Sergio Zermeño
Paco: leave the kids alone

El tema de las cuotas de la UNAM ha adolecido de una inconsistencia: se ha establecido que su incremento debería contribuir a aliviar la situación financiera de la institución pues es obvio que, ante la crisis fiscal del Estado, los recursos públicos serán cada vez más escasos. Ello no implica en absoluto, se agrega, ni la elitización ni la privatización de la educación superior.

A decir verdad, con montos tan bajos como los aprobados costará mucho trabajo que la privatización y la elitización progresen, y así lo han entendido muchos universitarios. Por ejemplo, en una rueda de discusión sobre este tema que organicé entre mis alumnos de la Facultad de Ciencias Políticas, cuatro de los siete que intervinieron estuvieron claramente a favor de los montos fijados y los tres restantes no pudieron tomar una posición definida (claro que ellos nunca van a pagar dichas colegiaturas). Por lo demás, se ha informado que en casi todas las universidades públicas estatales del país ya se cobraban cuotas parecidas o superiores a las que acaba de fijar la UNAM, sin que eso las haya transfigurado sustancialmente. Quiero agregar que los argumentos de los alumnos no eran malos: "lo que cuesta se aprovecha más" (aunque equivalga a 12 pesos diarios en promedio anual), "las instalaciones recibirán mantenimiento adecuado", "se pagará mejor a los maestros", "se podría dedicar ese dinero exclusivamente para becarios con pocos recursos", etcétera.

Si ahí terminaran las cosas estaríamos en el mejor de los mundos posible. Pero todo se complica porque las nuevas cuotas no alcanzan a cubrir más que 3 por ciento o, en el mejor de los casos, 5 por ciento del presupuesto universitario, de manera que si el gobierno en el futuro diera una vuelta de tuerca más al recorte presupuestal educativo, quedarían sólo dos opciones: o se deteriora la Universidad o se elitiza, y seremos conducidos a un nuevo ciclo de discusiones desgarradoras entre unas autoridades acosadas por Hacienda y unos estudiantes que les exigen su renuncia.

Veámoslo así: el presupuesto de la estatal y masiva Universidad de California (desde Berkeley hasta La Jolla, pasando por la UCLA), está compuesto sólo en una tercera parte por las cuotas estudiantiles (que van de 15 a 25 mil dólares por alumno al año). Otra tercera parte la constituyen los servicios que el centro médico universitario ofrece a la población abierta (asegurada o no), y el resto lo aportan el gobierno estatal y las donaciones privadas. Es obvio que si aspiráramos a una distribución parecida, los estudiantes mexicanos deberían estar pagando entre 3 mil y 5 mil pesos mensuales por la enseñanza que reciben. Convengamos en una cosa: una cuota así, o incluso una de sólo mil pesos mensuales, expulsaría a un alto porcentaje de los alumnos que hoy pueblan la UNAM. Sin embargo, y aquí está el punto, con esa medida no alcanzaríamos a cubrir ni 5 por ciento del presupuesto de la institución.

Resulta entonces incomprensible la lógica de las autoridades: Ƒestarán buscando privatizar y elitizar este centro de estudios? Ellos juran y perjuran que no, y que no habrá más aumentos. ƑQuerrán entonces inculcarnos una nueva moral, un acto de humildad, de sacrificio, de mortificación, para que aprendamos a apreciar los frutos que nos caen del erario? En estricta lógica contable, sólo éste podría ser el caso. ƑPodríamos aceptar esta penitencia en beneficio de la concordia universitaria y esculpir "las nuevas tablas de la ley" en alguna piedra inamovible con la siguiente leyenda?: "no más de cinco de cada ciento de los recursos de esta casa serán aportados por los enseñados, para que todos ellos aprecien lo que con tanto esfuerzo se les inculca. Si el señor de Aztlán cambiara este principio, que las autoridades, los maestros, los investigadores y los alumnos, en una sola voz, impidan que los menos ricos sean echados de nuestra comunidad".

Dejemos entonces de organizar porros y contraporros, dejemos de dilapidar millones de nuestros escasos recursos comprando planas enteras (que a nadie convencen) en todos los periódicos, todos los días; dejemos de reunir a los máximos órganos de la institución clandestinamente, a salto de mata, para aprobar reglamentos apresuradamente; si nuestro asunto es de valores morales y no monetarios, Ƒpara qué precipitarnos? Si con ese 3 por ciento los alumnos habrían pagado su cuota, habremos todos de convenir en que el paso siguiente es revisar los gastos de la administración, las responsabilidades y los ingresos del personal académico, la legitimidad de los órganos de representación y de gobierno, los espacios públicos y de libre asociación de los universitarios, los derechos y las obligaciones del personal sindicalizado, la situación actual y las potencialidades de los servicios que la UNAM presta y puede prestar en beneficio de sus finanzas, etcétera. Es increíble la saña: uno tras otro, a los rectores sólo se les ocurre reformar a los alumnos; comencemos mejor, autoridades y académicos, dando el ejemplo: "leave the kids alone".