El número de abril de la revista Nexos contiene textos de todos los ex presidentes de México que sobreviven, así como de la inmensa mayoría de los precandidatos a presidentes. A los primeros se les pidió contestar a la pregunta ¿qué ha cambiado en la Presidencia de México desde que usted dejó de ser presidente? A los segundos se les pidió referirse a cuáles serían las tres prioridades de su gobierno y si cambiarían la política económica y, en ese caso, en qué aspectos. El material reunido es sumamente interesante. Las respuestas en ambos grupos son muy dispares. Los ex presidentes vuelven a sus propias obsesiones: Luis Echeverría habla de los no alineados, mientras López Portillo recurre a la teoría del Estado y a la historia de México, y Salinas de Gortari se autoevalúa. Entre los precandidatos, Alemán simula estar hablando desde el gobierno de Veracruz. Bartlett sostiene que sus prioridades como presidente serían las mismas que como gobernador de Puebla. Gurría considera, como el Banco Mundial, que hay que continuar profundizando las reformas estructurales. En general, los precandidatos evitan hablar de cambios concretos en la política económica. Sin embargo, Madrazo critica la falta de una ``política de competitividad'' para la economía real. Muñoz Ledo sugiere un ``mayor control de los flujos de capital'', una evaluación del Tratado de Libre Comercio y una ``consideración de los flujos de inmigrantes en la relación bilateral''. Fox coincide con Madrazo en la necesidad de una política industrial para ``mejorar la competitividad de la industria'' pequeña y mediana y, estrenando su título de licenciado en Administración y su enfoque empresarial, señala como prioridad la ``reingeniería de la administración pública''.
El texto más articulado de los precandidatos es el de Cuauhtémoc Cárdenas. Sus tres prioridades son: recuperar la responsabilidad social del Estado, extender y fortalecer la educación en todos sus niveles, y rescatar el ejercicio de la soberanía nacional. A estas prioridades les antepone una condición: que el nuevo gobierno sea un gobierno de leyes. Considera que la política económica no puede concebirse aislada e independiente del conjunto de políticas del Estado o ``peor, lo que constituye un economicismo simplón, como política específica a la cual deben subordinarse todas las demás''. Por eso considera que la condición y las prioridades son requisitos indispensables de una recuperación de la economía y de la confianza que ésta debe inspirar. Sostiene que ``la asignación de recursos productivos exclusivamente por el mercado, y más todavía por el mercado global, es un dogma neoliberal que las grandes naciones son las primeras en rechazar en su vida práctica''. Afirma la necesidad de construir nuevos acuerdos que preserven los derechos y los recursos de las naciones; que regulen la circulación de capitales de corto plazo; que faciliten una circulación más libre de la mano de obra; y que corrijan la fragilidad y la ineficiencia de los sistemas financieros y bancarios en los mercados emergentes. Internamente, el punto de partida son ``las necesidades de los mexicanos y las mexicanas''. Para ello considera necesario: fortalecer la economía real, sanear el sistema bancario y castigar a los desfalcadores y a sus cómplices, un régimen fiscal transparente y equitativo; garantías jurídicas efectivas (no sólo en el papel) para los inversionistas; saneamiento, modernización y capitalización de Pemex y de la CFE como empresas estratégicas de la nación; y renovación de la infraestructura y de las comunicaciones.
Tengo que decir, como aquel cuentista, ``ésta no es la historia que quería contar''. Yo quería referirme al texto de Carlos Salinas de Gortari (CSG) y lo anterior era solamente preludio. CSG aprovecha que le dieron foro para presentar su séptimo informe. En él cuenta, entre otras, la siguiente historia: la globalización y la existencia de una sola superpotencia en el mundo, de la cual somos vecinos, ``exigía que la soberanía se convirtiera en el valor fundamental de los mexicanos''. El fortalecimiento de ésta exigía un mayor sustento popular del Estado. Para ello se ``estableció una estrategia social diferente. Es aquí donde entra el Programa Nacional de Solidaridad: `Solidaridad fue una parte del esfuerzo para fortalecer la legitimidad social del Estado. Mediante la formación de más de medio millón de comités de base, abrió espacios a la participación popular organizada e independiente' ''. Además este programa produjo, según CSG, resultados asombrosos. Citando a Cepal sostiene que se disminuyeron la concentración del ingreso y la pobreza entre 1989 y 1994. Citando al BID sostiene que los salarios reales durante su gobierno aumentaron en 45 por ciento, el aumento más alto en América Latina durante ese periodo. Concluye diciendo que: ``ni los modelos neoliberales que se aplicaban en la región ni los populistas que subsistían, lograron proporcionar aumentos de los salarios reales como los que en la época del liberalismo social se registraron en México''. El espacio se me ha acabado. Los datos en los que se basa Salinas tienen serios problemas. En mi columna Economía Moral del próximo viernes mostraré que las cosas no son como sostiene.