Jordi Soler
El Buñuel de Donoso

Con motivo del Día Internacional del Libro, Alfaguara editó una plaquette con tres textos de José Donoso. El escritor chileno pertenece a este grupo muy selecto de narradores extraordinarios del boom latinoamericano que por alguna razón, seguramente por lo de ''muy selecto", no gozaron mucho de las mieles de la celebridad planetaria.

Aquel que no tenga la edad del boom y quiera incursionar en la obra de Donoso puede empezar por el final, con la narración Donde van a morir los elefantes que pertenece, si es que las novelas tuvieran que pertenecer a algo o a alguien, al género de novela de campus. De ahí este lector hipotético, que durante el boom del boom no tenía edad para leer, puede irse descolgando en dirección a El obsceno pájaro de la noche que es, probablemente lo más boom del boom.

Antes de alcanzar la salida de este campus de unas cuantas líneas, conviene detenerse en Todas las almas, de Javier Marías, y Ciudades desiertas, de José Agustín. Y ya para salir de aquí, con dirección al reino de Zembla, la monumental Pálido fuego de Vladimir Nabokov, ese escritor que hace unos días hubiera cumplido cien años.

Este 1999 también Donoso hubiera cumplido 75, por eso es que la plaquette del día de libro incluye tres ensayos de él. Uno se titula Buñuel y viene a comprobar que don Luis era una de estas personas de las que se sabía, nada más (y nada menos) lo que él quería que se supiera. Donoso cuenta que estuvo seis años esperando a que Buñuel rodara la película de una de sus novelas (presumiblemente El lugar sin límites), cuyos derechos le había comprado. Cuando el escritor empezaba a inquietarse con el silencio de Buñuel, recibía una llamada telefónica del cineasta: ''Creo que quiero que Jean-Louis Barrault haga la Manuela. Anda a verlo y me dices". Entonces Donoso hablaba con Barrault y el actor aceptaba y el escritor le hablaba al cineasta para comunicárselo y Buñuel respondía que había visto que últimamente Barrault estaba muy gordo y que mejor la Manuela tendría que hacerla Peter O'Toole; y así, a ese ritmo, durante seis años. En aquel sexenio, cuando se aproximaba la posibilidad de rodar la película, la mujer de Donoso ponía un retrato de Buñuel en la sala, y cuando se alejaba esa posibilidad, volteaba el retrato contra la pared.

Hasta que una vez, en Calanda, un sobrino de don Luis les rompió el corazón, pues dijo que su tío ya estaba rodando otra película. Calanda, como se sabe, es el pueblo donde nació Buñuel; ahí Donoso, en una de sus idas y venidas, durante un viernes santo de fiesta, vio cómo Leonardo, Alicia, Conchita y Luis Buñuel, en un salón de la casa familiar, ''comenzaron a improvisar un extraño juego de muerte que bien podría haber sido una escena de película del realizador.

Aquella reunión familiar era desde luego el casting del siglo: una escena de película de Luis Buñuel, en la que los cuatro actores se apellidan Buñuel. Donoso hizo su anotación personal de aquel juego: ''Pero en la desacralización de todo en los Buñuel en general, y de Luis en particular, en su eterno cuestionamiento de las formas ųartísticas y vitales: al fin y al cabo esto fue lo que hizoų existía un deseo racional de llegar al fondo, a la verdad de las cosas. La risa ųmuchas veces amarga o negra, es verdad, y muchas veces destructiva, pero invariablemente de certera punteríaų, el más racional de los instrumentos mortíferos, fue su arma".

Conchita, la segunda actriz del casting perfecto, ayudaba a su hermano Luis en la producción de algunas de sus cintas. Donoso cuenta en este texto delicioso y breve, el ideal de la vida de Conchita: ''Irse a vivir en el Pirineo con un oso".

Como final, una línea para recordar y aplicar a mansalva, de la historia que leen en voz alta, todos los días del libro, los barceloneses: ''Porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma".

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