además, como consecuencia de la Revolución Rusa de 1917, nació en Hungría -vencida en la guerra mundial y obligada a ceder la Transilvania a Rumania, Eslovaquia a los checos y Bosnia-Herzegovina a los serbios- una breve República Socialista de los Consejos (marzo-agosto de 1919), que fue derrotada por la intervención rumana y que resultó en la dictadura católico-fascista del almirante Horthy. En Grecia, al mismo tiempo, la dictadura de Metaxas era odiada por los trabajadores, y en Rumania, Bulgaria y Yugoslavia se desarrollaron también movimientos y gobiernos profascistas, mientras en este último país se fortalecía un fuerte partido comunista clandestino (su secretario general fue liquidado por Stalin en las purgas de los años treinta), con gente fogueada por su participación en las Brigadas Internacionales que combatieron en la Guerra Civil Española.
En el periodo que preparó la segunda gran matanza los gobiernos de los países balcánicos se caracterizaban así por su ruptura con sus pueblos respectivos y por su inestabilidad y crisis, y sobre la región al mismo tiempo aparecía nuevamente en el horizonte el peligro de la imposición de un nuevo yugo germánico (Hitler se había anexado Austria e impuesto su protectorado en Checoeslovaquia y respaldaba abiertamente a los movimientos fascistas de los Balcanes).
La Segunda Guerra Mundial y la posguerra
Cuando el Viernes Santo de 1939 Mussolini invadió Albania y en una semana depuso al rey Zog I y nombró en su lugar a Víctor Manuel III, y después se lanzó a la guerra contra Grecia, dio el primer golpe de pico a la destrucción de las estructuras políticas balcánicas laboriosamente construidas después de la guerra mundial. Derrotados en 1940 los fascistas italianos por la resistencia griega, los nazis intervienen en 1941 y ocupan toda la región. Yugoslavia es despedazada y ocupada por los nazifascistas. Bulgaria se anexa en efecto Macedonia mientras Italia lo hace con Eslovenia y parte de la Dalmacia y pone un rey fantoche italiano en la Croacia independiente manejada por el criminal de guerra católico-fascista Ante Pavelich (que terminaría huyendo a la Argentina disfrazado de cura y con pasaporte vaticano).
En Grecia, ocupada por los alemanes y los italianos, nació entonces una fuerte resistencia armada antifascista dirigida por los comunistas. En Yugoslavia, los nazis gobernaron mediante una marioneta, el general Néditch, mientras en Bosnia el croata Pavelich y sus ustachis masacraban a cientos de miles de serbios. En toda Yugoslavia surgió también una poderosa resistencia popular que daría origen a un ejército guerrillero donde participarían todas las nacionalidades y que fue capaz de derrotar a las tropas alemanas de ocupación y estaba dirigido por el croata Josip Broz Tito, por el esloveno Kardelj, por el judío Moshe Pijade y por los serbios Vladimir Dedijer y Milovan Djilas, entre otros.
La resistencia monárquica, dirigida por el coronel serbio Mihailovich y formada por nacionalistas chetniks anticomunistas, colaboraba en cambio con los alemanes contra Tito y sus guerrilleros. En esas condiciones, y aunque los ingleses y Stalin mismo eran partidarios de la unificación entre los comunistas y los monárquicos y de la construcción de un gobierno común dirigido por el rey Pedro II Karegeorgevich, la lucha entre los comunistas y los nacionalistas conservadores hizo imposible esa solución. De modo que Yugoslavia se liberó de los ocupantes antes incluso de la entrada de las tropas soviéticas (octubre de 1944), sentando así las bases para su independencia de Stalin y para la construcción de un experimento único de colaboración entre las diferentes nacionalidades, culturas y religiones, en una república socialista de tipo federal. En todos los Balcanes la derrota del nazifascismo provocó enormes cambios.
En Grecia, que Stalin había concedido a Inglaterra en los pactos de Yalta-Potsdam, las tropas inglesas ahogaron en sangre un levantamiento democrático de los trabajadores que duró tres años y fue dirigido por el EAM-ELAS y condenado al fracaso por Moscú, que lo saboteó a pesar de que había llegado a dominar todo el país, con excepción de Atenas y Salónica. La represión de los monárquicos y los británicos (apoyados por Estados Unidos, que empezaban a tener una política europea) fue terrible.
