La anulación de los resultados electorales para la presidencia nacional del PRD y las causas que llevaron a ello son temas que deben analizarse más allá de triquiñuelas en que incurrieron partidarios de las principales planillas que contendieron en las malogradas elecciones. Cierto que hubo problemas organizativos, pero lo que más alteró el sentido de los votos fueron las diversas ayudaditas que en las urnas multiplicaron las papeletas a favor de uno u otro(a) candidato(a), según la influencia que cada aspirante tuviera entre el liderazgo perredista local y/o regional.
Las anomalías en el proceso electoral del PRD empezaron mucho antes del día en que se realizaron los comicios (14 de marzo). Iniciaron cuando la normatividad de ese partido fue transgredida para darle el registro a candidatos que, de acuerdo con los estatutos perredistas, estaban inhabilitados para postularse por haber ocupado por dos periodos consecutivos un cargo directivo nacional en el partido. En estas mismas páginas Marco Rascón dio cuenta del hecho y argumentó sólidamente contra la violación a las normas partidistas. Lo mismo señaló el combativo Raúl Alvarez Garín (también candidato a presidente del PRD), y extendió su crítica a las deficiencias del padrón electoral, e incluso pidió que se aplazaran las elecciones hasta que las condiciones para su realización fueran satisfactorias para todas las planillas contendientes. Casi nadie dentro de ese instituto politico les hizo caso, no escucharon sus llamados a evitar los mayoriteos en elaboradas interpretaciones de los estatutos para encontrarle una salida política a una cuestión jurídica.
Lo más fácil para quienes al interior del PRD se niegan a sopesar lo que verdaderamente pasó en las elecciones anuladas es responsabilizar del desastre a José Barberán, cabeza del Comité General del Servicio Electoral perredista. Barberán tiene bastante experiencia en asuntos electorales. En 1988 dirigió un equipo que reconstruyó hábilmente los mecanismos del fraude que llevó a Carlos Salinas a Los Pinos. En un minucioso análisis de los datos oficiales descubrió inconsistencias, contradicciones, manipulación y vestigios claros de cómo se fraguó el golpe cibernético que hizo a Salinas presidente de México, mientras la tendencia de las urnas fue otra. El matemático ha representado al PRD ante el Registro Federal de Electores. En el caso de las pasadas elecciones perredistas, Barberán reconoce que hubo errores técnicos y organizativos. Esta es una parte del problema, la menor tal vez, la otra es que los comités locales electorales fueron nombrados por los consejos estatales y municipales del partido, "donde hay mayoría de una planilla u otra", por lo que los procesos son responsabilidad de órganos que "pueden ser parciales" (Proceso, 4 de abril). Es decir, una buena parte de los encargados de casillas se dejaron llevar por su pasión en la preferencia de un(a) candidato(a), en lugar de conducirse por convicciones democráticas y vigilar que lo depositado en las urnas fuera estrictamente lo que pusieron en ellas los votantes.
En el PRD, en sus círculos más consecuentes con la democratización del país y la construcción de una nueva cultura, deben reflexionar en las prácticas desaforadas del 14 de marzo, día en que se desataron los alquimistas electorales de las principales planillas interesadas en llegar al liderazgo nacional. Al partido le puede pasar lo que a Sísifo: empujar una y otra vez una enorme piedra hacia arriba de la colina y tener la frustrante experiencia de que cuando se va a llegar a la cima el peso de roca vence al esforzado rey legendario de Corinto y regresa al pie de la montaña. Para completar la tarea ųy así aludir la maldición de Sísifoų de contribuir a la plena democratización de la nación, el PRD tiene que seguir empujando para que todas las elecciones en el país sean equitativas y limpias. Pero por primera vez en su corta vida debe prestar más atención, en estos momentos, a lo que sucede en su interior, para así enfrentar con posibilidades de triunfo a sus contrincantes de afuera. También por primera vez, en el ámbito nacional, el perredismo tiene la deuda de reconstruir su autoridad política y moral para señalar irregularidades electorales cometidas por los mapaches priístas. En tal sentido, es ineludible para el PRD lograr una elección de su presidente nacional en la que no puedan hacer de las suyas los que se desataron el 14 de marzo.
Finalmente, hace falta entre el perredismo una intensa labor pedagógica acerca de que las prácticas democráticas son también para el interior del partido. Habría que revisar si la pervivencia de líderes sociales que llegan a puestos de representación popular ha sido uno de los factores de corporativización de importantes sectores del PRD. Si la roca se le regresa de nueva cuenta al perredismo, la pérdida no será sólo para ello(a)s, el efecto negativo alcanzaría al conjunto de la sociedad mexicana.