Pablo Gómez
Derecho a la rectificación
Ha resurgido la vieja tesis de que el sufragio universal es inconveniente, complicado, enredado. La reiteración de ideas antidemocráticas obtiene su oportunidad de los recientes comicios en el PRD, los cuales fueron, finalmente, anulados por el órgano encargado de su calificación.
El PRD se reprobó a sí mismo en una rigurosa prueba comicial, lo cual no implica que sea imposible alcanzar el título de partido democrático, aunque sea en un examen extraordinario. Nadie lo enjuició como él mismo lo hizo: los otros partidos ni siquiera se metieron en el análisis de las elecciones internas del PRD, como sí lo hicieron en el caso del dedazo presidencial en el PRI.
Así las cosas, el crítico más riguroso del PRD ha resultado ser el mismo PRD, en un país donde la cultura de la crítica brilla por su ausencia en términos del promedio nacional.
Lo que se requiere ahora es rectificar y, con ello, la reivindicación del derecho a la rectificación misma, lo cual también es un elemento escaso en la cultura política nacional.
La realización de nuevas elecciones en el PRD es un imperativo de la vergüenza democrática, que tampoco es una peculiaridad de los partidos mexicanos, en su generalidad.
Pero la tesis de que el sufragio universal -método muchas veces criticado y derogado, aunque nunca vencido- es inadecuado para un partido político no difiere de aquella que se levantó justamente para combatir el derecho de voto para todos (y, después, también para todas) durante la modernidad.
El PRD ha escogido el voto universal y directo con plena conciencia de lo difícil que resulta en un país como México. Pero justamente porque la herencia a la que se renuncia es el dedazo y la imposición, el voto directo es su contrario.
Es evidente que el PRD jamás tendrá un padrón perfecto, pero casi nadie se quedó sin votar por no encontrar su nombre en el listado de afiliados.
Es claro también que no es posible contar con un servicio electoral plenamente profesional, pero el trabajo voluntario es uno de los mayores instrumentos de un partido de verdad.
Lo que casi nadie esperaba es que se produjeran muchos problemas de organización y, además, violaciones reglamentarias. Como factor de los primeros se encuentra la descentralización del servicio electoral que fue un error, el cual debe ser superado. Entre los segundos se halla la actividad de personas de pocos escrúpulos y muy escasamente vigiladas que aprovecharon la buena fe del partido como tal, pero que no representan la forma de ser del PRD.
Los errores no tienen por qué convertirse en la prueba de la inviabilidad del método democrático de la elección universal y directa, a menos de que se considere que éste debe nacer perfecto. Estados Unidos, por ejemplo, fue por muchos años el país de los fraudes y, hasta hace poco, había ciudades que estaban en manos de los alquimistas electorales; sin embargo, a ningún intelectual se le ocurrió proponer la cancelación del voto universal en espera de condiciones políticas y culturales más propicias. México, como sabemos, ha sido y es un país de fraudes y compra de votos, pero nos mantenemos serenamente en la lucha en favor de las elecciones limpias. En el PRD -único partido con sistema general de elecciones universales y directas- existen escollos a su propia democracia, pero está obligado a refrendar su lucha por la construcción de un partido democrático.
El que no lucha no gana: la rectificación es un derecho.