Pero en el resto de la península (Bulgaria, Rumania, Albania, Yugoslavia) llegaron al poder los partidos comunistas. En los dos primeros países éstos eran minoritarios y aceptaban la política de Stalin de constituir gobiernos de unidad nacional con las monarquías o los conservadores para construir democracias populares, manteniendo el capitalismo pero con una política exterior prosoviética. En Albania, en cambio, los guerrilleros comunistas habían sido ayudados por los yugoslavos, y en Yugoslavia el Partido Comunista tenía una ala ligada a Moscú, pero había conquistado en la lucha su independencia del Kremlin. Por consiguiente, tanto Albania como Yugoslavia se independizarían de la URSS, a diferencia de los otros países donde los comunistas llegarían al poder gracias a la influencia de las tropas soviéticas pero casi sin apoyo propio, cuando Stalin decidió, en 1946, responder a la guerra fría de Estados Unidos echando de los gobiernos de coalición a los socialistas, socialdemócratas y partidos burgueses que estaban aliados con los comunistas.
Con la muerte del búlgaro Georgy Dimitrov, que quería, con Tito, crear una Federación Balcánica, donde unificaran sus esfuerzos todos los partidos comunistas en el poder de la región, el PCY quedó solo. Fundador del Cominform (comité unificador de los partidos comunistas de todo el mundo), rompió sin embargo con Stalin el 28 de junio de 1948 y Yugoslavia debió así, además de sacar de sus puestos a los estalinistas locales, buscar cómo resistir mientras Stalin asesinaba por titistas y nacionalistas a todos los dirigentes comunistas más o menos independientes, que habían dirigido la resistencia antinazi o combatido en España y, por lo tanto, eran peligrosos. Tito se apoyaría entonces en una liberalización marcada por la autogestión, en el fin de la estatización de la tierra o de la obligatoriedad de participar en las cooperativas agrícolas, en el federalismo, en el neutralismo y el no alineamiento, al mismo tiempo que combatiría el nacionalismo racista de los chetniks serbios y de los ustachas croatas, apoyados desde el extranjero.
Los esfuerzos federales en pro de la igualdad de las repúblicas y de las zonas autónomas llevarían, por ejemplo, a conceder una ayuda mucho mayor a Kosovo que a otras regiones para compensar su atraso relativo. Además, cada república tendría sus órganos parlamentarios, su autonomía y participaría con las dos regiones serbias autónomas (Voivodina, poblada por una mayoría de origen húngaro y habitada por otras minorías, y Kosovo, en la que los albanófonos tendían ya a ser mayoría) en la Cámara de las Nacionalidades, integrante de la Asamblea Federal. Además (¡con excepción de Tito!) todos los cargos serían rotativos y sólo se admitiría una reelección, mientras, después de Tito, que era presidente vitalicio, la Federación sería presidida rotativamente, en un periodo no renovable de un año, por un representante de cada una de las repúblicas y de las zonas autónomas, entre las cuales, naturalmente, estaba Kosovo.
Aunque Tito (quien murió en 1980) emprendió en 1971 una dura campaña contra los nacionalismos, y especialmente el croata (pues los burócratas de cada república utilizaban el nacionalismo para legitimarse y obtener apoyo popular), y trató de dar nueva fuerza a la Liga de los Comunistas, la crisis económica de los años 80-90 y los enormes costos de la importación de petróleo hicieron inútiles esos esfuerzos. En efecto, los ingresos de un esloveno eran seis veces superiores a los de un montenegrino, de modo que Eslovenia se resistía a subsidiar a las regiones más pobres; lo mismo pasaba con Croacia, que aportaba un tercio de los ingresos de la federación pero recibía de ésta tres veces menos y prefería, por lo tanto, establecer relaciones privilegiadas con Europa occidental en vez de depender de Belgrado.
