Mario Alberto Rivera, Valle de Bravo, Estado de México
Cuentan que ante los horrores de la Conquista, los antiguos matlatzincas decidieron huir a lo más profundo de los bosques. Terminaron estableciéndose en lo que hoy es un rincon turístico para los ricos de la ciudad de México y una cuenca estratégica por su producción de agua, cada vez más codiciada. Además la creciente voracidad de los ``troceros'' está acabando la madera de los bosques.
Desde noviembre de 1998 en San Cristóbal de las Casas, durante el encuentro de la sociedad civil con el EZLN, pudimos percatarnos de las enormes posibilidades de echar a andar una movilización de miles de hombres y mujeres que, dentro y fuera de las organizaciones sociales siguen pensando que la única forma de encontrar la paz en Chiapas es por medio del diálogo. Paz que sólo se alcanzará si se respetan los Acuerdos de San Andrés para considerarla como justa y digna.
Dicha movilización fue posible y su éxito radica en haber fortalecido los lazos que unen a las diferentes organizaciones en un objetivo común. La experiencia fue enriquecida por el ánimo y el compromiso que representó acercar nuestras comunidades con los delegados. Por el trabajo colectivo y la responsabilidad asumida, por haber encontrado un espacio para ver nuestro rostro humano en el rostro de ellos y ellas, en el contexto político que la consulta representó. Es haber entendido a nuestras propias comunidades, es habernos acercado.
La Consulta manifiesta nuestra capacidad para organizarnos, para saber que dentro de todo el esfuerzo desplegado por el gobierno y sus leales aparatos televisivos, de radio y prensa, hemos logrado un gran avance. La Consulta parte de aquí, a pesar de los contratiempos, de la falta de lana para el transporte, de aquellos que esperaron largas horas para trasladar a los delegados, de las horas sin dormir, de la fatiga, de la responsabilidad asumida, del miedo. De todo lo que pudo haberse interpuesto, de la presión de las autoridades, de los agentes de Gobernación que hicieron presencia en todos los eventos. Todo esto se desvaneció por la esperanza de recibirlos, de abrirles un espacio dentro de nosotros mismos y del lugar donde habitamos.
La Alianza de Pueblos Mazahua-Otomí (APIMO), los Jóvenes por el Cambio y Alianza Vallesana realizamos un trabajo conjunto cuyo resultado fue recibir seis zapatistas. Los hombres y mujeres de cinco municipios --Villa de Allende, Donato Guerra, Valle de Bravo, Temascaltepec y San Martín Otzoloapan-- reconocieron en los compañeros y compañeras zapatistas, el valor de enfrentarse a una realidad totalmente desconocida, sin saber lo que iban a encontrar, tal vez sin esperar nada. Sin embargo, como pudimos enterarnos, el reconocimiento, el ánimo y el corazón se fueron de regreso a la Selva y se quedaron con nosotros.