n Sus restos mortales fueron cremados en el panteón Español


Murió Chilo Morán, artífice del jazz contemporáneo en México

n Necesitamos reconocimiento, no homenajes ni trofeos, advertía el músico

Pablo Espinosa n Cecilio Morán Arroyo, uno de los constructores de la cultura jazzística contemporánea, mejor conocido como Chilo Morán, expiró ayer a los 68 años, víctima de un padecimiento diabético. Sus restos fueron cremados en el panteón Español luego de recibir honores póstumos en el local sindical de los músicos, en Taxqueña.

Se trata de una personalidad artística de particular relevancia. Entre otros méritos, pionero de un movimiento jazzístico que hoy por hoy goza de cabal salud, representado por una legión de músicos jóvenes con trayectorias de alcance cosmopolita.

Capítulos célebres a granel, la actividad trompetística de don Cecilio lo ubica en escenarios y momentos variopintos, uno de los más célebres, la visita reciente de su colega estadunidense Wynton Marsalis, quien luego de hacer magia con su septeto se lanzó a la noche y terminó en tremenda jam session con el gran Chilo Morán, a quien le guarda admiración del mismo modo que varias generaciones en México lo hacen.

La chispa de la improvisación

Una entrevista con Chilo Morán era siempre motivo de disfrute. Uno siempre salía sabiendo cosas nuevas luego de dialogar con él. De entre las varias charlas -todas ellas, antiguas o recientes, son ejemplificativas- realizadas a lo largo de su trayectoria, vale la pena rescatar una, la ocurrida cuando Chilo Morán festejó sus primeras tres décadas de hacer jazz, hace 15 años.

Recuerda Chilo Morán cómo, el 5 de abril de 1948 en Acaponeta, Nayarit, su padre, trompetista, le comunicó del éxodo que emprenderían para vislumbrar en la capital mexicana el panorama. En la metrópoli, con la orquesta de Pérez Prado, inició en 1954 el viraje hacia la improvisación musical.

Apunta el músico que cuando tenía doce años y era primera trompeta en la orquesta de su padre, don Genaro Morán, encontró en las partituras ''estándard" que le llegaban de Estados Unidos una indicación cuyo significado ignoraba: Ad libitum (a placer, a voluntad). ''Toca ad libitum, me decía mi padre. Pero qué, si no hay notas, sólo una expresión: ad libitum, se desesperaba el joven músico. Toca lo que quieras, Chilo, me decía mi padre. Y así empecé a improvisar en música.

''El primer solo ad libitum que grabé profesionalmente fue la pieza Pianolo, con Pérez Prado. Inmediatamente se hizo famoso ese pasaje y mis compañeros músicos lo empezaron a adoptar. Esa fue la chispa de la improvisación'', dice el trompetista, pues cuatro años después se gestó el movimiento jazzístico mexicano: ''nos prestaban casas los amigos para nuestras jam sessions y éstas resultaban las más hermosas, verdaderamente hermosas", rememoraba Chilo.

Tocar por placer

Fue creciendo el amor al jazz. El proceso de aprendizaje devino respeto hacia este género en el que, dice el trompetista, ''se puede desahogar todo: inquietudes, estados de ánimo, tensiones, todo mediante el instrumento. Y eso para mí no tiene precio: la oportunidad de tocar jazz por placer y que me escuchen".

Sin embargo en tres décadas de brega cotidiana, de ser protagonista pionero de la síncopa nacional, el entrevistado no considera que el jazz mexicano haya adquirido una personalidad propia. ''Mientras no exista el apoyo para los músicos de jazz, difícilmente podremos hablar de una personalidad. Podríamos hablar, sí, de producción personal, pero lo necesario es conjuntarlas y para eso falta la otra parte, el apoyo, el estímulo".

Pero, ojo, ''necesitamos estímulo pero no que nos chiqueen; necesitamos reconocimiento pero no homenajes ni trofeos, sino el estímulo que nos pueda proporcionar la alegría de ver difundido nuestro jazz. Que el músico de jazz mexicano sea respetado y tenga la oportunidad, al menos, de que sea criticado en el extranjero".

