n La acusación de robo de armas, provocación, dicen
Resistiremos la presión militar pacíficamente: choles de Jolnixtié
Hermann Bellinghausen, enviado, Jolnixtié, Chis., 13 de abril n Los pobladores de esta comunidad confirmaron hoy que el Ejército federal efectuó dos incursiones, los pasados días 10 y 11, practicando interrogatorios y cateos sin órdenes judiciales, bajo el pretexto de dos pistolas perdidas.
La comunidad en pleno testifica la inocencia de cinco de sus jóvenes, acusados de robar dichas armas. A través de sus representantes, miembros de la propia comunidad afirman que se trata de una ''provocación'' del Ejército Mexicano, destacamentado a las afueras del poblado. Esto mantiene en vilo a los choleros de Jolnixtié.
Las habituales zozobras y aislamiento en que viven los pueblos zapatistas de la zona norte se ha recrudecido en pocos días. Las ''provocaciones'' militares en este municipio de Tila, y en Sabanilla, no dejan lugar a dudas. Los choles se dicen dispuestos a resistir pacíficamente. Pero también temen sufrir agresiones violentas. Aseguran querer la paz, pero también que permanecerán aquí. ''Ya no nos vamos a dejar'', dicen.
Alarma
El cerco y la presión militar y paramilitar sobre la zona norte de Chiapas hace que las comunidades digan ''ya basta'' con una urgencia que es de hoy mismo, no de hace cinco ni quinientos años. El encierro los ahoga, como si estuvieran solos. ''Nos están provocando'', acusa bajo su pasamontañas ceñido y azul, como máscara, un hombre mayor, representante de las bases de apoyo del EZLN en esta apartada región de las tierras bajas de Tila, territorio chol desde hace más de mil años.
''Es mejor que se retiren. ƑQué beneficio nos traen los soldados? Lo que nos hacen es amenazar'', dice otro hombre de rostro cubierto, también mayor, casi viejo. Pero agrega con seguridad: ''Miedo no les tenemos. Aquí la gente está organizada. Nosotros no nos vamos a dejar. Ya basta. Somos mexicanos tenemos ese derecho de vivir en paz''.
De entre las muchas comunidades amenazadas de las tierras indígenas de Chiapas, en pocas la alarma es tan palpable. Tan urgente. Durante los últimos días el Ejército federal ha amagado a los pobladores de Jolnixtié como nunca. Ha hecho dos incursiones en la comunidad, y la vigilancia en los alrededores es continua. De un lado del camino hay un retén militar, y del otro, una comunidad dominada por el grupo paramilitar Paz y Justicia. Y luego otro puesto del Ejército Mexicano. Así, encañonado entre las altas montañas donde abruptamente terminan las sierras chiapanecas, Jolnixtié es un pueblo encerrado, pero en pié de lucha.
Seis hombres, jóvenes y viejos, sin decir sus nombres se presentan como ''representantes de las bases de apoyo del EZLN'', y rinden su testimonio ante un grupo de periodistas y observadores de derechos humanos, en algo que tiene mucho de ceremonia. Los avalan cientos de personas alrededor, afuera de la cabaña donde se efectúa la entrevista. Los voceros no necesitan identificarse, porque hablan por todos.
''Nosotros somos los testigos'', afirma el hombre del pasamontañas azul, y hace un ademán hacia atrás, aludiendo a los centenares de indígenas que escuchan atentamente. Todas las mujeres y todos los hombres del pueblo.
Este hombre, en otro momento dice no recordar desde cuándo viven en estas tierras. Su memoria de la comunidad se pierde en los abuelos de su bisabuelo, que ya vivían aquí. Y hace una profesión definitiva del valor de sus palabras y denuncias:
''Estas son las verdades, las realidades. No vamos a mentir porque somos los testigos, los que estamos viendo''.
Los seis hombres se van alternando la palabra como si fueran una sola, con timbres generacionales diferenciados. Dos viejos, dos maduros, dos jóvenes.
Uno de estos últimos declara, en su turno: ''Queremos que no nos provoquen. Queremos la paz, pero paz que sea justa. En lugar de eso nos vienen a provocar. Nuestra gente está muy molesta que el Ejército federal viene para hacer lo que no debe''.
Ya no se piensan ir a las montañas. Aunque vengan otra vez los soldados, no se alejarán. No obstante, su encierro es tal que hace varios días que ningún labriego ha salido a trabajar la milpa. No son ''incidentes''. La situación es crítica.
