Por contradictorio que parezca hoy prevalece en el mundo, en términos de religiosidad, el individualismo masivo. Es decir, para las personas son atractivos los cultos y creencias centradas en las necesidades individuales. Tienen un inusitado éxito las confesiones que ofrecen a sus seguidores un hedonismo religioso, que llenan el vacío de éxtasis que no logran satisfacer las sociedades contemporáneas.
El ensayo de Ron Sellers (Nuevas tendencias globales en la religión. Este País, marzo de 1999) es un buen ejercicio de prospectiva acerca de los caminos por donde irán las preferencias religiosas en el inicio del nuevo milenio. Los hechos muestran que el campo religioso está transformándose por todas partes de maneras insospechadas. Para el 2002, en Inglaterra, los musulmanes van a superar numéricamente a los anglicanos practicantes. El anglicanismo es la religión oficial en Inglaterra desde el siglo XVI, cuando Enrique VIII rompió con el dominio del papado romano. En Estados Unidos van a la par el crecimiento de mezquitas y templos budistas con las iglesias bautistas y las sinagogas. En 1960 los cristianos evangélicos que vivían fuera de las fronteras de los países noratlánticos alcanzó el 30 por ciento, hoy es el 70 por ciento. Está pasando a la historia la imagen del misionero blanco, anglosajón y protestante.
De las varias líneas que traza Sellers sobre el desarrollo de las religiosidades globalmente, es de resaltar que la mezcla de credos se ha fortalecido y parece seguirá haciéndolo en lugares antes conocidos por su lealtad a una determinada opción religiosa. En el floreciente mercado religioso las personas toman lo que les gusta de uno y otro estante y arman su propia religión. Desde esta perspectiva no importa que los postulados básicos de cada creencia mezclada sean opuestos y hasta contradictorios, lo esencial para quien hace el cóctel religioso es que éste le dé sentido a su vida y lo haga sentirse bien. Estas religiosidades al gusto del cliente tienen muy preocupados a los dirigentes de confesiones bien establecidas teológica e históricamente. Es el caso del catolicismo romano, que desesperadamente busca hacerle entender a sus feligreses que no es posible conciliar la ortodoxia católica con los difusos postulados de la New Age. En una instrucción pastoral sobre este tema (enero de 1996), el arzobispo Norberto Rivera Carrera asentó: ``Las incoherencias de la mentalidad New Age son muchas y su incompatibilidad con la fe católica es profunda. Entre sus más alarmantes características se destacan: la negación de una distinción entre la verdad y la mentira, el bien y el mal, dejando a cada uno escoger según sus propios gustos y criterios; el afirmar que Dios no es una persona sino una energía que penetra todo; el decir que la salvación de nuestros males no está en Cristo sino en las técnicas y falsas doctrinas que propagan sus promotores''. Parece que a un buen sector de la grey católica le tiene sin cuidado la advertencia del arzobispo.
La confesión que más crece en América Latina es la evangélica en sus múltiples variantes, que van desde iglesias ligadas históricamente a las reformas religiosas del siglo XVI hasta movimientos endógenos como los neopentecostalismos. Son los grupos con mayor énfasis en las necesidades individuales de las personas los que están atrayendo cada día nuevos miles de seguidores. Sellers observa que ``Mientras las ramas principales de metodistas y presbiterianos están tratando de prohibir la bomba y luchar por los sin hogar, y la Iglesia católica está preocupada en asuntos internos como el sacerdocio de las mujeres y el Vaticano II, los evangélicos le están diciendo a la gente que ellos podrían tener una relación cercana con Dios, y la gente los escucha''. Tan los escucha que en un futuro cercano habrá que matizar la idea de que América Latina es un continente predominantemente católico.
En la búsqueda individual de satisfacción de sentido espiritual los vivales tienen amplio campo para hacerse de prestigio personal y de incrementar sustancialmente su cuenta bancaria. Este es un fenómeno que se multiplica y significa un reto para las relaciones entre libertad de creencias y el Estado encargado de normar la exteriorización social de los diversos credos presentes en cada nación. ¿Cómo prevenir y sancionar los abusos económicos, psicológicos y sexuales que algunos líderes religiosos cometen al interior de sus grupos, amparados en el mesianismo, y al mismo tiempo garantizar el ejercicio de la libertad de conciencia? En cuestión de abusos bien documentados no debe importar si el transgresor es líder de un pequeño grupo o es conspicuo representante de la Iglesia mayoritaria. Lo importante es que sean sancionados conforme a lo que marcan las leyes. Uno de los mayores peligros del individualismo religioso es la indefensión del creyente con respecto a los cruzados y pseudoprofetas que pululan en la aldea global.