Paco Ignacio Taibo II
El melo de la izquierda

No digas de esa agua no beberé, decía mi tío, rediciendo un dicho castellano, o árabe, o retrucando a Heráclito y las mutantes aguas del mismo tío.

ƑQuién afirmó que el melodrama es un género de derecha? ƑQué sólo una burguesía ñoña, bobamente pecaminosa, cuenta con el monopolio del melodrama pinche? Una burguesía desdoblada entre su falaz discurso moral y su corrupta realidad, su mito de estabilidad familiar y el baile de traiciones de lo cotidiano. Descubro azorado un inusitado melo de izquierda. En un apretado resumen, al modo Televisa, he aquí el dramatis personae:

Fede, 31 años, apuesto, jovial, gran bebedor de cerveza, elegante. Joven que quiere ser sociólogo y analista político, pero bajo presiones de su padre, se ve obligado a trabajar como empleado comercial, actividad que aborrece. Vive en amasiato con María, una obrera textil que laboraba en una de las fábricas de su padre. Con el dinero que gana, prácticamente mantiene a su amigo Carlos, activista y pensador político; le sirve de mecenas. Que Carlos pueda hacer lo que él no puede.

Jenny, 37 años. Hija de la aristocracia provinciana, porfiriana, como si dijéramos, que se ha unido Carlos y Jenny, quien en esos momentos tienen dos hijas de uno y dos años.

Carlos, 33 años, jovial, rechoncho, obsesivo, persistente, exiliado político; empeñado en un análisis social, que algún día le permitirá encontrar las palancas con las que cambiar el mundo.

Apretada sinopsis:

La historia se inicia al principio de los años cincuenta, cuando en el invierno nace el primer hijo varón de Carlos y Jenny, Guido, que se muestra enfermizo. Paralelamente, también Elena se encuentra embarazada, misteriosamente, sin haber tenido en los últimos meses ningún noviazgo ni relación abierta con hombres ajenos a la familia a las visitas.

La casa de Carlos y Jenny es miserable. En dos pequeños cuartos se hacinan los niños y cuatro adultos, pues se ha sumado al grupo una comadre de Jenny. Y Carlos suele trabajar en la biblioteca pública en sus artículos y ensayos y a veces, entre conspiración y conspiración con otros grupos de exiliados, da conferencias en clubes obreros.

La situación económica es patética, a veces se ven obligados a llevar al Monte de Piedad las ropas de la familia para poder comer; la enfermedad ronda a los habitantes de la casa.

Fede los visita con gran frecuencia, colabora en los trabajos de Carlos y su llegada al hogar aporta la única fuente de alegría (y de recursos).

En abril del 51 nace el hijo de Elena, que habrá de llamarse Enrique Federico (š!) y será entregado para su crianza a una familia obrera.

Los rumores, las maledicencias, atribuyen la paternidad del hijo de la sirvienta a Fede, el cual sin afirmarlo, tampoco lo niega; aceptando de hecho la veracidad de los rumores. La extraña y tensa situación no parece afectar sin embargo la vida diaria de la casa.

El hijo varón de Carlos muere, Enrique Federico crece al margen de la familia, será obrero y más tarde técnico, tendrá un hijo, mantendrá relaciones amistosas con las hijas de Carlos, verá con alguna frecuencia a su madre.

Al paso de los años, más de 40, y tras la muerte de su gran amigo Carlos y de Jenny, Federico enferma de gravedad y en sus últimos días de vida convoca a su amigo Samuel y le hace la siguiente confesión:

ųEnrique Federico, el hijo de Elena, era hijo de Carlos y no mío. Te autorizo a que hagas esto público sólo en el caso de que se me acuse injustamente de no haber cuidado de ese niño.

 

II

 

Y bien, si el melodrama cursi es un género de derecha, parece posible que lo sea con personajes de izquierda.

A estas alturas el lector, presumiblemente progresista, ha decidido que a él no le gustan las telenovelas, que esta historia es bastante mensa, vale literalmente madres, y le vale un cacahuate las penurias de Carlos y la generosidad encubridora de Fede.

Pero si Carlos se apellida Marx y Fede(rico) es Engels y Jenny es Westphalen, y Elena es Helen Demuth, la archiconocida Lenchen, que fue el verdadero sostén de la familia Marx, y la casa es el pequeño departamento del 28 de Dean Street y efectivamente estamos en el medio siglo, pero en la mitad del XIX, y los Marx se encuentran en Londres, exiliados tras las derrotas de la oleada del 48 en Europa continental, la historia de Frederick Demuth, el único hijo varón y no reconocido de Marx, se vuelve relativamente interesante.

 

III

 

No quedan dudas sobre la paternidad de Demuth, Eleonor Marx, conociendo la versión del socialista inglés Sam Moore, visitó a Engels pocos días antes de su muerte para obtener la confesión de primera mano sobre la paternidad del que resultaría su medio hermano. Engels no podía hablar, dado lo avanzado de su cáncer de esófago, pero le confirmó por escrito lo que Eleonor preguntaba, quien a su vez dejó constancia escrita de esta historia en una carta a August Bebel (que puede leerse en el Instituto Internacional de Estudios Sociales de Amsterdam). Otras versiones confirman la narración.

Demuth vivió una vida gris, no exenta de pequeños misterios, fue obrero y mecánico, y murió en 1929 a los 78 años de edad de un mal cardiaco.

Curiosamente no hay huellas del asunto en los 10 tomos de la correspondencia Marx-Engels, las biografías más documentadas de ambos, la de Mehring y la de Gustav Mayer, no registran esta historia, así como tampoco lo hace Hans Magnus Enzersberger en sus Conversaciones con Marx y Engels o Isaiah Berlin.