José Blanco
La crisis del 2000

Los riesgos crecen, las tentaciones también. El adelanto de los tiempos políticos puede acelerar las decisiones que lleven a una nueva crisis económica de fin de sexenio, mientras muchos actores políticos avanzan como predestinados hacia el crispamiento y la ofuscación.

Las alternativas económicas de nuevo se mueven entre lo malo y lo peor. Veremos qué decide el gobierno en materia de política económica, y cómo contribuyen los demás actores políticos a morigerar la situación o a empeorarlo todo.

Los altos riesgos están aquí: una recesión anticipada, más o menos moderada y prolongada, hacia la que algunos datos indican que hemos estado resbalando en estas semanas, o una crisis abrupta a fin de sexenio o al inicio del que viene.

Como en los años previos a las crisis financieras de 1976, 1982 y 1994, el déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos crece exponencialmente. Según datos del Banco de México (SINIEE), pasa de 2.32, a 7.45 y a 15.78 miles de millones de dólares, de 1996 a 1997 y a 1998, respectivamente. Como proporción del PIB, el déficit pasa de 0.73, a 1.89 y 4.11 por ciento en los mismos años, más que duplicándose cada año. Si, como en las crisis anotadas, el déficit volviera a duplicarse, este año rebasaríamos el monto alcanzado en 1994, año de la crisis Salinas/Zedillo.

Además, como ocurrió antes del desencadenamiento de esas crisis, el peso se halla sobrevaluado. Tomando como base 1977 (año de equilibrio comercial externo), y calculando con el tipo de cambio promedio de cada año, el peso tuvo una sobrevaluación de 24 por ciento en 1997 y de 17 por ciento en 1998. La sobrevaluación es mayor si se atiende no al promedio anual sino al tipo de cambio vigente al fin de 1998. En 1999 la sobrevaluación ha continuado avanzando por partida doble: por la mayor velocidad de aumento de los precios en México respecto a Estados Unidos, y porque el peso ``se ha fortalecido'' (apreciación cambiaria).

El peso fue devaluado 22 por ciento en 1998 (diciembre-diciembre); no obstante, no fue alineado y continúa sobrevaluándose. Con sobrevaluación y desequilibrio externo en expansión, la economía se adentra en zona de riesgo: la crisis acecha.

Desde los últimos meses del año pasado la economía se ha desacelerado francamente (INEGI, tendencia mensual de ventas al mayoreo y al menudeo; Banamex, Boletín No. 157, tendencia de la inversión y el consumo, con cifras oficiales). Si el gobierno deja que se frene o, más aún, si aplica algunos frenos adicionales, el riesgo señalado aminoraría. Pero, para ser precisos, no haría sino anticipar la recesión, por vía moderada.

Sin embargo, como nunca antes el PRI vivirá en los próximos comicios el riesgo de perder; y, para un partido en el poder, es diametralmente distinta una elección en un ambiente recesivo que una con una economía en expansión. Por ello, la tentación de acelerar la economía puede ya estar entre nosotros, más aún considerando la recuperación del precio internacional del crudo, reservas internacionales al alza y renegociaciones de deuda de vencimientos próximos, que liberarían recursos.

Para crear un ambiente de bonanza artificial en el 2000, similar al creado por Salinas en 1994, el gobierno tendría que poner en acto una política expansiva a partir de mediados de este año. Si lo hace, el riesgo de una crisis abrupta de fin de sexenio crecerá geométricamente, más aún con una banca enclenque. Tendríamos entonces una recesión aguda, acaso peor que en 1995.

Las tendencias señaladas muestran, de otra parte, que la defensa del Presidente, del régimen cambiario flotante, frente a quienes por ignorancia e inconsciencia claman por la dolarización, fue hecha con un argumento ficticio: no hay tal régimen. Desde 1996 el tipo de cambio está operando como un ancla de la inflación, tal como lo hizo Salinas, aunque en menor medida, por ahora. Por eso el peso está sobrevaluado.

En suma: ninguna de las reformas económicas de De la Madrid, Salinas y Zedillo, cambió un ápice el modus operandi de la economía, en relación con el exterior. Peor aún hoy es más vulnerable. En tanto, los partidos se disponen a estrangularse mutuamente. A ver quién se queda con las ruinas.

De paso: si la bolsa continúa al alza y la economía a la baja, estamos gestionando eficazmente un crack bursátil no lejano.