La Jornada lunes 19 de abril de 1999

Astillero Ť Julio Hernández López

Cuauhtémoc Cárdenas y Francisco Labastida Ochoa fueron empujados por sus opositores internos a asumir de manera pública su condición de precandidatos.

Ellos dos, y Vicente Fox, sufren al interior de sus partidos embates que poco les podrán afectar en su condición de virtuales candidatos inamovibles, pero que, en el terreno de los principios ideológicos, sí les podría significar un posicionamiento negativo frente al electorado en el 2000.

Los tres personajes (Cárdenas, Fox y Labastida, citados en orden alfabético) viven circunstancias parecidas: los tres están ya instalados como virtuales candidatos a pesar de que aún no se realizan las asambleas electorales internas de sus partidos y a pesar de que todavía se manifiestan en su contra enérgicos y apasionados (pero minoritarios, y en ese sentido numérico, intrascendentes) adversarios.

Pareciese, en una primera lectura, que esos propios adversarios (Porfirio Muñoz Ledo frente a Cárdenas, Diego Fernández de Cevallos frente a Fox, Bartlett y Madrazo frente a Labastida -Humberto Roque ¿de veras es precandidato, de veras es un disidente del zedillismo en el que cobra como director de la Aseguradora Hidalgo?-) le han hecho un favor a sus impugnados, pues han acelerado los procesos internos para entregarles en la bolsa las candidaturas.

Sin embargo, pudiese ser un error el condenar a la intrascendencia los lances de las oposiciones internas. Derrotadas esas posiciones en lo inmediato (es decir, no parece que vayan a impedir que sean candidatos los destinatarios de sus críticas), no necesariamente lo serán de cara a los electores del 2000. Muchos de los argumentos que hoy exponen esos opositores internos podrían desfigurar a los candidatos y restarles los sufragios que acaso definiesen la reñida contienda presidencial venidera.

La porfiada crítica de Porfirio

La decisión de Cuauhtémoc de aceptar en público su condición de candidato es una respuesta precisa a las críticas que Muñoz Ledo está realizando de los tintes caudillistas y las circunstancias antidemocráticas que existen en el partido del sol azteca.

Para Cárdenas era urgente cerrar el flanco de desgaste en el que Porfirio ha estado trabajando con toda aplicación, sobre todo en las semanas recientes.

Dejar correr las críticas de su principal adversario interno pudiese haber creado complicaciones a la hora de formalizar la virtual candidatura cardenista. La mejor manera (pragmática) de quitarle reflectores a don Porfirio ha sido, al entender de los estrategas del perredismo, adelantar el destape del michoacano.

Pero ello no resuelve de fondo el problema planteado por Muñoz Ledo. Aun cuando las palabras de éste fuesen inducidas por maquinaciones políticas diversas (hay quienes creen ver tras la disidencia porfirista las mismísimas manos de la familia Salinas de Gortari), y aun cuando las intenciones fuesen las peores, no pueden desestimarse algunas de las puntualizaciones hechas por quien durante diez años fue considerado la segunda carta más importante del perredismo.

El partido del sol azteca necesita transitar hacia una etapa institucional en la que las actitudes caudillistas queden atrás. Además, requiere una depuración a fondo, con la que el PRD se libere de las ataduras pervertidas que en aras del pragmatismo le han llevado a convertirse en algunos lugares en una mera coalición de intereses electorales abanderados por personajes sin identificación con los principios perredistas.

Puede ser relativamente fácil apabullar a Muñoz Ledo con el peso de la aplanadora cardenista desatada este sábado al destapar a Cuauhtémoc, pero continuarán las críticas (genuinas, en algunos casos; malintencionadas en otros, sobre todo en algunos canales de televisión nacional y en algunas columnas periodísticas de clara inspiración oficialista) y tales problemas, condensados posiblemente en el llamado error histórico de negar la reunión con Carlos Salinas de Gortari que once años después ha sido aceptada, podrían significar para el candidato presidencial Cárdenas una votación disminuida en el 2000.

Los amigos de Kalimán

Algo parecido pasa con la virtual candidatura de Vicente Fox y las críticas internas del llamado jefe Diego.

A como se ven las cosas en este momento, parecería imposible quitarle la postulación al guanajuatense, aunque conviene recordar que los mecanismos panistas de decisión son diferentes a los de los demás partidos y, en ese sentido, su historia no está de ninguna manera exenta de grandes sorpresas, como ha sucedido más de una vez cuando los delegados de las convenciones electorales panistas han elegido como candidatos a personajes aparentemente en terrible desventaja respecto a favoritos que acabaron derrotados.

