Alvaro Carrillo, el cantor de anoche
Cómo Pepe Jara y El Negro se reventaron $100 mil, de aquellos
Jaime Whaley n De sus andanzas con Alvaro Carrillo, compañero indispensable de juerga, habló Pepe Jara, el humilde cancionero que contó una historia humana.
Apoltronado en un sofá de la sala de su casa, en la colonia Del Valle, Jara, el Trovador solitario, mote que le endilgó Mariano Rivera Conde --y que él defiende diciendo que le sienta, pues "si gano un peso no lo comparto con nadie, e igual si me mientan la madre"--, recordó las giras que realizó con el compositor oaxaqueño, fallecido hace 30 años.
De la muerte de Carrillo habló poco, podría decirse que hasta evadió el tema. La sola mención del trágico accidente en el que el autor de un sinnúmero de éxitos perdió la vida, nubla la vista de éste, uno de sus principales intérpretes.
"Déjame platicarte de nuestras giras", insiste Jara, el cancionero, arrellanado en el extremo de su sofá, al tiempo que ofrece al reportero un trago. "šChivaaa!", con voz fuerte demanda la presencia de Silvia Villarreal, su compañera de amores. "A ver, unos hielos y una coca para prepararle aquí, a Jaimito, una cuba".
De forma amable, doña Silvia dice no tener a la mano los ingredientes requeridos y ante la falta del mezclador y el agua sólida, bueno, es un brandy español. "Salud, Pepe". Jara ya no bebe, a sus 70 años y tras escuchar su peregrinar cantinero seguramente ya cumplió con su galonaje asignado.
Recuerda Jara que conoció a Carrillo por un fraude --en el buen sentido-- de Carlos Madrigal, un cantante apodado El Johnny, quien allá por principios de los años 50 rondaba por el bar La Cucaracha, en la esquina de Madero y Gante. "Este Madrigal --quien murió de muerte natural, es decir, de cirrosis-- cantaba los temas de Alvaro y se pensaba que eran de él. Interpretaba, entre otras, Eso merece un trago, Eso, El carreto, que luego confesó que no eran de su inspiración, sino de la de un ingeniero agrónomo "brillante especialista en suelos", lo define Jara, en tanto que doña Silvia tercia en la plática para afirmar que el Adiós a Chapingo, canto que los Toros entonan en la tradicional quema del libro es también de la vasta producción de Carrillo.
Las parrandas del tamaño del mundo, francachelas que dejaron cicatrices imposibles de borrar, de este par de andariegos, se originaron luego de que la editora PHAM le pagó 100 mil pesos a Carrillo por los derechos de Amor mío, su primer éxito. "Nos los gastamos en 15 días seguiditos", recuerda Jara, quien en ese entonces era parte del trío Los Duendes. "Lo que se podía hacer con ese dinero. šImagínate!, un edificio de cuatro pisos costaba 28 mil pesos, pero lo primero que hicimos fue comprarnos dos tacuches y luego nos fuimos al Astoria, a verle las piernas a Evangelina Elizondo, que ahí se presentaba.
"Luego enfilamos rumbo a El Retiro, refugio de bohemios, en la contraesquina de lo que ahora es el Palacio de Hierro Durango. Ahí permanecimos unos días; por cierto que Alvaro se quedaba dormido, unos minutos, con el cigarro entre los dedos y descansando sobre la guitarra. Cuando se quemaba, retomaba la canción en donde la había dejado: "amor mío, tu rostro querido, ... zzzzzzzz,... no sabe guardar secretos de amor...".
La rueda de la fortuna
Esa fortuna cobrada por Carrillo quedó en custodia de una señora que tenía una fonda en las calles de Municipio Libre, en Portales, "y hasta allá nos íbamos a sacar más dinero cuando se nos acababa la feria".
No discriminábamos burro; lo mismo tomábamos taxi que viajábamos en camión. Pero, eso sí, nos presentábamos ante la señora muy limpiecitos, con nuestro traje muy planchado. Antes nos metíamos en los baños Ecuador para reponernos de la cruda, con unas pollas riquísimas y, mientras, mandar el traje a la tintorería".
A Carrillo, Jara lo pinta rechoncho, rellenito, "espeso, diría El Piporro", de pelo chinito, sencillo, rasgos africanos, una enorme cultura y un alma bondadosa. "El tomaba whisky Old Parr y yo cognac Cordon Blue; bebíamos fino. En la casa de La Bandida la botella nos costaba $600".
La parranda continuaba en Garibaldi, en la cantina La Barca de Plata y de ahí pasaban a una birriería, "por cierto llamada Pepe", para un buen plato con tortillas, chiles verdes y "dos que tres cervezas".
La amistad que se produjo entre Jara y Carrillo fue duradera, "de lo único que sí discutíamos, y fuerte, era de beisbol. Es que él le iba a los Tigres y yo siempre he sido seguidor de los Diablos Rojos. Nos sabíamos los porcentajes de todos los peloteros".
