Carlos Martínez García
Mujer, negra y protestante

La de Benedita da Silva es una historia que rompe muchos esquemas sociales, políticos y religiosos. Su itinerario de una favela de Río de Janeiro a senadora está lleno de rebeldía contra lo establecido por el racismo y el status quo del sistema político brasileño. Benedita dice de sí misma: ''Nunca fui una negra que se quedara callada. Siempre protesté por todo. Protesté tanto que terminé volviéndome protestante''.

El libro de Medea Benjamín y Marisa Mendonca, Benedita da Silva: vida política y amores de una mujer afrobrasileña (Siglo XXI editores), ilustra muy bien, con el personaje que escogieron, las inercias existentes en América Latina entre las elites gobernantes para aceptar que luchadores sociales surgidos entre los pobres tengan un lugar en las instancias de decisión nacional. Desde su infancia Benedita tuvo que enfrentar las estructuras sociales que la marginaban por ser pobre y mujer. Quienes decidan leer el libro citado, podrán enterarse con detalle de las terribles condiciones de miseria que Da Silva vivió. La pobreza que nos describe es la misma que se multiplica en todas las grandes ciudades latinoamericanas, una igual que la existente en las vastas cuydades oerdudas de nuestro país. Esa pobreza extrema, como prefieren llamarla con asepsia los economistas neoliberales, castigó con más dureza a Benedita por ser mujer. Fue así porque además de las condiciones generales de pobreza cotidiana enfrentadas por todos en las favelas, las mujeres padecen los abusos particulares de la cultura machista presente tanto dentro como fuera de los barrios populares.

Aunque la mayoría de la población brasileña es negra, la política partidista está dominada por hombres blancos ligados a las elites económicas. Brasil tiene la segunda población negra más numerosa, después de Nigeria. Los negros y negras están prácticamente ausentes en los puestos altos del gobierno. Ninguno de los 23 gobernadores del país es negro (dato de 1997). De los 559 integrantes del Congreso, únicamente siete se consideraban a sí mismos negro(a)s, Benedita da Silva era una de ellas. En el capítulo dedicado a las desventajas sociales de ser negro(a) y el racismo existente en una sociedad que se supone racialmente integrada, la activista brasileña testimonia los ataques, discriminaciones y chistes que sus contrincantes le lanzaron en las distintas competencias electorales en que ha participado. El racismo está presente en nuestras sociedades, a veces de manera abierta y cínica, otras ocasiones de forma sutil y embozada. Pero lo cierto es que los prejuicios raciales, y su consecuente carga descalificadora, son saldos de una cultura antidemocrática que se niega a reconocer plena ciudadanía a todos los integrantes de una sociedad determinada.

Otro de los estereotipos que Benedita da Silva hizo añicos es el de que una persona con su afiliación religiosa, se supone, no debe inmiscuirse en activismo social y cuestiones políticas. Ella es protestante, pertenece a una iglesia pentecostal. El hecho le ha valido críticas tanto de un sector de la confesión a que pertenece como de sus compañero(a)s de opción partidista. Benedita es militante del Partido de los Trabajadores, el mismo que liderea Luis Inácio Lula da Silva. El PT es un partido considerado de izquierda, y como Benedita es evangélica los petistas más influidos por el pensamiento socialista la veían como una intrusa. Pero la senadora negra ha hecho una curiosa mezcla de su identidad religiosa y su militancia política. Jugando con las palabras, ella dice que es "Ptcostés". Benedita se ha visto en la necesidad de elaborar una sólida argumentación para explicarle a otros evangélico(a)s que es posible conciliar su fe con el trabajo político. Su apologética incluye pasajes bíblicos sobre la dignidad humana y la justicia. También echa mano de la historia para afirmar su posición. ''Hay iglesias protestantes progresistas en todo el mundo, como se ve claramente en Estados Unidos, donde la lucha por los derechos humanos fue abrazada principalmente por los líderes religiosos negros como los reverendos Martin Luther King y Jesse Jackson. En ese país la mayoría de los negros son bautistas y esta iglesia se involucra en la lucha en contra de la desigualdad social. Otro buen ejemplo es Sudáfrica, donde personas como el obispo Desmond Tutu estuvieron al frente del movimiento anti apartheid''.

'Casos como el de Benedita da Silva están floreciendo por toda América Latina. Se multiplican los activistas sociales que desde su especificidad entienden que las conquistas democráticas deben ser para todos y todas. Para ellos y ellas la democracia incluye la libertad de elegir a sus representantes, pero además vindican otros derechos sociales y económicos para erradicar la miseria de nuestras tierras.