Sierra Huichola, Jalisco
Tres días antes de la celebración de la Consulta, arribó a San Andrés Cohamiata un camión de doce toneladas de la cervecería Modelo. Al camión, que no lo para nadie --tanto que inauguró el último tramo carretero de la terracería que hoy comunica San Andrés y San Miguel Huaixtita-- le costó trabajo subir la cuesta desde el crucero. Si bien no estaba repleto, cálculos de diversos wixaritari hacen pensar que dejó, en tres tiendas, ocho toneladas de cerveza. Esto equivale a unos 5 mil cartones de 24 latas cada uno. Sería pensar muy mal de las cerveceras suponer que llevaron tal cantidad para entorpecer los trabajos. (Es quizá que se acercaba la Semana Santa y sabiendo que se bebe, quieren que se beba más. Empujar una tendencia nacional, no sólo india.) Igual muchos huicholes a los que no les gusta el alcohol terminan pensando ``mal'', y hacen cuentas: para medianamente emborracharse se necesitan unas quince cervezas; si cuestan siete pesos cada una hablamos de 105 pesos, más lo que tengan que invitar. Y como los estragos personales son evidentes, se preocupan: sobre todo las mujeres. Por eso el recuento zapatista de cómo erradicaron el alcohol en los municipios en resistencia fue muy bien recibido y celebrado en las asambleas. La gente se reía, le hacía mella, pero todos estuvieron contentos de tratar el punto.
En la Sierra Huichola, un territorio con cuatro comunidades agrario-religiosas y cientos de rancherías dispersas, la Consulta arrojó más de 3 mil votantes, pero se considera que esta cifra se habría triplicado de no haber coincidido con la temporada de trabajo en el tabaco.
Una gran cantidad marcha todos los años hacia la costa nayarita, lo que les rompe lazos comunitarios, los sumerge en una zona del mundo donde pocas decisiones les están permitidas, y en la que la valoración de su persona (con todo lo que esto implica) está a cargo de otros que los ven sólo como mercancía. La investigadora Patricia Díaz Romo ha mostrado en el video Huicholes y plaguicidas cómo quienes viajan a los campos de labor, para emplearse en el tabaco, son expuestos a terribles enfermedades y a tratos inhumanos.
Una erradicación así no sólo se da en la Huichola. En los últimos dos años, de la Sierra Norte de Veracruz parten a Nueva York más y más comuneros. Saben que en un año lograrán reunir el mismo monto que toda su comunidad junta.
Como proceso, parece inevitable el llamado del dinero. El reto de los wixárika es hoy poder equilibrar su tradición con la apertura que también les importa. Además el consumo grita.
Tanto, que algunos wixaritari, preocupados por la cantidad de basura no reciclable que comienza a cubrir la región, le propusieron hace poco a los comerciantes que así como traían chatarra en múltiples empaques, así se regresaran toda la basura que generan. Los comerciantes se alarmaron en serio. La comunidad todavía no ha llegado a una decisión consensada, que requiere sutiles equilibrios, pero hay los que siguen impulsando esta idea, que comprometería a los comerciantes con su localidad.
La Consulta ocurre en el país en un momento difícil para las comunidades indígenas: tienen el cerco permanente del ejército, de los ganaderos y del narco; la intención de las dependencias es que los campesinos desaparezcan, lo que se traduce en apoyos que no les solucionan el problema económico y mucho menos los problemas agrarios, sólo corrompen. Como bien muestra Andrés Barreda en el Atlas geoeconómico y geopolítico de Chiapas, el capital está en el momento de una nueva apropiación de los espacios de riqueza nacional, que coinciden (y no es casualidad) con las zonas indígenas. Esto significa que al gobierno y al mercado les gustan más los huicholes que se van a la costa de esclavos, o a Guadalajara o México a vender artesanía. Mejor que se muden.
Por eso también impactó a los huicholes el recuento de cómo resisten los zapatistas los programas de gobierno.
Más allá del consenso constante que tienen en la Huichola los Acuerdos de San Andrés y la propuesta de cambios constitucionales de la Cocopa, la Consulta allí, como en otras regiones, sirvió para encontrarse, discutir, pensar juntos los problemas que reconocen como comunes. Para reconsiderar su actuar con un espejo de dignidad.
Entre los wixaritari, comienza a despuntar una nueva generación muy ilustrada en lo más legítimo de su tradición y su propia modernidad. Tiene información, reflexiona mucho, maneja con detalle el panorama histórico referente a sus derechos como indígenas y hace propuestas de democracia participativa. Como la consulta coincidió con el momento del cambio de autoridades agrarias, los delegados zapatistas pudieron conocer, de primera mano, este proceso. En San Andrés, las autoridades que entregaban el cargo decidieron someter a la asamblea su trabajo, como siempre se hace, con la novedad de detallar punto por punto los hilos que mueven en los problemas de tierras que siguen, y los pasos legales que han dado en el periodo de su gestión. No era una ceremonia, fue un verdadero taller con el fin de ``entrenar'' a los nuevos y comprometerlos ante el mandato del núcleo de comuneros.
Es claro que ambas partes de este encuentro que fue la Consulta reconocen y respetan el distinto camino del otro. El poder teme este encuentro porque sabe que el cerco que se rompió no fue sólo geográfico, y a la vez, porque no entiende el alcance de este recorrido a ras del suelo. Su menosprecio le hace pensar que los pueblos indios son, o quieren ser, ahistóricos. Por eso, en su lógica, dice que los zapatistas se fueron a promocionar. Los wixaritari saben, en cambio, que fueron a buscar junto con ellos nuevos modos de ver, y sueños más sutiles.
Ramón Vera Herrera