Al margen de los resultados de la Consulta Nacional por el Reconocimiento de los Pueblos Indígenas y por el Fin de la Guerra de Exterminio ųconvocada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y efectuada el pasado 21 de marzoų, aún perdura el impacto de un hecho inusitado en el país: cinco mil delegados indígenas zapatistas que, ataviados con pasamontañas y desarmados, recorrieron el territorio nacional para la promoción del voto.
Si algo ha caracterizado al neozapatismo desde su irrupción, en enero de 1994, es la importancia que dicho movimiento otorga a las palabras, las imágenes y a ciertos símbolos de la historia nacional. Es justamente en el campo de lo simbólico, del imaginario colectivo, donde los zapatistas ganan cada día más terreno y conquistan la simpatía de sectores cada vez más amplios de una sociedad, cuyo racismo ha vuelto ''invisibles" a miles de indígenas que han sido excluidos de la justicia distributiva más elemental.
Pero la marginación de los indígenas no ha sido sólo en los terrenos económico y social; de ahí la contundencia de los y las delegadas zapatistas cuya presencia en diversos recintos culturales de la ciudad de México, que concentran parte de la identidad nacional, tuviera una doble carga simbólica: apropiarse de los lugares de los que habían sido excluidos ųreconocerlos y reclamarlos como parte de su diversa y rica herencia culturalų al tiempo que realizaron ''visibles" actos de propaganda.
La lista de los lugares visitados por los neozapatistas es en sí misma ilustrativa del intercambio de símbolos efectuado: el Museo Nacional de Antropología e Historia, el Palacio de Bellas Artes, la Basílica de Guadalupe, el Zócalo y la Catedral metropolitana, entre otros sitios.
Durante la semana previa a la consulta, las bases de apoyo del EZLN recorrieron universidades públicas y privadas; viajaron en Metro; visitaron lo mismo las intalaciones de La Jornada que las del Centro Nacional de las Artes; fueron a ciudades perdidas, desayunaron con empresarios en el exclusivo Club de Industriales y hasta jugaron futbol y acudieron al teatro-bar El Hábito a ver el espectáculo político-musical de Ofelia Medina, armado a partir de canciones de Cri-Cri.
Sin embargo, el afán anecdótico de repetir una fotografía histórica en el Sanborns-Casa de los Azulejos volvió inadvertido un hecho de mayor trascendencia en los terrenos histórico, político y social.
Las mujeres neozapatistas fotografiadas ostentan la representación política de sus comunidades tzotziles, tzeltales, tojolabales y choles y, con ese carácter, hablaron para promover la consulta. Ya no se trata de las soldaderas zapatistas de antaño subordinadas a sus juanes.
Un primer paso ha sido dado en un largo camino aún por recorrer y en el que se incluye la llamada Ley Revolucionaria de Mujeres. La moneda sigue en el aire, pero bien, eso es materia de reflexión para las personas especializadas en cuestiones de género.
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