Gusta Chilo de condimentar su plática con ejemplos musicales. Cuando habla de sus intereses estéticos recurre, necesariamente, a una improvisación vocal, a la expresión gestual, corporal, de los ritmos que le interesa transmitir. Tamborilea con las falanges y los metatarsos sobre la mesa. Ejemplifica con la síncopa. Indica que, como mínimo, estudia tres horas diarias con su trompeta. Que es su compañera, dice. No hay, así, día de juerga y si eso sucede, al tercer día hay bronca con su trompeta, ella le reclama el abandono. No da pie con nota.

Habla Chilo de la evolución rítmica del jazz; de cómo el mambo podía crecer sin él pero, en cambio, el chachachá fue retroalimentándose con el género sincopado. Recuerda un error enmendado y cómo rechazó alguna vez el surgimiento del rock: ''lo repudié enérgicamente, estúpidamente, porque me llené de soberbia y cerré los ojos a una realidad. No podemos ir contra la juventud, ahora lo sé. Yo tengo una rítmica determinada -bailotea las notas vocales, su gesto ahora despierta en el reportero la imagen mental de un héroe de la improvisación jazzística natural: tin tan- una rítmica que va al quid del modernismo. Tuve entonces que tomar una decisión: seguir tocando como me gusta, como lo hacía 20 años atrás, pero tratando de ser actual, moderno, porque si soy actual estoy con todos, con los jóvenes y con los viejos. Eso me mantiene en el jazz tantos años''.

Bailotea con los dedos otras notas, vocaliza nuevas síncopas, despliega los recuerdos en la mesa. Su trompeta lo espera en casa.


Una semblanza

Ernesto Márquez, especial para La Jornada n A los 68 años de edad y todavía en plena actividad musical, falleció en la ciudad de México el trompetista Chilo Morán, figura prominente del jazz mexicano.

El músico, quien se encontraba hospitalizado a causa de un padecimiento renal derivado de la diabetes, dejó de existir a las 3:15 horas de este jueves.

La noticia de su deceso impactó a la comunidad artística, la farandulita y la farandulota, ya que aparte de su desarrollo como artista Chilo fue acompañante de importantes figuras de la música popular en México y el extranjero.

Convencido de que el jazz tenía futuro en México, fue incansable promotor del género sincopado tocando en diferentes foros o abriendo espacios para la manifestación de estas músicas.

Reconocida su labor en tal sentido, el año pasado le fue otorgada la presea Mario Ruiz Armengol, la distinción más importante que otorga el Sindicato Unico de Trabajadores de la Música (SUTM), organismo del que Morán fue secretario de Organización y Propaganda en el periodo 93-97.

Oriundo de La Concordia, Sinaloa, donde nació el 19 de noviembre de 1930, Cecilio Morán Arroyo se formó con la música que escuchaba en la radio y con las enseñanzas primeras de don Genaro Morán, su padre, quien lo adiestró en la técnica de la trompeta.

El impulso de Pérez Prado

Más tarde y siendo un adolescente se traslada a la ciudad de México para continuar con su preparación académica. Ingresa a la Escuela Libre de Música en la que estudia solfeo con el maestro José Francisco Vázquez.

Solo y sin recursos económicos para sostener sus estudios, se emplea ocasionalmente lo mismo como vendedor de libros, abonero, utility o secre de las orquestas. Así es como conoce a los músicos Arturo Núñez, Ismael Díaz y Luis Arcaraz, quienes prueban su capacidad musical y le permiten desarrollar su talento en las orquestas que dirigen.

Su deseo de triunfar y su habilidad técnica, sumada a un don natural, lo hacen destacar por encima de instrumentistas ya experimentados. Es Dámaso Pérez Prado, el Cara'efoca, quien se percata de las posibilidades y alcances que como trompetista tiene Chilo y lo invita a ser parte de su orquesta, justo en un momento en que está próximo a cumplir compromisos en Europa y el Lejano oriente.

