Según la crónica de los medios impresos, en la Convención de la Asociación de Banqueros de México (ABM) se reconoció que el proceso de saneamiento del sistema bancario ``está prácticamente concluido'' y que se inicia una ``fase de mayor consolidación''. Sin embargo, el gran tema de la reunión fue el crédito; previamente la convención se ``calentó'' con las declaraciones oficiales que calificaron la contracción crediticia como la más grave de la historia y con la respuesta de los banqueros señalando la necesidad de reformas legales en materia de quiebras y recuperación de garantías.
Como en una telenovela de Televisa, inicialmente las posiciones de las autoridades financieras y de los banqueros fueron no sólo divergentes, sino expresaban que la responsabilidad por la interrupción del crédito era de los banqueros, según el gobierno, o de la autoridad, según los banqueros. Luego, Gurría advirtió en su discurso ante la convención que ``no se deben hacer señalamientos con dedos flamígeros'' que responsabilicen al gobierno, lo que se requiere es reconocer que todos los sectores tienen tareas para lograr la reactivación del crédito. Al final, sonrientes todos, se informó que del encuentro no surgieron desavenencias, ``sino consensos sobre las tareas'' de autoridades, banqueros y legisladores para lograr reactivar la derrama crediticia, mejorar el marco legal y ``perfeccionar la supervisión y regulación''.
Así, para los convencionistas: banqueros y funcionarios de Hacienda y Banco de México, la crisis ha terminado y el sistema bancario entra en ``una fase de mayor consolidación, para el cual se requerirá una fuerte inyección de capital''. Sin embargo, para quienes tienen pasivos con la banca, la crisis persiste; aunque E. Fernández indicó que la banca mexicana ha restablecido su solvencia, la información financiera de los bancos, publicada por la propia Comisión Nacional Bancaria, señala otra situación: a diciembre de 1998, la cartera vencida de la banca múltiple fue de 11.4 por ciento de la cartera total; si agregamos los créditos cedidos al Fobaproa, equivalentes al 8.9 por ciento, resulta que el 20.3 por ciento del saldo total acumulado dejó de pagarse; el dato, además, resulta ligeramente superior al de un año antes. Esto, evidentemente, da cuenta de una situación extraordinariamente crítica; recuérdese que la banca nacionalizada tuvo índices de cartera vencida entre el 3 y 4 por ciento.
De esta manera, la calidad de uno de los activos principales de la banca, la cartera de crédito, es notoriamente mala; precisamente por esto, para que los bancos puedan ser vendidos a extranjeros o nacionales requieren que el gobierno asuma la cartera mala. En esta situación están Bancrecer, Atlántico y Promex, que requieren que el IPAB se constituya para que se lleve a cabo su ``saneamiento'', el que solamente para el primer banco implica 50 mil millones; por ello, también, el reconocimiento de Citibank y del Dresdner Bank del poco atractivo de la banca mexicana para recibir inversión. Por otra parte, un dato elocuente es el peso de las disponibilidades sobre el total de los activos, que en 1998 fue de 11 por ciento, dos puntos porcentuales mayor que en 1997.
Los bancos no están, como es evidente, entrando a una etapa de mayor consolidación; por el contrario, la crisis persiste y para poder superarla se requiere, fundamentalmente, reanudar el crédito; para lograrlo, los banqueros han puesto la atención en los procedimientos legales para ejecutar las garantías que, ciertamente, son particularmente tortuosos y permiten toda clase de triquiñuelas de los jueces y de los abogados. Pero, lo realmente central es cómo lograr que los acreditados actuales y los que reciban un crédito, tengan la posibilidad real de servir su deuda adecuadamente y, para ello, se requiere que los acreditados tengan la certidumbre de que las condiciones particulares en que se contrata su pasivo se mantengan en el tiempo, dicho en una frase: la tasa a la que se contrate un crédito deberá ser fija, como la de la mayor parte de los recursos que capta la banca. La política monetaria que se requiere con este propósito tendría que acomodar este objetivo, junto con los propósitos antiinflacionarios.
La exigencia central del momento bancario no es dolarizarnos ni hacer expedita la ejecución de las garantías ni tampoco capitalizar las instituciones; no hay capital que cubra el 20 por ciento de los créditos vencidos. La atención, en consecuencia, debe ponerse en los deudores y en darles certidumbres; si se toma en cuenta esto, se podría pensar en un avance real, que permitiría que el crecimiento económico fuera estimulado por el buen funcionamiento bancario.