Arnaldo Córdova
Las elecciones en los partidos
En ningún partido político en el mundo, es bien sabido, se llevan a cabo elecciones mediante el mecanismo de votación universal, directa y secreta. En algunos se dan las elecciones preliminares para elegir candidatos, pero nunca para elegir a las directivas partidistas. Esas preliminares, además, no alcanzan el rango de las elecciones universales. Se basan en la elección de delegados electores que deciden en caucus quiénes serán los candidatos del partido. El único partido que lleva a cabo elecciones universales es el Partido de la Revolución Democrática, gracias, como lo he señalado en otras ocasiones, a una propuesta de Pablo Gómez que hoy se ha convertido en verdadero dogma democrático del PRD.
Cuando yo tomé la palabra para rebatir la propuesta de Gómez, no aduje fruslerías tales como aquélla de que un partido no puede realizar ese tipo de elecciones. Me dirigí a la experiencia que había presenciado en la Universidad de Puebla, donde en cierta ocasión se presentaron siete precandidatos comunistas a la Rectoría de la UAP y todos se dieron hasta con la cubeta. Una vez que fui a dar una conferencia en aquella casa de estudios, oí en una asamblea a un profesor decir: "Oye, Ƒcómo quieres que te demos nuestro voto si tus mismos compañeros nos han dicho que tú eres un ratero?" Esas elecciones, directas y universales, tienden indefectiblemente a polarizar las posiciones y a dividir (de eso se trata) el voto. No tiene remedio. No por caso, los comunistas perdieron aquellas elecciones casi con pamba.
Muchas veces me ha tocado ver ese espectáculo, sobre todo dentro del PRD. Y siempre he concluido que, con sus modales (o su falta de), se exhiben sin una verdadera necesidad frente a sus electores. A la diputada Padierna, en el DF, no se le bajó de "ratera", "corporativista", "corrupta" y muchas otras cosas. De Carlos Imaz se dijo, por lo menos, que era "hijo de Cuauhtémoc". En Michoacán, hace unos años, Robles Garnica dijo que si Cristóbal Arias llegaba al gobierno sería peor que todos los gobiernos priístas que se habían tenido. En Guerrero yo escuchaba decir a muchos oradores que el doctor Castrejón Díez era un "espía del gobierno" y hasta un "agente del imperialismo estadunidense incrustado en el PRD".
Las elecciones universales y directas son, por su propia naturaleza, confrontaciones totales, de frente a la ciudadanía, en las que no se pueden dar los medios términos ni forma alguna de cortesía o disciplina que, a veces, son usuales en ciertos partidos (no en el PRD, por principio). Incluso en las asambleas ordinarias de los partidos suele ocurrir que se disuade a algún pretendiente al poder interno simplemente con decirle: "Si no te retiras, subo a la tribuna y digo todo lo que sé de ti". Eso también lo he visto con mis propios ojos dentro del PRD. No sé por qué siempre olvidamos que las luchas políticas son siempre luchas entre fieras (mitad león y mitad zorro, decía el gran Maquiavelo). Nos gusten o no, las cosas se dan así y ni remedio tiene. Imaginar universos políticos de querubines en cada partido es lo más estulto que pueda imaginarse.
Se ha dicho que las asambleas de delegados siempre son manipuladas por los dirigentes locales en enjuagues con dirigentes nacionales. En realidad, es así. Pero eso no se evita con las elecciones universales y directas y éstas, por lo general, resultan peores, con escándalos como repartos de despensas, compras de votos, urnas zapato y otras pillerías por el estilo. Además, las asambleas dan mayor margen a acuerdos que pueden redituar en una mejor representación de todas las corrientes dentro de los partidos. Esto está probado y corresponde a la entidad de cada fuerza dentro del partido. En el PAN y en el PRI, son sus consejos los que eligen a sus candidatos y dirigentes. Es un método antidemocrático, a todas luces. Pero en el PRD podría volverse un método muy democrático si se atiende, sin sectarismos, a todas las corrientes y grupos confrontados.
Y no se trata de esconder las propias heces, como hacen los mininos. Se trata de poner de acuerdo a los millones de integrantes de los grandes partidos que, en unas elecciones internas universales, no podrán por más de ver moros con tranchete dentro de sus propias filas y actuar en consecuencia. Las asambleas de delegados pueden ser muy democráticas y representativas en grado sumo. Todo depende de cómo se les organiza y se permite que todos voten. No son, además, tan costosas. Y, lo más importante, sus resultados son siempre seguros. No hace falta mucho para darse cuenta de que las elecciones directas y universales hacen una bandera desvergonzadamente demagógica y profundamente dañina para la integridad de los partidos y la autoridad de que deben estar revestidas las direcciones partidistas.