Relación de los hechos
Todo se dio en torno a la celebración de Emiliano Zapata. Uno de los representantes jóvenes relata que el 9 de abril, ''antes de la fiesta, un taxi llegó a esta comunidad como a las 11 de la noche y se estacionó en el atrio''. En un pueblo tan retirado y arrinconado como Jolnixtié, esto es muy raro.
''El taxi dejó dos personas del Ejército, uno de civil y otro uniformado. Todavía estábamos despiertos. Dilataron una media hora. Nos dimos cuenta de que era algo extraño. No iban a hablar con nosotros. No hablaron con nadie'', prosigue el relato.
''El taxi se fue a la tienda que tienen aquí cerca los de Paz y Justicia, y allí se estuvo. En una oscuridad tanta, que no había luz''.
Finalmente, los pasajeros del taxi se retiraron. ''Nos dimos cuenta que son del Ejército, nos dimos cuenta que se fueron derecho a su cuartel'', dice el joven, antes de ceder la palabra al siguiente: ''Nos sentimos molestos de que entraron sin permiso en la comunidad''.
Los sucesos del día 10 los relata uno de los hombres mayores, de evidente autoridad. Explica, con desarmante sencillez, por qué celebraban a Zapata: ''Recordamos a esa persona porque luchó por los pobres. Lo sentimos mucho su muerte, por eso hicimos la celebración''.
Y cuenta: ''Tenemos celebrando una fiesta de la gente de las comunidades que abarca esta sede. Tuvimos que inaugurar una clínica. Unas dos horas donde divirtieron la gente. Seguimos la fiesta en el atrio de la iglesia. Conmemoramos los 80 años de Emiliano Zapata''.
Hubo ''programa'', con poesías y cantos, y siguió el baile. ''Sin saber nosotros lo que iba a suceder. Se fue la luz. No sabemos qué la cortó allá a la entrada. Como a las 12 empezaron los movimientos del Ejército federal en su campamento de La libertad, segunda sección. Vinieron dos camiones del Ejército y se fueron derecho a la casa del diputado Manuel'', (El diputado federal perredista Manuel Pérez García es originario de esta comunidad y aquí vive, en efecto).
''Se metieron en casa de Manuel. Los ejércitos traían una relación de cinco personas de nuestros jóvenes, les echaron la culpa de desarmar a un soldado. Decían que a 50 metros de su base de operaciones. Que los muchachos habían ido ahí a quitar su arma. Allí es donde nos dimos cuenta que es una provocación''.
Con su presencia, la comunidad en pleno testifica hoy que son inocentes: Samuel Hernández García, Sebastián Hernández Martínez, Carolino Hernández Martínez, José Mayo García Pérez y Zacarías Pérez Martínez, los cinco acusados del presunto robo de arma.
Los soldados se retiraron a las afueras del poblado, al otro lado del puente, e instalaron un retén. Los primeros en pasar fueron los músicos que tocaron en la fiesta. Les revisaron todo, las bocinas, las ropas.
La siguiente incursión del Ejército federal fue el día 11. Otra vez habla uno de los representantes jóvenes: ''Es la madrugada. Los soldados rodearon toda la comunidad. Ya estaban en su sueñito y todo, y la gente se levanta. Viene el Ejército, quería entrar a las casas, venía directamente. Entró a revisar aquí'', y señala esta habitación, que parece un local de reuniones.
''Preguntamos si traían orden para catear las casas y dijeron que la habían dejado en el cuartel y no la traían. Preguntamos qué buscaban. Y contestaron ''nos dijeron que venden pan y venimos a comprar. Querían entrar a las casas. Pero no los dejamos''.
El joven, de acento marcadamente indígena, se pone vehemente: ''Los sacamos a la carretera. La gente se calentó. Los tuvimos que echar, con todo y teniente coronel, para que la gente no se alarmara''. Y entonces considera: ''Queremos que el Ejército ya no esté aquí afuera de la comunidad, que agarren sus chivas y se vayan. Han violado la ley, no han cumplido los acuerdos. Aquí es lo que la gente diga. Los indígenas son los que mandan. Aquí viven, comen y beben, y dicen que ya basta. Ellos saben. Ellos definen que se tiene que hacer''.
