Hay dos tipos de ciudadano occidental, que hacen mayoría: el ignorante bienintencionado y el progresista ilustrado. Con el masivo apoyo de los primeros, los reaccionarios, que son minoría, detentan el poder total. Si acaso le importa, el ciudadano de a pie debe hacer gran esfuerzo para saber cómo los gobiernos barajan los naipes de la política mundial. Y no sólo porque algo le dice que vive cautivo de su lógica maniquea, o que es víctima de la desinformación programada, sino porque esta ignorancia le representa lo que ya no concibe: ser aliado inconsciente del terrorismo y la guerra.
Cuando en la época de Vietnam el estadunidense promedio supo que la "lucha por la democracia" incluía la devolución de sus chicos en cajones de madera, no hubo propaganda capaz de contener el ejercicio de una conciencia que le pedía explicación a sus gobernantes. ƑLuchar en los pantanos del Mekong? ƑY a cuento de qué? Sylvester Stallone fue el único que siguió creyendo en la infantería de marina y los jefes del Pentágono concentraron el esfuerzo en las modalidades del genocidio aéreo. Había que "salvar vidas humanas".
Para la industria militar de la globalización, el perfil ideológico del enemigo cuenta menos que la necesidad de reafirmar quién manda en el mundo. Prueba de ello la tenemos en cómo Estados Unidos acaba de pasarse por el arco de triunfo a Naciones Unidas y cómo, en menos de un mes, el presidente Clinton bajó del caballo a los gobernantes europeos que postulaban la "tercera vía". Así, mientras el primer misil Tomahawk volaba a Belgrado, el director del FMI, Michael Camdessus, neutralizaba el apoyo de Rusia a Yugoslavia, otorgándole los créditos que hasta el día anterior le negaba.
La tragedia de Kosovo, como la de Bosnia ayer, no figura en la agenda de prioridades de ninguna potencia "civilizada". Si en diciembre pasado, para sortear las consecuencias de una fellatio desangelada, el poder total descargó sobre Irak el doble de misiles que en la guerra del Golfo... Ƒpor qué no destinar algunos más sobre Belgrado para disciplinar a la pretenciosa "casa europea", reforzando de paso la imagen del sexópata arrepentido? Mas parece que ni esto da resultado. ƑPor qué? Porque hay una conciencia que no por impotente deja de crecer y acumular los datos del absurdo.
En la década de 1980, Irak era el aliado laico de Occidente contra el Islam, y de los países de la OTAN recibía las armas químicas que empleaba contra kurdos y chiítas.
Con esas armas, Saddam Hussein se impuso en la guerra contra Irán, donde hubo un millón de muertos. ƑQué más daba? Iraníes, kurdos, chiítas, iraquíes. "Fanáticos". Pero cuando en 1991 Irak invadió a Kuwait, aliado petrolero de Occidente, Washington le guiñó un ojo al gobierno de Siria, primero en su nómina de países terroristas, como diciéndole: "encontramos el enemigo necesario".
Igual con Yugoslavia. Mientras el gobierno del mariscal Tito mantuvo sus diferencias con Moscú y el odio larvado de los pueblos balcánicos iba viento en popa, Washington invirtió allí más dinero que el destinado en 30 años a la contrainsurgencia en América Latina. Yugoslavia hizo de su ejército el quinto poder militar de Europa y los entendidos confirmaron, por enésima vez, que en la región no hacía falta chispa alguna para encender la pradera.
Quedaba šgracias a Dios!, otro enemigo díscolo, de lengua inescrutable: Slobodan Milosevic, residuo del comunismo, quien, como Stalin en su momento, sacaba partido de la tremenda fuerza simbólica que el nacionalismo patriótico juega en el imaginario de los pueblos humillados. Casi al unísono, Hussein y Milosevic dieron al fundamentalismo yanqui una salida "honorable" a la deprimente situación de la posguerra fría. ƑQué era eso de asesinar civiles inermes en Panamá, luchar contra clanes tribales en Somalia o dirigir el tránsito en Haití?
El cuadro de los Balcanes es tan doloroso como ridículo. Ninguno de los contendientes cree en su propia poderío ni en su propia impotencia. Porque en la era de la globalización las guerras son "de consenso", donde no necesariamente es más fuerte el que más fuerza tiene. En Occidente aún tratamos de entender los parámetros de la nueva realidad. Pero en Oriente nadie habla de ella porque ni Freud ni Lacan son referentes de la neurosis del capitalismo hipermoderno.
Yugoslavia está en la línea divisoria. Por eso, en medio de los bombardeos de la OTAN, el pueblo de Belgrado hace lo que supuestamente no hay que hacer: encender las luces de noche, organizar conciertos masivos de rock, dibujarse un blanco en el pecho y cerrar filas con un dirigente que anda tan loco como los locos que atacan su país.