La Canción, un lupanar de la calle Del Organo, era la siguiente escala. Una (botella de ron) Castillo y otra de Potrero eran nuestras compañeras, además de las asiduas de ese lugar; y de ahí al Gran Vals, en Niño Perdido, para rematar en los caldos de Indianilla.
Trago y mujeres abundaron en esos días y podría decirse que por mucho tiempo más. Teresa Vale, una vedette cubana, fue la destinataria de Te doy dos horas y para Ana María Inchaústegui, luego su esposa, compuso Sabor a mí.
"Fue un hombre con mucha suerte para las mujeres; les hablaba muy bonito y ninguna mujer resiste eso. Pero yo tuve más", remata Jara, El Satélite, como cariñosamente se refería del El Negro Carrillo.
Y cuando yo me muera ni luz ni llanto, ni luto, ni nada más
Javier Molina n Alvaro Carrillo es un compositor del amor y de la noche. Nació en el año de 1920, en el estado de Oaxaca, la misma tierra de Benito Juárez, Ricardo Flores Magón, María Sabina y Macedonio Alcalá: Dios nunca muere.
Desde luego es un poeta de la canción popular mexicana: "En mi noche callada/que sea plenilunada/azul como ninguna/pues desde que te fuiste/no he tenido luz de luna".
Nació en Cacahuatepec, Oaxaca. Y falleció un viernes 4 de abril de 1969, en la carretera que va de Cuernavaca a la ciudad de México. Lo cantaron muchos tríos (Los Tres Ases, muy notablemente). También Tania Libertad y, en realidad, su canto es una parte alícuota del pueblo.
Es necesario imaginar un centro noctámbulo, un amor encendido, el amor en su plenitud, la luz de la luna llena, un hombre que siempre ama.
"Tanto tiempo disfrutamos este amor/ nuestras almas se acercaron tanto así/ que yo guardo tu calor/ pero tú llevas también sabor a mí".
Debemos recordar que el bolero es de origen cubano, una planta que en México floreció como ninguna: Guty Cárdenas, Agustín Lara, Alberto Domínguez, Chelito Velázquez: una lista interminable que sólo canta la voz del amor del pueblo.
Es poesía, es un sentimiento. Alvaro Carrillo asegura que "un poco más/ y a lo mejor nos convencemos luego/ un poco más/ que tengo aroma de cariño nuevo".
Alvaro Carrillo atrapa al tiempo, porque sabe que el tiempo del amor es eterno. "Pasarán más de mil años, muchos más/ yo no se si tenga amor la eternidad/ pero allá tal como aquí/ en la boca llevarás/ sabor a mí".
Desde luego, como todo hombre que ama, de pronto se siente pequeño ante la grandeza de su amor. Lo canta en mexicano: "hoy resulta/que no soy de la estatura de tu vida/ y al dejarme casi casi se te olvida/ que hay un pacto entre los dos".
. Pero qué bonito le canta al recuerdo iluminado: "Que al menos tu recuerdo/ ponga luz sobre mi bruma/ pues desde que te fuiste / no he tenido luz de luna".
Desde luego son canciones de amor, el amor que sí puede decir su nombre, el amor que se mira en los ojos, la sonrisa, que no se puede ocultar: "Amor mío, tu rostro querido/ no sabe guardar secretos de amor/ ya me dijo que estoy en la gloria/ de tu intimidad".
Alvaro Carrillo es el artista que llega a la plenitud con la presencia y la figura de la mujer. " Ya todo lo llenas tú/ yo no soy nada en ti/ y te voy a dejar/ al fin tú eres feliz/ ni lo vas a notar". Y una canción es la música y son las palabras, en armonía: unión indisoluble, que se puede tocar, que puede ser inalcanzable y, de todos modos, es un fuego en el corazón, porque: "No sufriré tu altivez/ aunque puedas vivir/ con el mundo a tus pies/ si mi más grande amor/ tan pequeño lo ves".
Olvidaba decir que te amo
Yo que fui del amor ave de paso, cancionero, dile que la quiero mucho todavía. Su amor es verdadero, es un sentimiento que se dice, se canta, es parte de la corriente de la voz interminable de todo lo que perdura, con la guitarra azul, el agua origen de la vida. El habla que nos acompaña como el sueño que ilumina."Olvidaba decir que te amo/ con todas las fuerzas que el alma me da/ quien no ha amado/ que no diga nunca que vivió jamás".
El amor eterno, el sobreviviente de todas las épocas. La vida sigue, el silencio más fino, lo que tiembla como una luna en el agua, el beso que llena de flores nuestra boca, la guitarra, la serenata, la muchacha que hace posible nuestro canto, nuestros pasos, la vida, el camino, el recuerdo y el olvido. El regreso a la tierra prometida, el cariño de las parejas pares. El amor sobreviviente que alcanza la gloria, que descansa, para siempre, el paz: "Y cuando yo me muera/ ni luz ni llanto ni luto ni nada más/ šay! junto a mi cruz/ yo sólo quiero paz"