UNAM: POR EL DIALOGO Y LA RAZON
Desde los primeros minutos de hoy, la máxima casa de estudios del país se mantiene parcialmente paralizada por una huelga estudiantil que exige, como reivindicación principal, la deroga- ción del reglamento de pagos aprobado el pasado 15 de marzo por el Consejo Universitario. Se ha llegado, así, al peor escenario de un conflicto que, con un manejo político adecuado y con una mayor apertura de los protagonistas, habría podido ser resuelto con menor crispación.
Sin embargo, ello no significa que se haya alcanzado una polarización insalvable en las distintas posiciones en el interior de la comunidad universitaria. Si bien es cierto que el rechazo al aumento de las cuotas parece ser ampliamente mayoritario entre el estudiantado, y que cuenta con el respaldo de amplios sectores del profesorado y de trabajadores universitarios, esta oposición no significa un respaldo automático a la suspensión de labores. La capacidad de discernimiento de los universitarios en general se traduce en un conjunto de posturas matizadas y razonadas, tanto en los ámbitos cercanos a la Rectoría como entre los distintos grupos que conforman la Asamblea Estudiantil Universitaria (AEU), ahora conformada como Consejo General de Huelga.
Por otra parte, resulta significativo que, tanto el movimiento estudiantil como el rector, reiteren en la necesidad del diálogo. Sería lamentable que éste no se llevara a cabo a la brevedad por diferencias en el formato de los encuentros. Cabe esperar, por el contrario, que se llegue a un acuerdo para iniciar lo más rápido posible las pláticas entre las autoridades de la UNAM y los huelguistas; ese simple hecho introduciría en el conflicto universitario un factor de distensión y entendimiento para, en primer lugar, restablecer la normalidad de las actividades en la institución y, en segundo, resolver la diferencia de fondo en torno a las cuotas. En esta perspectiva, es necesario que ambas partes den muestras de flexibilidad, espíritu conciliador y tolerancia.