Es en el extranjero en donde el músico se relaciona con el jazz. A su regreso inaugura el Rigus, primer jazz bar de México, que sostiene como un proyecto personal, con inversión propia y en el que participan músicos de la talla de Víctor Ruiz Pazos, Mario Patrón y Tino Contreras, experiencia en la que no le va del todo bien, pues, como decía: ''El jazz no da para comer, mucho menos para sostener un proyecto de este tipo".

Así que de vuelta ''al hueso". Y aquí el curriculum es muy amplio: primera trompeta de la orquesta de Agustín Lara, solista en la orquesta de Chico O'Farrill; primera trompeta en las de Henry Mancini, Paul Muriat, Sergio Méndez, Jerry Lewis y Frank Sinatra, desde luego que en distintas fechas.

Pero su inquietud por la difusión del jazz no se le borra del todo y el 26 de enero de 1962 estrena el primer grupo formal de jazz que se presenta en Bellas Artes, ofreciendo un concierto didáctico en el que se muestra la historia del jazz hasta el pop.

En 1967 realizó una gira por Estados Unidos visitando Las Vegas, San Francisco, Chicago y Nueva York con un grupo integrado por Mario Patrón en el piano, Víctor Ruiz Pazos, en el bajo; Rodolfo Popo Sánchez, en el saxofón alto; Javier Zainos, en la batería, y El Negro José de Jesús Muñoz, en las percusiones. Cabe señalar que la sorpresa que provocan con sus actuaciones está dada por la formalidad tonal y el virtuosismo manifiesto de los instrumentistas, así como la voz espléndida de una cantante hasta ese entonces desconocida, Lenny Andrade.

Más que virtuosismo, corazón

La trayectoria musical de Chilo Morán es extensa. Revestida con triunfos personales como instrumentista y reiterados fracasos como promotor de jazz. En los años sesenta, Chilo regresa a su función de trompetista acompañante de..., se le ve aparecer en escenarios jazzísticos con variadas formaciones grupales, lo que hace entender al aficionado la necesidad de este músico por expresar sus ideas sin encontrar acomodo.

En 1971 recibió el premio APERM, con una actitud de desenfado, ya que él siente que eso no representa lo que ha logrado en el escenario ni lo que ha sido su búsqueda. Un nuevo decaimiento en su ánimo propicia que se dedique a otras actividades, como arreglista y director musical de cantantes de baladas. Así, participa en festivales de la canción como el OTI o acompañando en extenuantes giras a José José y Emmanuel.

Con posterioridad, en 1991, se integra nuevamente a la actividad jazzística. Forma un quinteto y un dueto con el pianista Leonardo Corona, con quien graba el disco a piano y trompeta, Mexican favorites. Un tratamiento jazzísico a temas tradicionales de nuestra música popular como Negra consentida, la Panchita o Cuando vuelva a tu lado.

El inicio de los años noventa supone, para el jazz hecho en México, mejores momentos. Se abren foros como Arcano, ciclos de jazz en la Universidad y diferentes festivales en provincia; en todos ellos, Chilo Morán y su trompeta están presentes.

Fue un músico reconocido en todos los palos del jazz. Un trompetista de abolengo o como dijera Winton Marsalis: ''un miembro importante entre la hermandad de trompetistas de jazz'', comentario que satisfizo a Chilo, quien en reciente charla hacía referencia a ese reconocimiento, a la amistad que tenía con el trompetista estadunidense a grado tal que la última vez que vino Marsalis a México, prefirió ir a descargar con Chilo al Arcano, que asistir a una ceremonia en la embajada de su país.

Viendo tocar a Morán, Marsalis dijo: ''así se toca el jazz, con fuego, con alma, sin alardes; no es tanto de virtuosismo, sino de corazón, así como lo toca Chilo''.