Horacio Labastida
ƑEs democratizable el PRI?

Cuando Aristóteles hizo sus estudios sobre el razonamiento, mostró la necesidad lógica del comportamiento de la inteligencia en los silogismos, cuyas premisas determinan el contenido de la conclusión. Si admitimos que todos los hombres son racionales y que Juan es hombre, necesariamente hay que aceptar la racionalidad de Juan, sin posibilidad alguna de que las cosas sean de otra manera, pues asentadas las premisas, resulta imposible afirmar que Juan no es racional, aunque cabe en este momento reflexionar sobre tal ineludibilidad lógica y su circunstancia histórica, pues la antigua verdad absoluta, el dogmatismo de cualquier tipo, se ve hoy envuelto en las relatividades del tiempo; la verdad es verdad probabilística, aseveración esta que la historia de la ciencia muestra con claridad: el espacio y el tiempo de antes, imperturbables y eternos, cayeron ante la teoría de la relatividad, y el 1 + 1 = 2 fue puesto en duda por Hanry Poincaré en su célebre Ciencia e Hipótesis. Por tanto, el citado silogismo sobre la racionalidad del hombre puede verse cambiado en el futuro cuarto milenio, porque quizá delfines y elefantes pudieran haber desarrollado una razón igual o superior a la que hoy es exclusiva de los humanos, y en tal caso semejantes animales se verían insertados en la racionalidad ampliada.

Parece que no, mas resulta que sí. La necesidad lógica también es propia de los sistemas políticos en términos del silogismo que ahora se plantea. Los gobiernos mexicanos son autoritarios; el PRI es un partido del gobierno; luego, el PRI es un partido autoritario, silogismo que acredita la calidad autoritaria del PRI en conformidad con las premisas enunciadas, y si ahora agregamos que la idea de gobierno autoritario connota un sistema político, cae por su propio peso que la necesidad lógica es elemento intrínseco en el sistema político.

ƑCuál es el significado autoritario del gobierno mexicano? Lo autoritario es opuesto a la democracia sancionada en la Constitución, por lo que gobierno autoritario es gobierno de facto, o sea marginal al estado de derecho, y esta es la condición sine qua non del presidencialismo mexicano en su fase posrevolucionaria, y muy principalmente a partir de la fundación del PRI en 1946. Lo hecho está hecho y ya no tiene telones que lo oculten. Absorbiendo semillas autoritarias de épocas anteriores, el PRI nació como instrumento de fraude electoral y de simulación del apoyo popular al gobierno, subordinado a la Presidencia de la República y de los intereses elitistas y económicos que la activan y manejan, configurándose desde entonces en lo fundamental como una pirámide estratificada. La alta directiva es designada por el Presidente de la República, y sus componentes van desde el estrato de las burocracias federal y estatales hasta las masas corruptas que lo apoyan en los momentos electorales; entre la masa corrupta y la burocracia se ubican sectores obrero, campesino y de clases medias, comprendido el empresarial, fuertemente corporativizados, es decir, con estrictos y amenazantes mandos de arriba abajo, a los cuales se agregan grupos juveniles, femeninos o de otros géneros organizados cupularmente.

Es obvio que la estructura priísta es autoritaria como parte del autoritarismo presidencial, y que tiene como tareas específicas garantizar los triunfos del oficialismo en las contiendas comiciales, y la simulación de apoyos de la población al gobierno, funciones ejecutivas de acuerdos emanados de la Presidencia. ƑSería posible que en esta organización autoritaria los llamados miembros del partido elaboraran democráticamente sus programas y seleccionasen a directivos comprometidos a ejecutar estos programas? La respuesta salta por sí misma: cualquier intento o acto democrático sería radicalmente contrario a la lógica autoritaria intrínseca en la marcha de un priísmo que gira en torno del presidencialismo que nos gobierna. Autoritarismo es orden de arriba abajo y democracia es mandamiento de abajo arriba, y el presidencialismo autoritario con su inherente dogmatismo contempla a la democracia como dinamitadora de su existencia. Nada menos ni nada más.