ASTILLERO Ť Julio Hernández López
Poniendo su vida por delante, como lo anunció el lunes pasado en la sesión del Senado al que pertenece, Félix Salgado Macedonio encabezará mañana la movilización de perredistas que tratarán de impedir físicamente que el priísta René Juárez Cisneros tome posesión como gobernador de Guerrero.
No es la primera ocasión en la que el polémico Félix se decide a trasponer las fronteras de los modos políticos tradicionales. Por el contrario, su historia personal está cargada de episodios en los que con empuje, audacia y riesgos físicos personales, ha denunciado abusos, impugnado injusticias y enfrentado a poderes y a poderosos.
En esta ocasión, sin embargo, no es posible acusar a Salgado Macedonio de actuar con precipitación o de dejarse llevar por su carácter tempestuoso. Por el contrario, con una paciencia que hizo quedar mal a sus adversarios que le dibujaban como una persona proclive a los arrebatos o a las irresponsabilidades, Salgado Macedonio ha transitado con ecuanimidad el sendero de las protestas pacíficas y de las impugnaciones jurídicas.
Sin embargo, agotados que han sido tales recursos políticos y legales (el éxodo guerrerense no fue tomado en cuenta por las autoridades; el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación falló ayer por unanimidad en favor del candidato priísta Juárez Cisneros), a los perredistas guerrerenses no les queda sino pasar al plano de la resistencia civil para oponerse activamente a la toma de posesión de un gobernador avalado por las leyes pero carente de legitimidad.
Pero no es tan sencillo hablar de resistencia civil en una entidad como Guerrero. Allí se combinan factores de alta peligrosidad. No en vano se ha hablado con frecuencia de que el sistema político priísta no aceptaría bajo ninguna condición entregar el gobierno de dicho estado a un perredista tan incontrolable como es Félix.
Razones de seguridad nacional, se dijo en más de una ocasión en altos niveles del poder para explicar el motivo por el cual no se otorgaría el triunfo a Salgado Macedonio. En Guerrero, cabe recordar, confluyen guerrillas, despliegue militar, narcotráfico, turismo internacional, lavado de dinero, caciquismo, injusticia social extrema y una histórica predisposición a la violencia.
Por ello, la decisión de impedir físicamente la instalación de Juárez Cisneros puede ser una puerta altamente peligrosa. El sistema encontraría una oportunidad extraordinaria para pintar con el rojo de la violencia política el emblema negro y amarillo del PRD para, a buen momento, comenzar una campaña contra los perredistas a propósito de lo que sucediese, o se provocase, en aquella candente entidad.
Sin embargo, no le han dejado a Salgado Macedonio alternativa real. A pesar de que abundantemente se han presentado pruebas del uso delictivo de los fondos gubernamentales para inducir el voto en favor del PRI, a pesar de las evidencias de fraude electoral, a pesar de que la ínfima diferencia entre PRI y PRD confirma que hubo una gran cauda de votantes que sufragaron por Félix sin coacción alguna, a diferencia de muchos de los que lo hicieron por René; a pesar de todo ello, las autoridades políticas y jurídicas han decidido que el triunfo priísta es válido.
En este momento, el PRD, que vive una crisis grave debido a los problemas derivados de su irregular y nada limpia elección de nuevo liderazgo nacional, se topará también con una difícil situación, pues corren también versiones de que el pragmatismo con el que ha recogido maltrechos restos del priísmo dinosáurico, para convertirlos en candidatos no ganadores pero si promotores de más votos para la elección presidencial venidera, podría hacer que se dejara de lado la lucha de Félix y de los perredistas guerrerenses, para no mezclar de manera indeseada el lado bronco de ese partido con la imagen tersa que la mercadotecnia política sugiere como más adecuada para los comicios del 2000.
Es de desearse que Salgado Macedonio no necesite arriesgar su vida, como lo advirtió días atrás en el Senado, para defender su convicción de que el nuevo gobernador es ilegítimo. Sería mejor, desde luego, que hubiese leyes, magistrados e instituciones que no colocasen nunca a mexicano alguno en el predicamento de aceptar dócilmente resoluciones injustas o manifestarse con energía en desacato de tales resoluciones que juzgase inaceptables.
Abstenciones, ausencias, nubarrones
Fue notable el número de priístas que de una u otra manera evitaron participar en el peculiar espectáculo montado ayer por el Consejo Político Nacional del PRI para dar como triunfador, sin adversario al frente, a José Antonio González Fernández como nuevo dirigente priísta.
Pero, siendo muy ilustrativa la cantidad de quienes no convalidaron el presunto ensayo democrático de competir a solas, también es llamativo ver que, a pesar de todo, a pesar de lo patético que podría resultar tal montaje, los priístas tradicionales siguieron al pie de la letra el doloroso libreto que les impusieron desde Los Pinos.
Ausentes unos 60 consejeros y abstinentes 28, el resto continuó con la obra teatral. Unos en el propio consejo nacional, otros, peor aún, en los consejos políticos estatales que conocieron de la comedia central con la moderna ayuda de los medios de comunicación y que tuvieron hasta treinta minutos para meditar, debatir, y resolver si estaban de acuerdo o no con la asunción de don José Antonio y doña Dulce María Sauri.
Astillas: Mario Villanueva Madrid no aparece por ningún lado, a pesar de que debía presentarse a una diligencia ante representantes de la PGR. Los lugares por donde podría andar están siendo vigilados tanto por agentes policiacos federales como por elementos militares. El quintanarroense que se ufanaba de ser miembro militante del sindicato de gobernadores está virtualmente prófugo, y es fuerte la percepción de que su cabeza fue negociada a cambio de la certificación estadunidense a la lucha mexicana antidrogas. El líder máximo de los gobernadores sindicalizados, Manuel Bartlett, haría bien en repetir ahora la defensa que días atrás hizo de su compañero de andanzas. En el fondo, el gobierno federal está haciendo carambola. Por un lado castiga ejemplarmente a un gobernador insubordinado a la hora de cumplir con un dedazo presidencial. Por otro, queda bien con el gobierno norteño vecino al lanzarse contra un gobernador acusado de narcotraficante (Ƒsólo él?). Y, finalmente, lanza un llamativo mensaje a un viejo político incómodo al que se le recuerda que no podrá ser candidato presidencial mientras no se quite de encima la guillotina judicial referida a los mismos turbios asuntos...Pareciese que en el PRD se han enredado demasiado los intereses y las corrientes políticas. El tiempo ha pasado más de lo prudente y el partido del sol azteca no atina a definir una solución al atolladero en el que sus preclaros aspirantes a líderes nacionales lo metieron. Es difícil saber si los estrategas entenderán que las tardanzas en resolver el asunto simplemente ayudan a consolidar ante la opinión pública la percepción clara de que en ese partido se practican los mismos vicios que afuera se denuncian y que las prédicas democráticas en nada corresponden a las prácticas internas. Por otra parte, suena mal, a excusa mal hecha, a pretender tapar el sol azteca con un dedo, ese argumento de que hay una campaña de medios contra ese partido a propósito de sus tropiezos. Sería mejor si los dirigentes resolviesen ya sus problemas, si tomasen decisiones inteligentes y precisas, en lugar de seguir acusando a otros de los males propios...Esta columna dejará de publicarse del 1 al 12 de abril.
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