Interviene el viejo del pasamontañas azul: ''Lo del asalto de su arma de los soldados es una mentira. Además, están cambiando su versión. El teniente coronel que vino a las 6 de la mañana dijo que al soldado que perdió sus armas se las quitaron aquí cerca de la comunidad. Allí vimos su intención de estar cambiando la mentira. Estos son los problemas que nos duelen. Somos los testigos. Somos indígenas chiapanecos mexicanos. Albores dijo cuando tomó el cargo que México necesita un estado de derecho. ƑDónde está?''.
El pasamontañas ajustado, como calcetín, parece una máscara parlante: ''Los compañeros zapatistas quieren que haya tranquilidad, que haya trabajo para cuidar a nuestros hijos''. Y advierte a los reporteros:
''Orita no pasan los soldados porque están ustedes. Nomás se vayan, van a volver''.
Y uno de los más jóvenes agrega: ''Queremos que, a la voz de ya, dejen de molestarnos los soldados'', antes de dar una sorprendente definición del testimonio que rinden estos voceros choles del México profundo (que decía Guillermo Bonfil): ''Estamos viéndonos a nosotros, que somos nosotros mismos testigos de lo que estamos viendo''.
O sea, son testigos de que son testigos.
n Ante las protestas de indígenas desplazados optaron por retirarse
Fallida incursión de doce soldados en campamento de Polhó
Elio Henríquez, corresponsal, Polhó, Chis., 13 de abril n Soldados del Ejército Mexicano fuertemente armados ''incursionaron'' hoy en un campamento de desplazados ubicado en Polhó, pero ante las protestas de los indígenas se tuvieron que retirar, informó el concejo municipal autónomo, con sede en esta comunidad, la cual se convirtió desde hace más de un año en el principal centro de refugio de indígenas prozapatistas de este municipio de Chenalhó.
Representantes del concejo explicaron que hoy a las 8 horas, cuando la población desplazada en el campamento número seis ubicado en el barrio Xolomtoj realizaba sus actividades diarias, ''doce soldados fuertemente armados entraron al campamento causando pánico entre hombres, mujeres y niños".
Agregaron que al darse cuenta de la ''provocación'', los desplazados se reunieron, ''se pusieron enfrente de los soldados para manifestarse pacíficamente en contra de su presencia y esto los obligó a retirarse del campamento''.
Por su parte, el general Luis Smith Jiménez, jefe del Estado Mayor del agrupamiento de labor social ubicado a unos dos kilómetros de esta comunidad, negó tal situación. ''Esta es la primera noticia que tengo, pero categóricamente puedo decirles que no fue nadie de nuestra gente'', subrayó.
Entrevistado en el campamento instalado en el barrio de Majomut, reiteró que su personal no ha realizado ningún movimiento por la zona donde el concejo de Polhó asegura estuvieron los federales esta mañana, y sostuvo que los soldados ''tienen prohibido meterse a ese territorio''.
Por eso, enfatizó Smith Jiménez, ''ese (la denuncia) es un acontecimiento que no es verdad; no tenemos ninguna explicación porque evidentemente no se presentó el hecho''.
Pero el concejo insistió en que los militares ''venían caminando con sus mochilas y sus armas por el monte y entraron al campamento'' esta mañana, aunque no hicieron preguntas ni dijeron por qué estaban en ese lugar. De cualquier forma, su presencia causó inquietud entre los desplazados y tensión en la zona, pues en los últimos días ha habido rumores de que las fuerzas policiacas y militares entrarán a desmantelar el municipio autónomo de Polhó o a ejecutar órdenes de aprehensión.
Aseguró que la ''incursión'' de los militares ''confirma'' que el alcalde priísta de Chenalhó, Antonio Pérez Arias, ''ha organizado a un grupo de personas para identificar a los indígenas zapatistas en las comunidades del municipio. Dijo que el edil ''ha recibido dinero del gobierno para realizar esta labor'' en todos los parajes, con el fin de ubicar a todos los ''de la organización''.
El concejo municipal autónomo aseveró que el indígena Juan Luna Vázquez, detenido el mes pasado como presunto responsabilidad de haber asesinado a Agustín Vázquez Secun -lo que según la PGR es el origen inmediato de la masacre de Acteal- pertenece al municipio autónomo de Polhó, y la acusación en su contra es ''injusta'', por lo que exigió su liberación.
Las autoridades autónomas exigieron -''como lo hicieron los millones que participaron en la reciente consulta zapatista- el regreso de los soldados a sus cuarteles, ''como lo establecen la Constitución y las leyes'' del país.