MEXICO: DEFENDER LOS PRINCIPIOS
México históricamente ha defendido los principios de no intervención y libre determinación de los pueblos, ha rechazado el uso de la fuerza para dirimir diferencias y conflictos entre naciones, y ha antepuesto en su trato con otros países --cualquiera que fuese su tamaño, su influencia o su poder económico o militar-- el respeto mutuo y el derecho internacional.
De igual modo, nuestro país ha sostenido permanentemente la idea de que los litigios entre los estados deben ser resueltos de manera pacífica y por medios político-diplomáticos, en el marco de los tratados y de los organismos inter- nacionales, tanto los de carácter bilateral o regional, como los de alcance mundial.
Por ello, la posición del gobierno mexicano de desacuerdo con la agresión militar emprendida por fuerzas de la OTAN contra Yugoslavia --dada a conocer por la Secretaría de Relaciones Exteriores en el marco de la visita a nuestro país del primer ministro de Canadá-- es honrosa y consecuente con la tradición diplomática mexicana y con la vigencia del derecho internacional.
Ciertamente, las atrocidades cometidas por las huestes de Slobodan Milosevic en contra de la población albanesa de Kosovo, las acciones de "limpieza étnica" perpetradas en esa región de los Balcanes, así como la persecución y represión con las que el presidente yugoslavo ha golpeado a sus opositores, son actos violatorios de los derechos humanos y de las libertades democráticas, constituyéndose en crímenes intolerables contra la civilización y la humanidad. Pero la agresión de la OTAN contra Yugoslavia, desatada sin la aprobación de la ONU, por lo tanto al margen de la legalidad internacional, además de erosionar los principios de soberanía y de respeto entre las naciones, ha atizado los odios y exacerbado la violencia en Kosovo. Los centenares de miles de refugiados kosovares que han escapado hacia Albania y Macedonia son una prueba dolorosa y concreta de lo contraproducente que resultaron, en términos humanos, los bombardeos de la alianza atlántica.
Para colmo, la hipocresía manifiesta en la decisión aliada de bombardear Yugoslavia representa una burla para la comunidad internacional, pues no debe olvidarse, para citar un caso, que Turquía --integrante de la OTAN-- ha cometido vastos actos de represión y persecución en contra de los kurdos y mantiene ocupada una parte considerable de Chipre a contrapelo de las resoluciones de la ONU, sin que ninguno de sus aliados occidentales le haya exigido públicamente cuentas o haya intervenido para detener sus agresiones.
El desacuerdo del gobierno mexicano con la embestida militar contra Yugoslavia y su preocupación por las terribles violaciones a los derechos humanos cometidas en ese país son posiciones, cabe reiterar, loables y consistentes con la tradición diplomática mexicana y con la vigencia del derecho internacional y de los acuerdos multilaterales suscritos por la mayoría de los estados, como la carta de las Naciones Unidas.
En ese sentido, cabría exhortar al gobierno de México para que, en congruencia con su posición en favor de la paz y en contra de las manifestaciones intolerantes, xenófobas y represivas que, trágicamente, han tenido lugar en Yugoslavia, brinde atención y respuesta a las numerosas denuncias en torno a las violaciones a los derechos humanos que --de manera grave y peligrosa-- tienen lugar en nuestro país, lleve a cabo medidas de distensión militar en Chiapas, y se decida a lograr la paz mediante el cumplimiento de los acuerdos ya firmados en ese estado del sur de la República.