Los mismos motivos que llevarían años después al regionalismo racista y separatista de la Padania, en el norte de Italia, actuaron clara y prematuramente en la Yugoslavia postitista pues la mundialización, simultáneamente, desarrolló los regionalismos que no tenían en cuenta las fronteras estatales, y redujo la fuerza y las funciones de los Estados.
Kosovo tenía una autonomía amplia garantizada por la Constitución yugoslava. Sin embargo, Slobodan Milosevic, líder de la República Serbia, anuló en 1989 dicha autonomía de esa región perteneciente a Serbia, reprimió sangrientamente las protestas y disolvió la Asamblea y el gobierno de esa región autónoma. Al mandar el ejército contra Eslovenia y al adoptar este paso anticonstitucional, Milosevic buscaba una alianza con los extremistas nacionalistas serbios dirigidos por Seselij, apoyándose en el nacionalismo serbio y en la idea de construir una Gran Serbia. A su vez, los nacionalistas extremistas ustachas croatas y el presidente croata Tudjman recibieron inmediatamente el apoyo de Alemania y del Vaticano (el Papa reivindicaría posteriormente la figura del cardenal Stepinac, que colaboró con los nazis y con Pavelich y cubrió las atrocidades antiserbias durante la ocupación y por ello fue condenado a 16 años de cárcel por la nueva Yugoslavia).
La ruptura de Eslovenia y Croacia con la federación y la guerra posterior en Bosnia-Herzegovina entre los croatas, los serbios y los musulmanes (en realidad, serbios islamizados por los turcos), en la que todos combatían contra todos y los extremistas de los tres bandos (y no sólo los serbios) cometieron crímenes atroces en nombre de la limpieza étnica, fueron procesos alentados tanto por Milosevic, para mantener el poder en nombre del nacionalismo, como por Alemania, Estados Unidos y Turquía, con la participación del régimen mafioso albanés de Berisha, posteriormente depuesto por una sublevación popular.
Al permitir que en Europa se borraran y rediseñaran por la fuerza las fronteras surgidas de la guerra antinazi, Alemania, Estados Unidos y sus aliados abrieron la caja de Pandora de los desastres y las guerras sin fin. Milosevic, por ceguera, inconsciencia, arrogancia o locura, colaboró con ellos, pero no fue el principal protagonista del drama, en el que se destacan Helmuth Kohl y los socialdemócratas alemanes; el polaco Karol Wojtila, cegado por su fundamentalismo católico procroata; el ustacha Tudjman; el fascista musulmán Izbegovich, apoyado por Turquía, la mafia de Albania, Arabia Saudita, el fundamentalismo islámico, los talibanes y, por supuesto, el demócrata William Clinton, nombrado por Dios mismo desfazedor de entuertos y fazedor de guerras.
Albania, Kosovo y los Balcanes
En la Yugoslavia del mariscal Tito, Kosovo se benefició ampliamente del apoyo que le prestó la Federación y gozó de todas las libertades culturales, económicas, lingüísticas, religiosas. En esa región autónoma que fue la cuna histórica de Serbia y donde ésta libró y perdió su batalla decisiva contra los turcos el 20 de junio de 1389, sus habitantes albanófonos son serbios islamizados por los ocupantes y hablan un dialecto diferente al de los clanes del norte de Albania, que a su vez son diferentes de los clanes albaneses de la costa adriática.
Los serbios de Kosovo ni soñaban pues con unirse a la pobre y atrasada Albania, ya que su nivel de vida, de cultura y de libertades es muy superior al de ella; lo empezaron a hacer, sin embargo, cuando en Albania cayó el régimen dictatorial del estalinista prochino Enver Hodja y, después, el régimen corrompido y mafioso de Sali Berisha, aliado a la mafia turca y calabresa y gran vendedor de armas y de drogas durante la guerra de Bosnia. Y, sobre todo, cuando Milosevic, al quitarle la autonomía a su región y al reprimir la protesta civil, quitó el terreno bajo los pies al ala albanófona dirigida por el presidente Ibrahim Rugova, que buscaba recuperar la autonomía (y no la independencia) mediante la resistencia civil organizada, la creación de estructuras legales y de enseñanza paralelas a las yugoslavas y por vías políticas y negociadas con Belgrado pero respetando el carácter pluriétnico y pluricultural de la región autónoma.
