La Jornada martes 13 de abril de 1999

Pedro Miguel
Montajes

Bajo la guerra con misiles y bombas en los Balcanes se desarrolla otra, menos letal, por medio de revelaciones históricas y reportes del presente que buscan la descalificación y el desprestigio de los contendientes. Y así se pretende hacernos creer, de manera alternada, que todo este conflicto es producto de una maquinación de la Alianza Atlántica para destruir lo que queda de Yugoslavia o bien que Milosevic provoca los ataques contra su país a fin de colocarse en posición argumentada para exterminar a la población kosovense de origen albanés. En el fondo de estas tomas de posición pareciera existir la idea de que el conflicto en los Balcanes es un gran montaje, una representación con efectos especiales, escombros fingidos y lágrimas de plástico. Pero ni los serbios que lloran frente a sus hogares destruidos, ni los refugiados que llegan a cualquier frontera, exhaustos, famélicos y a veces heridos, parecen tomar parte de una producción escénica con objetivos propagandísticos. No creo que los miles de expulsados de Kosovo se tomen la molestia de cargar niños enfermos en trayectos de decenas o cientos de kilómetros sólo para hacer quedar mal a Milosevic, ni que los propios habitantes de Belgrado estén dinamitando sus casas para desprestigiar a la OTAN.

Por eso, el alegar vestigios de heroica resistencia nacional en el régimen de Belgrado es, en las circunstancias actuales, tan obsceno como argumentar razones humanitarias del lado de la Alianza Atlántica, y lo mismo vale para la descalificación de uno de los bandos en abono del otro. El engaño --porque no hay guerra sin engaño-- está en otro lado.

Nos han vendido una lógica de bandos contrarios entre dos supuestas contrapartes que, a la vista de todo el mundo, han logrado ponerse de acuerdo en lo fundamental, es decir, en tirar la política a la basura y avanzar hacia un conflicto armado de gran escala. No descarto que, a estas alturas, hasta los mismos jerarcas de la OTAN y los propios funcionarios de Milosevic estén convencidos de ser los protagonistas opuestos de la confrontación. Esta es posible, sin embargo, porque ambos se han apegado a actitudes fundamentalistas en torno de sus respectivas causas: la defensa de la patria o la preservación de los derechos humanos. A la postre, una y otra se han vuelto discursos huecos, útiles sólo para tapar el desastre en que han desembocado.

En un lado del conflicto están, entonces, quienes aceptan jugar ajedrez utilizando como piezas la vida y el bienestar de la gente. Del otro está --lo sepa o no-- la gente misma, serbia o albanesa (por ahora; si la partida continúa, se le agregarán los macedonios, los bosnios y a ver cuántos pueblos más), hermanada a fuerza por el sufrimiento, por la muerte, por la destrucción y por la brutal expropiación de su soberanía individual: el gobierno yugoslavo y la OTAN toman decisiones en nombre de los verdaderos afectados, y en esto también se parecen, porque uno y la otra lo hacen siempre con tanta torpeza o con tanta maldad (da lo mismo) que cada nueva acción que emprenden contribuye a empeorar las condiciones, ya de suyo infernales, de los civiles serbios y de los civiles albaneses de Kosovo.