Néstor de Buen
Matar para salvar vidas

Tengo alergia a la guerra. Me empezó desde muy pequeño, tal vez alrededor de 1934, una noche en que Odón mi hermano oía en nuestro departamento de Madrid una estación de radio que transmitía marchas marciales. Supongo que huí del cuarto aterrado ante algo de lo que no tenía experiencia alguna. Ese mismo año, no sé si antes o después se produjo la revolución de octubre, en Asturias, preliminar evidente de la guerra civil. La guerra empezaba a tomar cuerpo.

En 1933 Adolfo Hitler había arrancado el poder. Europa estaba convulsionada y, en la misma medida, acobardada. Demasiado cercanas las heridas de 1914-1918, Francia e Inglaterra buscaban apaciguar y no comprometer un nuevo estado de guerra que era evidente como alternativa inmediata ante los avances del nazismo y del fascismo. Lo pagaron caro.

La guerra civil española, tan poco civil y tan muy guerra internacional, se iniciaría el 18 de julio de 1936. A los rebeldes del Ejército encabezado por Franco se unirían las fuerzas expedicionarias italianas y la aviación alemana. Gernika fue la víctima más notoria de las nuevas estrategias: las poblaciones civiles eran buena materia para lanzar bombardeos inmisericordes. Se trataba de matar, no importa a quien y con ello desmoralizar al enemigo.

En Barcelona, a lo largo de 1938, nos cayeron bombas de todos los tipos, alguna dramáticamente cerca. Eran, afortunadamente, de escaso calibre pero mataban por miles. Yo viví en un permanente terror. A veces las sirenas, que anunciaban la presencia de los aviones enemigos, por regla general en grupos de tres (los tristemente famosos Yunker), sonaban después de que habían caído las primeras bombas. Con el ominoso ronroneo de los motores, el silbido del aire roto y las explosiones de menos a más. Los refugios, sótanos húmedos sin mayores seguridades, eran una especie de remedio, muy malo, para el miedo, pero de muy dudosa eficacia para salvar vidas.

El último bombardeo nos tocó en París, pocos días antes de la ocupación. Y después el exilio americano, con destino incierto que se tornó para nuestra fortuna en la realidad de México. šCómo se agradece la paz cuando se han vivido varios años de guerra! De hambre, de angustia y de miedo.

Slobodan Milosevic es, ciertamente, un criminal de guerra. Uno se sorprende de que pueda ser jefe de un Estado, Serbia, cometiendo impunemente todo tipo de crímenes. La antigua Yugoslavia, la que mantuvo una y heroica el mariscal Tito, vive las convulsiones de la guerra racial. Dividida y multiplicada, tiene la dolorosa característica de ser el centro y origen de los peores conflictos europeos. El crimen de Sarajevo desató la primera guerra mundial. Lo que ahora ocurre podría seguir el mismo camino. Sin duda Milosevic es el gran responsable.

Pero...Ƒqué culpa tienen los pueblos de los desmanes de sus dirigentes? Porque aunque se diga que los misiles estadunidenses y los bombardeos multinacionales (de España, entre otros) se dirigen a objetivos de guerra, lo más probable es que se desvíen o que no hagan demasiado caso de quienes dicen manejar su destino. Los muertos civiles son siempre los más numerosos.

Podrán afirmar los responsables de la OTAN, Javier Solana a la cabeza, que se trata de evitar las crueles matanzas que perpetran los serbios en Kosovo. Sin duda es una razón más que suficiente. Pero si para evitar que maten hay que matar, o a la humanidad le falta imaginación o en realidad se trata, como en Irak y en muchas otras partes, de demostrar poderío y dictar reglas de juego a partir de la fuerza. Son medidas ejemplares, quiere decir, de advertencia a los demás. Malos ejemplos, por cierto.

La OTAN ha ignorado a la ONU. Rusia convoca al Consejo de Seguridad para que detenga la guerra. A petición de Yeltsin, sin duda. El mismo que en un acto de crueldad absoluta, ordenó el bombardeo de su propio Parlamento o las matanzas en Chechenia. Y entre tanto los que mueren de verdad son ajenos a todo. Salvo a su propia, infinita, destrucción.

šGuerra de mierda! Como todas. Pero es que de las guerras viven los imperialismos. Es el mejor negocio. Y por eso la venden como un instrumento de paz. No tienen vergüenza.