Juego, poder e incertidumbre
Juan Soto Ramírez
El juego implica la articulación de dos cosas de modo que puedan tener cierto movimiento o libertad de acción (el juego de miradas en la seducción, por ejemplo). Para entender qué es el juego hay que convertirse en espectador y acompañar con la mirada, de otra manera la distancia entre el que mira y el que juega acaba con la participación del espectador. Aquel cuya mirada no tiene juego, jamás se divierte en la vida, es un aburrido. Por ello, la risa es una dimensión lúdica que no recrea sino desorganiza la realidad sumergida en un orden aparente. Se juega no para ganar identidad sino alteridad. Así como el soñador inventa el escenario onírico donde sueña, el jugador inventa escenarios lúdicos donde juega que, más allá de ir acordes con la lógica de diseño de la realidad social, la desarticulan por medio de la eliminación del fin: el fin del sueño y del juego son el sueño y el juego mismos, respectivamente. Tanto en uno como en otro casos, las nociones de causalidad para tratar de explicarlos no sirven más que para dar risa (es decir, para desorganizar el orden aparente de la realidad). Pensar que todo efecto es producto de una causa es pensar, de manera mecánica, en su sentido clásico: Ƒy si los sueños no son producto del inconsciente y sus múltiples crisis? ƑY si el juego no sirve para divertir sino para jugar?
Entrando en la otra dimensión
En el juego no se trata de aniquilar al adversario sino de incorporarlo en la dinámica del mismo juego. La ironía, por ejemplo, es el juego de la risa en el que sólo uno se divierte (tratándose de dos), pero eso ya no puede entenderse como juego, sino como perversión. Cuando el poder se expande el juego se acaba porque no hay regla que pueda contra él, ni siquiera las reglas de la razón. El poder no se mide con la razón sino con la autoridad. Al poder no se le estudia con la racionalidad sino con las emociones, porque sólo se siente. El poder no se guarda, sólo se acumula (igual que el capital: quien tiene capital, tiene poder), y se acumula para poder ejercerlo. El poder es la dimensión por excelencia de lo invisible porque sólo se siente, y si no se ejerce no es poder sino cosa de risa. La risa con poder se convierte en burla o ironía.
La visión de los vencidos es aquella mirada que sólo reconoce poder en la historia. Quien habla de poder por lo regular jamás lo tiene entre sus manos, de otra forma no tendría de qué hablar o algo a qué oponerse. Quien sólo reconoce poder en la historia es un derrotado y probablemente siempre será atropellado por aquél. De ahí que cambiar las reglas del juego o jugar a otra cosa sea algo así como redistribuir el poder, y a pesar de muchos las reglas pueden cambiar, pero hacerlo es difícil. Cambiar la forma en que se miran las cosas es construir una nueva mirada, aceptar que el sueño o el juego no tienen una finalidad concreta o son producto de causas específicas es como apelar a la terquedad de la mayoría de psicólogos clínicos, criminales, conductistas, psicoanalistas, etcétera, que se empeñan en creer que todo comportamiento es susceptible de ser interpretado. Desde esa lógica, la psicología estaría en pañales, porque los mínimos vestigios de incertidumbre como factores de determinación o co-determinación de la conducta humana no se verían por ninguna parte. Las imágenes (auditivas, táctiles, olfativas, visuales y gustativas), que avivan las mareas de los recuerdos y aparecen como tempestades o calma en la memoria, Ƒsiempre tienen una causa? Más aún, Ƒpodrá entenderse en algún momento próspero de la construcción del conocimiento psicológico que muchos de los fenómenos que estudian las diversas psicologías no pueden predecirse o escapan a las garras de las nociones de causalidad en términos de su explicación y comprensión?
En el dominio de la incertidumbre
Aceptar o promover que el comportamiento es impredecible es ya bastante trabajo para los psicólogos que han despreciado o pormenorizado los dominios de la incertidumbre. Otorgar el lugar debido a la incertidumbre implica aceptar que existe un carácter irreductible de los diferentes puntos de vista sobre una misma realidad, y que la totalidad de lo real no es simultáneamente visible (donde los psicólogos clínicos no reconocen más que traumas o fases críticas en el proceso de socialización, los antropólogos sociales, por ejemplo, reconocen una historia de vida plagada de símbolos). Hacer eso es jugar de otra manera (redistribuir el poder en el ámbito de la producción del conocimiento científico), porque cuando el juego siempre lo gana el mismo: hay que cambiar las reglas o jugar a otra cosa (cuando las sociedades no dan más de sí, como los matrimonios que se rompen o las relaciones que devienen altamente destructivas), hay que renovarlas o fundar otras. Cuando los psicólogos entiendan que existe una multiplicidad de fenómenos que no se explican por medio de las nociones de causalidad sino a través de los principios de la incertidumbre, comenzarán a jugar de otra manera y se divertirán más en vez de aburrirse con ellos mismos.
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