El futuro es nuestro, nueva novela de Collins
La destrucción nuclear podría venir de un grupo extremista
Adquieren más relevancia lo policiaco y la inteligencia militar
Renato Ravelo Ť El estadunidense Larry Collins escribió con el francés Dominique Lapierre, a principios de los años sesenta, ƑArde París?, un best-seller que se convirtió en un clásico de la literatura de la guerra fría. Con su novela El futuro es nuestro, a casi una década del fin de la misma opina: ''Ahora la destrucción nuclear podría depender de un grupo extremista, y en este contexto adquieren mucho más importancia aspectos como lo policiaco, los esfuerzos de la llamada inteligencia militar y la intervención de las telecomunicaciones".
Su novela es producto de una investigación periodística minuciosa de tres años. Dos ejes dan forma a El futuro es nuestro: el narcotráfico proveniente de Afganistán, el país con mayor producción de base de opio en el mundo, y los beneficios que este tráfico le generan a Irán al premitir el paso de este cargamento y cómo éstos son susceptibles de utilizarse en la fabricación de armamento nuclear".
Novela desligada del todo de la ficción porque prácticamente todos los datos, tanto aquel en el que se habla de una reunión entre el cártel de Cali y los turcos para apoyarse mutuamente en el narcotráfico, como el de un dispositivo necesario para generar una explosión nuclear, fueron corroborados por el hombre que en su camisa azul como su mirada recuerda que en cada estadunidense ųinevitablementeų late un patriota en el buen y mal sentido de la palabra.
''Yo consulté con un amigo de años en la CIA sobre la veracidad de que Irán había adquirido de la antigua Unión Soviética tres cabezas nucleares. El me agradeció la información y me dijo que aún no estaba confirmada: ensayar sobre las posibilidades de que así fuera fue uno de los móviles de la novela: Ƒqué pasaría si el fundamentalismo más reacio ųaquel que tiene la consigna 'el futuro será nuestro'ų estuviera en posibilidades de acceder al poderío nuclear?"
Excederse en la minuciosidad
Los derroteros de la vida finalmente separaron la que fue exitosa mancuerna Collins-Lapierre, cuando el 5 de mayo de 1989 el francés inició una segunda vida matrimonial ųjusto en la basílica de Guadalupeų que lo llevaría finalmente a obras piadosas como hacer presentaciones públicas para sostener una misión de salvamento humanitario en Calcuta.
A quienes estuvieron unidos por un trabajo conjunto como periodistas y corresponsales de guerra, cuando el género tenía una aureola de cruzada, los une en la actualidad una promesa: el año 2000 será ocasión para que en Jerusalén se filme la versión cinematográfica de Oh, Jerusalén, que es una de la media decena de novelas conjuntas.
Con tanto meterse en asuntos sospechosos, como guerrilla y narcotráfico, habría que suponer que la vida de Collins ha enfrentado más de una amenaza grave: ''En realidad sólo una vez que presentamos en la televisión francesa El quinto jinete (novela de 1980), tuvimos que salir por la puerta de atrás porque en el transcurso del programa habían llegado amenazas de simpatizantes de Khadafi".
Cuando se le pregunta por su método de trabajo, termina uno por entererarse por qué este escritor es más sospechoso de exceso de minuciosidad en su investigación que de vínculos ųmás allá de los estrictamente voluntariosų con instancias satanizadas como la CIA.
En su libro de hecho, en la voz de uno de los protagonistas, Collins hace una defensa de la CIA. No en el carácter corrupto que desde el Irangate lo han abordado lo mismo Norman Mailer que Harrison Ford, sino aludiendo a sus padres fundadores.
Seguir las convicciones
Sin embargo, en la entrevista el escritor acusa más ese espíritu entre curioso y medio impertinente del periodista: para confirmar una historia entrevista a toda una familia de criminales detenidos en Gran Bretaña o acude a Estambul a ver con sus propios ojos una ruta que se rumora es utilizada por el narcotráfico o a Amsterdam para confirmar el destino final de cargamentos que son reales y que él trocará con nombres ficticios. Su receta para no correr riesgos es: ''Si tú le dices a alquien que quieres utilizar su historia para un reportaje no es tan abierto como si le dices que será para una novela, y será de manera anónima".
Larry Collins considera que un escritor debe seguir sus propias convicciones. Es la respuesta que da a una pregunta en la que se le sugiere que el futuro del género best-seller probablemente sólo podrá sobrevivir si se investiga a fondo como en su caso.
Cuando se le inquiere por la situación de Kosovo, con las armas que le da la información de haber sido corresponsal para la UPI a finales de los años cincuenta en el Cercano Oriente, explica:
''Es un regreso a situaciones del siglo XV, cuando se luchaba por el imperio otomano. La realidad que subyace en este conflicto es de carácter religioso. Yo no veo cómo es posible resolverlo sin tomar en cuenta que las etnias desplazadas podrían regresar a sus lugares, invadir Europa, pero en cualquier caso el factor fundamental es la tolerancia."
En la entrevista ha logrado plantear su punto: el método de trabajo utilizado que es herencia de su formación periodística. Con detalle ha explicado cómo se enteró de los crímenes ocurridos, elaboró sus hipótesis, revisó cifras sobre narcotráfico; cómo de una noticia perdida en un periódico ha surgido una de las ideas iniciales del libro: en Hamburgo unos iraníes han comprado una pequeña pista de aterrizaje. También ha tenido que emprender una extensa investigación sobre el proceso de adicción de la heroína, la droga que regresa de los años sesenta de Europa.
De todo aquello, sencillamente Collins destaca: ''Mi principal interés es que cuando alguien termine de leer el libro exclame: šes entretenido, pero aprendí!".