Jean Meyer
La mesa redonda de Varsovia
Hace diez años, Milosevic emprendía, en Kosovo, la destrucción de Yugoslavia. Hace diez años, de febrero a abril, las fuerzas antagónicas polacas organizaron la famosa mesa redonda y encontraron una salida a la crisis nacional. Los ex carceleros y los recién excarcelados fueron capaces de discutir. El proceso fue trabajoso y complejo. El Partido Comunista (PC), el ejército, la policía política por un lado; por el otro, el movimiento Solidaridad que cumplía ocho años y había resistido a todo, tanto al golpe militar como a la represión.
Al principio el PC no quería dejar el poder. Aceptaba la idea al estilo Mijail Gorbachov de dejar de ser totalitario, pero nada más. En cuanto a Solidaridad, buscaba la relegalización del movimiento y para lograrla estaba dispuesta a firmar un pacto social mínimo con el poder. En el transcurso de las discusiones, el PC pidió una garantía de seguridad, un candado. La garantía sería el ejército; el candado, su jefe, el general Jaruzelski, como presidente de la república.
Solidaridad se dio cuenta, poco a poco, que militares y policías estaban dispuestos a jugársela como ciudadanos libres e influyentes, en un partido democratizado, siempre y cuando se les garantizara una transición sin violencia, ni venganza ni juicio. Ambas partes optaron finalmente por la apuesta al movimiento, para destrabar una situación totalmente bloqueada.
Solidaridad hizo una enorme concesión: aceptar que en las muy cercanas elecciones legislativas de junio se le reservara 65 por ciento de las diputaciones al PC, abriendo sólo 35 por ciento a una verdadera elección plural como libre. El PC quedó tan contento que uno de sus negociadores, el joven Kwasniewski (actual presidente de Polonia), propuso que para el Senado el juego electoral fuese totalmente libre: un Senado sin poder legislativo, ciertamente.
Lo más bonito fue que los acuerdos del 5 de abril fueron respetados. Después de una campaña electoral relámpago, se votó el 4 de junio. Solidaridad triunfó de manera asombrosa, y los primeros sorprendidos fueron los triunfadores. Sus candidatos ganaron todas las diputaciones abiertas y 99 de los cien curules senatoriales. El PC perdió, Solidaridad ganó y los comunistas reconocieron la vic- toria de su adversario. ¡Qué maravilla! Se votó el domingo, el lunes en la noche se publicaron los resultados definitivos. El mismo domingo los estudiantes chinos que se manifestaban por la democracia fueron masacrados en la plaza Tiananmen... Cuarenta y cinco días después Solidaridad cumplió con su parte y Jaruzelski fue electo presidente por el Con- greso, con una sola voz de mayoría. Muchos partidarios de Solidaridad desaprobaron tal cumplimiento de lo pactado.
Cuatro meses después de la mesa redonda, con la llegada de T. Mazowieski al gobierno, Solidaridad se encontraba en el poder. Una revolución política tan pronta como pacífica se había logrado gracias a la negociación seria y profunda. Luego Lech Walesa llegaría a la presidencia y posteriormente, en 1995, sería derrotado por el candidato de la social democracia (ex PC), Alexander Kwasniewski. Los valores democráticos quedaron restaurados en un dos por tres y Polonia fue reintegrada en el corazón de la historia europea.
El ejemplo polaco tuvo un efecto decisivo en Praga, Budapest y Berlín, y también en Sofía y en los países bálticos. La libertad conseguida de manera pacífica en la mesa redonda resultó contagiosa, hasta para los comunistas polacos. Como en el 89 francés (1789), en el 89 polaco se realizaba la transición del antiguo régimen al nuevo; con el triunfo de los conceptos de democracia, ciudadanía, sociedad civil. Esa revolución, a diferencia de la francesa, no tuvo la cara oscura y sangrienta del terror ulterior.
El regreso de los comunistas al poder en 1995 demostró la profundidad de esa revolución. En efecto esa vuelta no implicó la restauración del antiguo régimen, sino que confirmó el carácter irreversible del cambio. Como en España, después de Francisco Franco, como en Chile después de Augusto Pinochet. Tres casos de transición democrática pactada, muy seriamente pactada.
Por cierto, en la Polonia comunista de los años 1975 al 1985 se reflexionaba mucho, en la oposición política, sobre el fin de la dictadura en España, como diciendo: ``¡Ojo! No estamos hablando sólo de España. ¿No sería posible algo así en Polonia?''
A buen entendedor, pocas palabras.