Pues bien, en el PAN la discusión no está dándose en el terreno de la identidad de quién será el candidato presidencial, sino del comportamiento político y programático de éste, que se asume que es Fox, y de sus famosos amigos promotores, sobre todo en lo económico.

Pareciese increíble que los alegatos fuertes en el PAN se refieran al tipo de apoyos económicos que recibe en su precampaña el virtual candidato presidencial y que se ponga en el tapete de la discusión el impacto negativo que en la aplicación de las doctrinas políticas pudiese significar el compromiso económico hecho con promotores sin formación partidista.

Ya fuese por intereses ulteriores (se habla de que el jefe Diego no ha abandonado su esperanza de volver a ser el candidato presidencial del PAN, por lo cual estaría aprovechando los yerros de su atrabancado adversario Fox), o por legítima preocupación doctrinaria, pero lo cierto es que los tales Amigos de Fox se han convertido en una preocupación central del panismo.

El problema no es la candidatura, que en apariencia tiene en la bolsa Fox, sino el significado del avasallamiento que esos foxistas han hecho del PAN y las voces extremas, condenatorias como pocas veces se han expresado, contra panistas distinguidos como el jefe Diego, a quien el coordinador de finanzas y relaciones con los empresarios de la campaña de Fox, el señor Korrodi, ha acusado de ser pieza del sistema priísta y de otras linduras.

Ni un paso atrás, dice el señor de Bucareli

En el PRI, mientras tanto, Labastida Ochoa se ha lanzado abiertamente al ruedo antes de que los jaloneos de Manuel Bartlett y Roberto Madrazo le pudiesen generar más problemas. El mismo día que los dos precandidatos y el quintacolumnista Humberto Roque se reunían con José Antonio González Fernández en la ciudad de México, en una entrevista nocturna poco trascendente, Labastida Ochoa asistía en Culiacán a una sesión del Consejo Político Estatal que se convertía así, y con la presencia del propio González Fernández, en un destape atropellado pero eficaz.

De esa manera, Labastida Ochoa (al igual que Cárdenas en el gobierno capitalino), se mantiene en su cargo oficial, pero al mismo tiempo ha dejado correr ya los mecanismos de la cargada en su favor. Para que nadie tuviese dudas ni creyese ver vacíos, el secretario de Gobernación se abre como precandidato y asegura que no dará marcha atrás ``ni pa'garrar vuelo''. A su lado, como testigo de primera calidad, como notario partidista, González Fernández aplaude al segundo hombre del aparato gubernamental mexicano que dice estar listo para ser candidato a la Presidencia.

La pérdida del poder zedillista, la amenaza salinista

Todos estos escarceos políticos tienen como telón de fondo una realidad dramática: el siempre precario poder presidencial zedillista ha entrado en un declive imparable.

Otros presidentes han comenzado a perder el poder en la noche de su esplendor máximo (como bien lo relata y documenta Jorge G. Castañeda en La herencia), que es el de la elección de su sucesor. Zedillo no podrá gozar de ese momento supremo, pues la decisión le ha sido arrancada, provocando la aparición sin lustre de Labastida Ochoa, más como una decisión precipitada (tal vez no un aborto, pero sí un parto prematuro) que como un clímax del poder.

Pero, además, el momento de la caída no ha sido ése sino, sobre todo, el del momento en el que hubo de ceder en su lucha esencial contra el salinismo. La salida de Raúl Salinas de Gortari de Almoloya, para ir a la llamada Almoloyita, es el momento en el que el presidente Zedillo comenzó el doloroso camino de la pérdida real del poder.

Zedillo a la baja y Salinas acechando, rondando, preparándose. Mientras tanto, los virtuales candidatos para el 2000 están ya a la vista, en un escenario de evidente complicación extrema y con una fragilidad institucional nunca antes conocida.

Astillas: Lectores de diversas partes del país reportan que a sus domicilios están llegando cartas promocionales de Roberto Madrazo Pintado que son una continuación publicitaria de los mensajes por televisión que tienen como identificación la frase de ``¿Quién dice que no se puede?''. La campaña epistolar tiene los mismos rasgos de dispendio que la electrónica: papel fino, imágenes a color, diseño de agencia.

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