Para colmo, el aflujo de los prófugos serbios procedentes de Bosnia, donde éstos eran víctimas de terribles matanzas, reforzó por un lado el espíritu granserbio de los que niegan toda autonomía a la mayoría albanófona en Kosovo y, por el otro, el terrorismo racista, del grupo independentista Ejército de Liberación de Kosovo, que mata a los serbios y los echa de sus aldeas, que quema y que crece financiado por la venta de drogas procedentes de Turquía, como denunció The Times esta semana misma, y por el dinero de la OTAN y de Washington, que los reconocen como representantes de un pueblo que en su mayoría no los apoya.
El ex presidente albanés Berisha, para mantener el poder en su clan y el poder de su clan en el norte de Albania, agitó la bandera de la gran Albania y del apoyo al independentismo de Kosovo y la anexión de éste a Albania. La guerra le permitió mantener y legalizar con el apoyo estadunidense su negocio de venta de armas y de droga, sus lazos con Turquía y con el fundamentalismo islámico, su alianza con la mafia que lucra con el contrabando de refugiados albaneses a Italia y su fuerza política frente al débil gobierno de Tirana. Pero la anexión de Kosovo significaría la guerra entre Albania y Serbia, que se extendería a Bosnia, a Macedonia y posiblemente a Grecia y Bulgaria.
En efecto, en Bosnia el dictador Izbegovich vive del apoyo estadunidense y sobre todo turco y del fundamentalismo islámico (Arabia Saudita, Afganistán, incluso iraní y argelino).Turquía, por su parte, tiene interés en reforzar su posición en esa república musulmana que le permite reforzar su presencia en Europa, frenar a la oposición islámica en Anatolia, al mostrar su islamismo en el exterior, debilitar a Grecia y a Serbia, tradicionales adversarios, hacer grandes negocios en el tráfico ilegal, y chantajear a la Unión Europea, que no la acepta debido al genocidio que está cometiendo con los kurdos y a la gran represión contra los opositores y demócratas de todo tipo, y que exige el fin de la ocupación turca de la mitad de Chipre, que dura ya 25 años.
Al mismo tiempo, en Macedonia un tercio de la población es de origen albanés y, aunque el gobierno de esa república está lejos de simpatizar con Milosevic, no puede tolerar la gran Albania que la mutilaría, mientras Bulgaria dice que los macedonios son en realidad búlgaros y en el norte de Grecia, cerca de la frontera con Albania, hay una fuerte minoría albanesa (mientras en Albania, cerca del mismo límite, hay una poderosa minoría griega).
Todo esto crea las condiciones para una tercera guerra balcánica, en la que intervendría sin duda Rusia, aunque sólo sea vendiendo armas avanzadas de todo tipo a sus protegidos eslavos y creando tensiones con Turquía, que amenaza sus intereses en Asia central y Medio Oriente y que es el peón estratégico de Washington en el tablero europeo y del Mediterráneo oriental.
Europa, Estados Unidos y los Balcanes
Turquía, más que Israel (con el cual Ankara está unida por un pacto militar), es la pieza fundamental de la estrategia estadunidense en la zona. Desde Chipre y desde Anatolia Turquía amenaza a Grecia y, por lo tanto, frena las veleidades griegas de sacar las bases estadunidenses de su territorio. El reingreso de Turquía a Europa reforzaría a la derecha y a Estados Unidos en la región. La liquidación de Serbia mediante la independencia de Kosovo y la separación entre Belgrado y Montenegro debilitaría a la diplomacia rusa, ortodoxa y paneslavista aun a riesgo de irritar al nacionalismo impotente de los militares rusos. Además, metería una cuña entre los carolingios (Francia y Alemania), ya que la segunda tiene históricamente sólidos lazos con Turquía y aspiraciones al dominio en toda Europa central y los Balcanes, mientras la primera es, desde siempre, garante de Grecia y de Serbia.
