La Jornada Semanal, 11 de abril de 1999
Barbie, la chica plástica por antonomasia, ya es cuarentona. Pero no la delata su rostro -limpio de arrugas-, ni su figura: sigue siendo un prodigio de esbeltez, cero panza, cero celulitis. ¡Quién fuera lozana muñeca de Mattel y no tener que sollozar junto con Baudelaire: ``El tiempo, cruel asesino del amor y la belleza''!
Las cuarenta primaveras de Barbie Millicent Roberts -nombre completo de la muñeca, según Ruth Handler, su rigurosa progenitora- no sólo dan pie para referirse a la longevidad y memorabilidad de una marca bien publicitada que ha acompañado a las mujeres de al menos dos generaciones, sino también para pensar de nuevo en las imágenes femeninas subrayadas con mayor énfasis en nuestra sociedad de consumo.
Pocos objetos tan controvertidos como este juguete que le permite a las niñas jugar a ser mujeres o imaginar múltiples situaciones de adultas. ``Como la Mona Lisa, cuya imagen ha sido liberada del Louvre para entrar a la cultura popular, la muñeca Barbie es un icono cultural familiar'', escribe Valerie Steele, curadora de la exposición ``Arte, Diseño y Barbie: la hechura de un icono cultural'', en el prefacio al libro Barbie Millicent Roberts. An original (Pantheon Books, 1998).
Comparar a la muñeca con la sonriente Gioconda puede sonar a sacrilegio, como podrá parecerlo también decir que durante este moribundo siglo XX sólo ha habido una rubia más famosa que Barbie: Marilyn Monroe. Se reciben apuestas.
Barbie -a la que más de una cuarentona mexicana de carne y hueso, o a punto de serlo, recordará por el apelativo ``Señorita Lilí''- ha propuesto desde siempre un modelo de belleza física que, a mi corto entender de hombre, creo que sólo se consigue a la Churchill: con sangre, sudor, lágrimas, pesas pesadísimas y aerobics de alto impacto; con productos ow fat, light y cholesterol free; o con cirugías, implantes en el busto, extracción de costillas y liposucción. Barbie ha sido un sueño, una pesadilla o el fetiche aspiracional por excelencia: la muñeca rubia (aunque ahora la haya en varios colores), esbelta, sonriente y siempre a la moda.
Afirman los críticos del bien torneado juguetito que el mundo de Barbie es prefabricado y transmite modelos de vida que exaltan el consumo, la frivolidad, la apatía y la evasión de los problemas de una sociedad altamente estamentada. ``El problema con Barbie es que promueve un modelo de identificación psicosexual que privilegia un solo tipo de rol femenino'', declaró la psicóloga Irma Hurtado al colega Jorge Luis Berdeja, autor del bien documentado reportaje sobre la muñeca, que mereció el Premio de Periodismo Cultural Fernando Benítez 1998 y que recién publicó la revista Viceversa.
Debe decirse, sin embargo, que los fabricantes de Barbie han respondido con una astucia mercadotécnica admirable. La muñeca no es, desde hace muchos años, un implícito manifiesto en favor del supremacismo caucásico. Dicho sin tanta pompa, ya no sólo hay Barbies güeras; hoy existen versiones ``latina'' (``Teresa''), ``afroamericana'' (``Christie'') y ``asiática'' (``Kira''). El mundo de Barbie es, pues, orgullosamente multicultural, aunque sea tan sólo para agradar al mercado. Y también es políticamente correcto: está a la venta una versión discapacitada (``Becky'') que viene con todo y su silla de ruedas.
También es cierto que la vocación profesional de Barbie se ha diversificado significativamente. Se inició como modelo adolescente, pero ya se sabe que esa chamba es de vida efímera. En las últimas cuatro décadas ha sido astronauta, bailarina, chef, ejecutiva, exploradora, dentista, doctora, fotógrafa, gimnasta, patinadora, pintora, rocanrolera y veterinaria, entre otras profesiones y oficios. Tal vez no pase mucho tiempo para que la veamos ejerciendo como senadora, hacker, militante de agrupación lésbica, table dancer, guerrillera o taxista.
En donde los fabricantes no han dado un solo paso hacia atrás -o hacia los lados- es en repensar su rigurosa constitución física. ¿Jamás tendremos una Barbie imponente, como Regina Orozco, Delia Casanova, Tina Romero o Evita Muñoz? ¿Las niñas llenitas deberán crecer jugando siempre con muñecas supuesta y dictatorialmente ``esculturales''? ¿Nunca habrá influencia de Botero en este bárbaro mundo?
Fenómeno publicitario y comercial, Barbie es una marca que no termina en las muñecas y sus accesorios. Circula una revista mensual con su nombre en la que se anuncian fragancias para niñas, paletas rellenas de goma de mascar y hasta plumas alusivas al juguete (``los únicos bolígrafos tan tiernos como tú'').
La edición más reciente de la publicación -que conmemora, precisamente, el 40 aniversario del sujeto que nos ocupa- es rica en ``datos divertidos'' sobre la muñeca. Algunos botones de muestra:
-Se han vendido más de 1,000 millones en el mundo desde 1959. Si se
alinearan todas
las muñecas vendidas a la fecha, darían siete vueltas alrededor de
la Tierra.
- Se han producido más de 900 millones de estilos de prendas para
Barbie desde 1959.
- Se han utilizado más de 90 millones de metros de tela para hacer sus
prendas.
- Barbie ha tenido más de 1,000 millones de zapatos.
- La muñeca se vende en más de 140 países alrededor del
mundo.- Se venden dos Barbies por segundo a nivel
mundial.
Pues sí, una de las dos rubias más famosas del siglo XX cumple años. ¿Qué le espera en el próximo siglo? Los editores de su revista, haciendo gala del candor propio del mundo Barbie, lo expresan mejor que nadie: ``¡Más triunfos, éxitos y deseos de compartir todas sus alegrías contigo!''