Desde el inicio de la pandemia de sida, hemos presenciado el manejo ritual del número de casos para llamar la atención sobre la gravedad del problema. En esta danza de las cifras del sida participan funcionarios gubernamentales, organizaciones civiles, médicos y, sobre todo, los medios de comunicación.
Más allá del amarillismo de ciertos medios, el manejo periodístico de las cifras no siempre es el más indicado. Pero muchas veces la responsabilidad de dicho manejo recae sobre las mismas autoridades encargadas de la vigilancia epidemiológica y del registro de los casos. La falta de claridad y explicación en la presentación de las cifras puede derivar en una interpretación errónea del verdadero impacto de la epidemia.
Por ello es necesario que las autoridades de Salud informen y expliquen a la opinión pública, a los medios de comunicación y a las organizaciones no gubernamentales, las razones de los cambios introducidos este año en el sistema nacional de vigilancia epidemiológica del sida. Para un Estado acostumbrado a responder según la gravedad de las situaciones, es crucial el manejo de cifras que informan de la magnitud de un problema. La nueva presentación de las cifras sobre sida representa un cambio radical en comparación con los datos proporcionados el año pasado. Sin una explicación de por medio, esto da lugar a suspicacias sobre la verdadera intencionalidad de los cambios. Es necesario disipar toda sospecha de pretender minimizar el impacto de la epidemia de sida en nuestro país.
La información de las actividades realizadas y de las decisiones tomadas por los servidores públicos es un derecho que asiste a la ciudadanía; es una práctica sana que la sociedad civil ha demandado y esperado en su relación con el gobierno.