Estados Unidos tiene todo el interés del mundo en jugar con las diferencias entre los Estados europeos para retardar la unidad política europea que, inevitablemente, llevaría a una política militar y de seguridad firme y única, para respaldar el peso económico y político de este principal (en este momento, único) competidor de Washington. Para eso Estados Unidos decide por sobre las Naciones Unidas (para evitar un veto ruso o chino, pero también una abstención francesa en el Consejo de Seguridad) y da peso a la OTAN antes de que Europa se independice de ésta, como está discutiendo desde hace rato.
Estados Unidos aparece así, por primera vez en la historia, como protagonista en los Balcanes, ya que Inglaterra no puede volver a la región sino prendida de los faldones de su casaca militar. Militarmente, impone su política y soldados alemanes agreden a Yugoslavia (y probablemente muchos de ellos morirán allí, como hace 50 años), porque Estados Unidos no puede mandar su infantería (el costo en vidas y en dinero sería muy alto y el pueblo estadunidense no lo aceptaría) y debe recurrir a sus subordinados (como hacían antes los ingleses con los cipayos o lo hacen hoy con los gurkas).
Pero la presencia de estos soldados europeos no puede disfrazar el hecho de que la guerra contra Serbia es en realidad una guerra contra la unidad europea y, en particular, contra la democracia y la izquierda en Europa, que no pueden tolerar que los problemas se resuelvan con métodos de guerra.
En efecto, en Francia el ministro del Interior, Jean Pierre Chevnement, protestó violentamente, al igual que los comunistas, los trotskistas, los verdes, entre otras cosas contra el hecho de que la decisión de bombardear a Serbia no haya sido discutida por ningún pueblo ni por ningún parlamento, pues fue adoptada sólo por los jefes de Estado, en violación total de las Constituciones respectivas, del mismo modo que Washington violó la Carta de la ONU al pasar por sobre ésta.
En Italia el mismo gobierno centrista de D'Alema protesta por la misma razón, y una parte de su partido, así como una parte de la mayoría, los recién adquiridos comunistas de Italia dirigidos por Cossuta, hacen manifestaciones contra la guerra junto a Refundación Comunista, los verdes, los pacifistas, y hasta la Liga Norte y los obispos, que en esto siguen al Papa ecuménico que teme una nueva guerra de religión entre católicos, ortodoxos y musulmanes. En España los mismos socialistas, a cuyas filas pertenece el secretario de la OTAN, Fernando Solana, tránsfuga del antiatlantismo, se unen a los de Izquierda Unida y a los verdes y nacionalistas.
Si la guerra de Vietnam cesó porque los muertos que llegaban a Estados Unidos eran demasiados y provocaban demasiada protesta, ¿cuántos alemanes o franceses deberán morir en Yugoslavia para que Francia o Alemania se retiren de la aventura de Washington? Si el incidente del funicular en los Alpes italianos, en Cermis, y la absolución del piloto pluriasesino, provocó en Italia una gran presión para que el país se retire de la OTAN, ¿qué pasará si el territorio italiano, de donde salen los aviones, es amenazado por Yugoslavia, que puede alcanzarlo? Ya las empresas italianas en Yugoslavia y Albania condenan la guerra...
¿Y qué sucederá si cohetes y aviones rusos de último modelo dan en blancos de la OTAN? ¿Qué si Rusia presiona a los países de Europa oriental y los Balcanes para evitar una derrota serbia? ¿Acaso alguien cree que la guerra contra un país debilita al presidente del mismo, en vez de reforzarlo por el sentimiento de defensa nacional y de debilitar, en cambio, a la oposición y a los pacifistas o derrotistas? ¿Dónde están las protestas anti Milosevic de un país que reacciona con firmeza y dignidad y se prepara a una guerra larga? ¿No es hora acaso de hacer oír fuertemente la protesta europea y de todo el mundo contra una agresión unilateral y decidida a espaldas de los pueblos que quiere destruir y despedazar a una nación soberana? ¿Dónde está la preocupación por las vidas humanas de quienes bombardean a civiles y, de paso, llevan a un aumento de la represión en Kosovo y a una posible guerra en toda la región? ¿Cuál es la autoridad moral de quienes bombardearon Panamá o Grenada o respaldan el genocidio contra los kurdos o la opresión de los palestinos?
