POBREZA Y DESIGUALDAD CRECIENTES
En los últimos veinticinco años, y en particular durante la última década, México ha experimentado un acelerado proceso de concentración de la riqueza y de ahondamiento de las desigualdades sociales. Para ilustrar este dramático fenómeno, basta con citar las cifras del INEGI relativas al ingreso de los mexicanos. En 1974, el total de las remuneraciones salariales representaba el 44 por ciento del producto interno bruto (PIB) del país y el resto (56 por ciento) correspondía a las ganancias del capital. Para 1994, estas cifras se situaron en 40 y 60 por ciento, respectivamente. Pero en 1998 los salarios de los mexicanos sólo constituyeron 30 por ciento del PIB nacional (10 puntos menos que en 1994), y las ganancias del capital se incrementaron hasta alcanzar niveles de 70 por ciento.
Ciertamente, las variaciones en las proporciones de la relación existente entre los salarios y las ganancias del capital respecto del PIB tienen, en muchos casos, causas de índole estructural. Hechos como la apertura comercial iniciada a mediados de los ochenta, el crecimiento del comercio a escala internacional (cuya premisa es reducir al máximo los costos y aumentar las utilidades) y el auge de la especulación financiera en los noventa, han incidido de manera importante en este fenómeno. Sin embargo, estas circunstancias sólo propiciaron un cambio de 4 por ciento, según el INEGI, en la participación de los salarios respecto del PIB entre 1974 y 1994. Pero, como lo muestra la drástica y dramática caída de la participación del ingreso de los trabajadores en el periodo 1994-1998, ha sido durante la presente administración cuando se han registrado las mayores mermas en los niveles salariales y la mayor concentración del ingreso en la historia reciente del país. Aunque en abstracto no hay nada objetable al aumento de las ganancias de las empresas, tal situación se vuelve inaceptable y peligrosa cuando el auge del capital tiene lugar a costa del empobrecimiento acelerado y continuo de las mayorías.
Otras cifras que revelan las difíciles condiciones en las que sobrevive la mayor parte de la población son las relativas al monto de las percepciones de los mexicanos: según datos oficiales, 60 por ciento de los trabajadores percibe no más de dos salarios mínimos, cantidad que resulta insuficiente para cubrir las necesidades elementales de una familia. Así, los bajos salarios, sumados a la falta de puestos de trabajo, han orillado a miles de compatriotas a engrosar las filas de la economía informal o, en incontables casos, a viajar a Estados Unidos con la esperanza de encontrar allí -con el peligro de perder hasta la vida- las oportunidades que se les niegan en su propio país.
Así, según los datos del INEGI, la desigualdad social aumenta sin cesar en nuestro país en un proceso que, a la vez, hipoteca nuestro futuro y amenaza la estabilidad política. Las propias cifras oficiales revelan el desastroso estado en el que se encuentra la economía popular y dejan entrever la improcedencia de mantener una serie de políticas que, en sólo cuatro años, han afectado notoriamente los niveles de vida de millones de mexicanos. Pese a todo, el actual grupo gobernante se mantiene obstinado en aplicar un modelo económico que sólo ha empobrecido a las mayorías y concentrado la riqueza en un pequeño grupo de privilegiados.
ƑQué porvenir puede tener un país de ciudadanos cada vez más pobres -con salud y preparación cada vez más precarias-, con un mercado interno débil que aporta pocos recursos fiscales y en el cual la mayoría, cada vez más desválida, ve cómo se concentra la riqueza nacional en muy pocas manos?