Este sábado podría reivindicarse en su último concierto en la Feria de Texcoco


Juanga, el mejor gallo del palenque... pero falló el sonido

Arturo Cruz Bárcenas n Hoy por hoy, el mejor gallo para un palenque es Juan Gabriel. Ni Alejandro ni Vicente Fernández, ni Lucía Méndez, ni Ana Bárbara; tampoco Alejandra Guzmán, y mucho menos Lucero, lograron la comunión que el juarense universal logró con el público de la Feria de Texcoco, cuya edición número 22 concluirá mañana.

El compadre de Lucha Villa ya nos tiene acostumbrados a armar mitotes. En el primero de sus tres conciertos, el pasado jueves, no llenó el palenque hasta la azotea, como sí lo hizo el Potrillo Alejandro Fernández, pero la respuesta colectiva, el desmadre generalizado, el vaivén de los miles de brazos como si fueran uno solo, conformaron lo que Fernando Savater denomina como un espectáculo: una expectativa que crece con cada nueva canción, una sorpresa tras otra.

Con un sonido pésimo, por la mala ecualización y los bajos decibeles, la especie de opertura con la que el mariachi inició la presentación del divo de Juárez sólo exasperó a la gente que ardía en ganas de entonar las clásicas lacrimógenas, las recriminadoras, revanchistas y con encono cruel, vil, contra el amado traidor, al que se le grita "šte voy a olvidar, aunque me cueste la vida, y aunque me cueste llanto, yo te juro que te tengo que olvidar!"; a ese (a) farsante al (a la) que en la ilusión de la educación sentimental flaubertiana lo exhibiremos "šdelante de tu mugroso y mantenido amante!".

Llega el ídolo y, como tal, su sola presencia ya es satisfacción, causa de sensaciones mil, de pieles de gallina, de estómagos que se retuercen, de soltar exhalaciones y exclamaciones contenidas. La obesidad y el prominente vientre que Juanga mostró en su concierto en la Plaza México, a finales del año pasado, quedaron atrás. Aparece esbelto ("se me hace que se hizo cirugía", se oye decir a una dama entrada en años). Nuevo look; se cortó la melena. Y hasta se ve jovenazo. Recibirá rosas de mujeres y hombres.

En la nostalgia, canta Se me olvidó otra vez "que ya habíamos terminado", preámbulo de las canciones bravías que hicieran famosas Lucha Villa y Lola Beltrán, Lola la Grande: Yo me muero donde quera, la josealfrediana Amanecí en tus brazos, El gallo de oro.

La introducción de una cimera canción de su repertorio convierte al palenque en una discoteca travoltiana: El Noa-Noa. Vuelan sombreros dentro del aro que encierra al escenario. Por allá alguien arroja su saco. Por el oriente de la fila K una dama de no malas cachas no aguanta más y vomita papas a medio deglutir, la cerveza, el refresco, el tequila. La gente alrededor huye del sitio, cual si lo que se escurre fuera una rata rabiosa. (Al acabar el show veríamos a otros roedores poniendo su changarro en los corredores de la feria.)

"Sobre aviso no hay engaño", alecciona Juan Gabriel. Llegó el clímax con Así fue, diálogo de ruptura, de distanciamiento, de un paulatino adiós a la pareja a la que con sinceridad se le dice: "Ƒcómo decirle que te amo, cómo decirle que te amo, si me ha perdonado? Le he dicho que no... le he dicho que no...". Las gargantas se cierran en una sola y cada mente toma su rumbo. Finaliza este dolor haciendo la señal de la cruz, apóstrofe de un amor que agoniza, o que ya está muerto. Se valen todos los ridículos, la grandilocuencia, el hipérbaton.

El espíritu de José Alfredo entra al quite. Qué bonito amor... "si algo en mí cambió, te lo debo a ti"; "olvídate de todo, menos de mí". El alma de Pedro Infante: Tu enamorado.

Para las cabecitas blancas: Amor eterno, que duró poco.

Juan Gabriel no cantó Querida, Pero qué necesidad... Sólo una hora y 20 minutos de una intensidad cortada de tajo, sin piedad. En eso sí le ganó Alejandro Fernández, que cantó tres horas seguidas. El Potrillo cabalga. Los "šculeros, culeros!", y otros coros europeos (Alejandro Lora dixit), fueron infructuosos. Con la rapidez de un desalojo, los instrumentos fueron retirados. "šQué egoísta!", "šqué mala onda!", "no se había portado así". Y muchos etcéteras.

Faltó la cereza, el cierre sin derrapar, la pincelada maestra. No obstante, hoy podría, si Juanga quiere, reivindicarse. Se mantiene la expectativa, el deseo de sorpresa.

La Feria de Texcoco finaliza mañana. Boleto para Juanga: $300; 12:00 horas.