Yugoslavia ante el ataque
En la guerra, se sabe, una de las primeras víctimas es el derecho de disentir del gobierno y la democracia. Milosevic no solamente se reforzará a costa de los derechos de quienes se oponen a él y a la guerra, como se reforzó antes Saddam Hussein, sino que también reforzará sus lazos con los partidarios de la gran Serbia, los ultranacionalistas y racistas dirigidos por Seselij, vicepresidente de la república y cuyo partido oscurantista crece ante la sensación que tienen muchos serbios de ser víctimas de una agresión y una conspiración colonialista y de ser discriminados en toda negociación. ¿Aceptaría Estados Unidos ser bombardeado por países que consideran intolerable el racismo y la situación de los negros y que exigen, con bombas y cohetes, instalar sus tropas, por ejemplo, en Arkansas o en Texas, para garantizar los derechos humanos? ¿Por qué debería aceptarlo Serbia? Si actualmente hay grandes problemas entre Milosevic y los gobernantes de Montenegro (por no hablar de Macedonia), lo más probable es que esas brechas se cierren momentáneamente, al menos ante el ataque y la comprensible reacción solidaria de los pueblos eslavos hermanos de los serbios.
La OTAN podría triunfar en una guerra prolongada, que desgaste a Yugoslavia y que, sobre todo, la sitie por hambre mediante un bloqueo y los bombardeos. Pero ¿puede hacerla sin que aumente la reacción popular en cada país y sin que aumenten terriblemente los costos de una operación que Estados Unidos no quiere pagar, al menos por entero?
El 5 de junio serán las elecciones para el Parlamento Europeo. ¿Puede llegar a ellas el Partido Socialista Europeo en plena guerra sin dividirse, cuando en Inglaterra protesta Tony Benn y en Roma los militantes del PDI sumergen a su dirección con protestas y faxes? El nacionalismo, fuerte en Europa, ¿puede aceptar transformar a las fuerzas armadas en askaris, en cipayos, en jenízaros, en tropas extranjeras de un poderoso dominador, precisamente cuando la crisis y la imposición de las organizaciones sin control, como la OTAN, el FMI o la OCDE, se hacen cada vez más intolerables? ¿Rusia puede aceptar una intervención militar que mañana podría hacerse contra ella, por Chechenia, por Osetia o por cualquier otra región o motivo? ¿No le sobran acaso armas por vender o incluso que regalar a la única industria lucrativa (estatal) de Rusia, aparte del petróleo, o sea, a la de armamentos? Si Estados Unidos está experimentando in corpore vile , sobre los yugoslavos, su nuevo bombardero invisible B52, ¿por qué los rusos no probarían sus nuevas armas dándoselas a los yugoslavos?
La operación de la OTAN es aventurera porque no hay relación alguna entre los métodos y los objetivos, ni modo de controlar las consecuencias. Lo es porque puede poner en acción todas las potencialidades explosivas que existen en una región tan complicada como la península balcánica. Lo es porque bombardea a la vez a la ONU y al intento de unidad europea, y no sólo a Milosevic, por repudiable y aventurero que sea éste a su vez.
Cada palmo de tierra de los Balcanes, en el curso de milenios, ha sido regado con la sangre de los campesinos, caídos víctimas de invasiones, Cruzadas, guerras dinásticas y de religión, cruentos combates por la independencia y por la unidad nacional. La lucha antifascista sola costó a los yugoslavos casi una décima parte de su población. ¿Han tenido en cuenta esta capacidad de resistencia al horror y esta tenacidad los que, como gángsters, creen que basta mostrar la pistola y soltar algún tiro para que todos se rindan?
La guerra contra Yugoslavia ha comenzado, pero no se sabe cuánto durará ni a quiénes incluirá ni cómo terminará. ¿No es tiempo acaso de ponerle fin y buscar el modo de ayudar y financiar una reconstrucción de Yugoslavia y una real autodeterminación y autonomía de Kosovo en una federación libre y democrática?