Iván Restrepo
Nubes tóxicas e indolencia

Hace 15 días, unas 3 mil personas que viven en Jaltipan, al sur de Veracruz, tuvieron que evacuar sus hogares, y las actividades comerciales y productivas virtualmente se paralizaron. La causa: una nube tóxica que cubrió gran parte de la zona. Esa nube se formó al incendiarse parte de un enorme depósito de residuos de carbón y azufre que a cielo abierto dejó hace siete años la desaparecida paraestatal Azufrera Panamericana. El siniestro se debió a los trabajos de tres tractoristas que abrían un canal para desalojar el agua acumulada en el depósito. Los tractoristas no pudieron controlar el fuego, el cual fue apagado por cientos de efectivos del Ejército, marinos, trabajadores de Pemex y bomberos de municipios cercanos. Hubo 30 intoxicados y mucho pánico.

Como es usual cuando ocurren accidentes de este tipo, abundaron las declaraciones de las autoridades. El gobernador de Veracruz dijo: ``Hay que buscar a los responsables de este asunto y aplicarles todo el peso de la ley'', para lo cual se presentará denuncia penal contra quien resulte responsable de los daños ocasionados. En igual sentido se manifestó la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, mientras que funcionarios de la localidad señalaron la necesidad de resolver un problema que data de años y que es un peligro para la gente y los recursos naturales de la región.

Los tres trabajadores fueron detenidos acusados de ocasionar el incendio. Por lo que se ha podido saber, no tenían la capacidad ni los conocimientos técnicos suficientes para manejar los materiales tóxicos. Se informó que esos trabajadores pertenecen a la empresa Ash-Tech de México, que en 1994 se comprometió a limpiar los terrenos donde está la basura peligrosa dejada por Azufrera Panamericana luego de funcionar durante 30 años en la zona. Por lo que hemos visto, no hizo su tarea. Además, anteriormente hubo incendios en el basurero, algunos de cuyos escurrimientos en época de lluvias han ocasionado mortandad de peces en los arroyos cercanos.

No hay duda de que los verdaderos culpables están en otra parte. En lo ocurrido mucho tiene que ver la indolencia de las autoridades para hacer cumplir los compromisos establecidos una vez que la azufrera dejó de funcionar. Sólo así se explica que siga existiendo ese peligroso foco de contaminación, que se suma a muchos otros que hay en el sur de Veracruz.

No se terminaba de apagar ese incendio cuando en Tepozotlán, estado de México, ardió parte del tiradero municipal. Los bomberos llegaron siete horas después de iniciado el siniestro, pues carecían de pipas y agua para sofocarlo. Acudieron en su auxilio apagafuegos de los municipios cercanos y hasta de la ciudad de México. Es la tercera vez en este año que se incendia el tiradero. Pero ahora fue posible comprobar que a dicho lugar, a cielo abierto, no solamente van a parar los desechos domésticos: violando todas las normas establecidas, también se depositan los provenientes de la industria y los hospitales de la zona. Esa práctica también se observa en otros municipios del estado, como Naucalpan, Tultitlán y Melchor Ocampo.

Los ejemplos anteriores son la enésima llamada de atención a las autoridades para poner orden en los sitios donde la industria tiene desechos que deben ir a lugares que reúnan las condiciones técnicas requeridas. El problema es gigantesco, pues de todos los residuos peligrosos generados cada año en México, apenas 12 por ciento (poco menos de un millón de toneladas) recibe tratamiento. Sólo en el valle de México, unos cinco millones de toneladas de esos desechos, producidos en la última década, están depositados sin los cuidados necesarios y muchas veces a la intemperie. Además, su volumen y peligrosidad han aumentado notoriamente en los últimos años.

En cuanto a los tiraderos municipales, la inmensa mayoría de los establecidos en el país son a cielo abierto, además de que en ellos se depositan sustancias que afectan la salud y contaminan el aire, el suelo y los mantos freáticos.

Cada que ocurren siniestros como el mencionado, las autoridades dicen que, ahora sí, harán cumplir las normas ambientales y de salud, que caerá todo el peso de la ley sobre los culpables. Con el paso de los días, nos olvidamos del último accidente, hasta que uno nuevo se encarga de volver ceniza las declaraciones oficiales. Y si no, al tiempo.