Alberto Aziz Nassif
Herencias de impunidad

Después de leer el libro de Jorge G. Castañeda, La herencia, arqueología de la sucesión presidencial en México, quedan varios aprendizajes, pero en mi caso predomina uno: constatar cómo el mecanismo de la transmisión del poder es una compleja red que ha servido para garantizar la impunidad y la reproducción del sistema político mexicano. La valiosa pieza de relojería, como señala el autor, que constituye la sucesión, es un juego dramático que afecta al país y que con el paso de los años ha llegado a ser una de la razones que tienen al país sumidos ųtodavía hoyų en la impunidad, la falta de rendición de cuentas y atrapado en los altos costos económicos de las crisis de fin de sexenio.

Uno de los aspectos más destacables de esta arqueología del poder en México son las cuatro entrevistas a los últimos ex presidentes de la República. No porque se puedan leer muchas cosas no sabidas, sino porque el testimonio directo en una entrevista respetuosa, pero no complaciente, es novedoso. De alguna forma, todo ese procedimiento estuvo durante décadas envuelto en un secreto a medias y en una mitología que se alimentaba cada seis años.

Hoy, al final del siglo, el problema para este sistema es que los mecanismos de la herencia se han desgastado y no se ha encontrado una nueva fórmula para designar a su candidato a la presidencia; el arte será encontrar un método en donde no se note mucho el viejo dedazo y que al mismo tiempo genere el efecto de haber sido una elección democrática. Cualquier fracaso en este tránsito puede llevar a una división interna y a una derrota frente a la oposición.

Cada ex presidente fue destapado y tuvo que destapar a su sucesor, y cada uno, según su versión de la historia, hizo lo mejor que pudo su tarea y pensó en los intereses del país; sin embargo, en cada caso podemos preguntarnos, Ƒqué fue lo que pasó con el país: por qué la corrupción institucional y el patrimonialismo, por qué los graves errores en la conducción de la política económica, los fatales ciclos sexenales, el empeoramiento en las condiciones sociales, las expresiones de violencia, el avance de las mafias, el manejo patrimonialista, el desprestigio de la vida pública y el linchamiento del presidente que termina?

Para buscar las respuestas hay que combinar dos planos, una parte de las respuestas puede buscarse en la lógica de reproducción del sistema político, que cada vez le resulta más costoso al país; pero, al mismo tiempo, ese sistema y esa herencia del poder han significado la personalización de las decisiones más relevantes para el país; una sola persona marca el destino de México por seis años y por supuesto que, a pesar de la buena o mala voluntad, los márgenes de error son gigantescos.

En este libro está una parte de esa historia oficial que nunca había sido contada así, los detalles y los momentos en los que se operó la sucesión presidencial. En estas historias hay un factor común que expresa un sistema muy cruel que alimenta ese drama que viven los presidentes una vez que terminan su sexenio, el drama de los vencidos a los que se les va una parte de la vida cuando saben que perdieron la oportunidad de ser candidatos, y el drama del país que tiene que pagar los errores.

Casi todas las decisiones y omisiones de la política priísta están sometidas a la lógica perversa de la sucesión; quedar bien con el de arriba es la regla y la obsesión. Dice el autor: "El mecanismo sucesorio mexicano, unipersonal y subjetivo al extremo, adolece de un defecto central, entre muchos otros: todo depende de la mirada del presidente, pero por varias razones dicha mirada se nubla conforme se aproxima el momento de la decisión". Una forma civilizada de terminar con esta herencia es mediante la competencia y la alternancia, como un requisito necesario para combatir la impunidad y establecer un sistema de rendición de cuentas. Acabar con toda esta herencia de autoritarismo y subdesarrollo es lo que le da sentido a la lucha por la democracia para el año 2000, lo cual todavía está por verse...