n Encuentro Nacional de Reflexión sobre Teatro


La crítica teatral requiere de una revitalización: Olga Harmony

Carlos Paul n Los jóvenes comprometidos con el quehacer teatral tienen que generar sus propios críticos, y éstos no deben ser cómplices de la mediocridad con el afán de no desalentar el trabajo artístico. Las nuevas generaciones tienen un desdén y una profunda indiferencia hacia lo que se hizo antes. Y los que intentan ahora incorporar al teatro los adelantos del siglo XXI deberían saber que sus bisabuelos hicieron lo mismo con el cine, la radio y la mecánica teatral, sólo para llegar a la conclusión de que la esencia del teatro no está en su dimensión formal, sino en la interior.

Tales aseveraciones destacaron este viernes, en lo que fue el primer día del tercer Encuentro Nacional de Reflexión sobre el Teatro, organizado por El Foro/Teatro Contemporáneo, dirigido por Ludwik Margules.

En la tercera versión se invitó a críticos e investigadores, dramaturgos, actores, escenógrafos, diseñadores y productores, así como a directores de escena, para que reflexionaran sobre el teatro mexicano frente a la cultura de fin de siglo.

La primera mesa de trabajo reunió a Olga Harmony, Ximena Escalante, Francisco Beverido Duhalt, Luz Emilia Aguilar Zínser, Fernando de Ita, José Ramón Alcántara y a Giovanna Recchia.

La crítica teatral debe revitalizarse, consideró Harmony, pues "por mucho que el crítico adulto mayor desee ver todo con limpidez juvenil, existen los matices generacionales que, de hecho, se pueden escapar con frecuencia. Sería espléndido que se pudieran cruzar opiniones acerca de un mismo hecho teatral, entre quienes hemos visto mucho teatro y por mucho tiempo, y los que no lo han hecho tanto, pero que tienen el oído y los ojos prestos para aprehender esos matices, esos tonos que marcan mucho el teatro actual. Estos nuevos críticos han de salir de las escuelas de teatro o ser, como somos muchos, autodidactas apasionados".

Luz Emilia Aguilar señaló en su intervención que mucho de lo ocurrido en la sociedad mexicana "se manifiesta en el teatro, más en el plano de la condiciones en que se lleva a cabo esta actividad que en los discursos teatrales mismos", por lo que parece "precipitado hacer juicios sobre lo que debería ser el teatro hoy, antes de poder decir lo que es, lo que ha sido para la gente, la mayoría de la gente".

Respecto a la labor del observador profesional de teatro, puntualizo que "más que llevar espectadores a las salas, es investigar la congruencia de las puestas, con los parámetros que ellas mismas establecen. Abrir un diálogo público con los creadores y buscar incansablemente las relaciones del teatro con la cultura, la política y la sociedad, pues el peor enemigo de la dramaturgia no es un mal crítico, sino el mal teatro. El crítico de hoy no puede ser cómplice de la mediocridad con el afán de desalentar" a los teatristas, en los que "noto no una ruptura con las generaciones anteriores, sino un desdén, una profunda indiferencia hacía lo que se hizo antes". En ese sentido, "me parece urgente cuestionar, Ƒpara qué hacen teatro?".

Por su parte, Ximena Escalante, luego de "defender y elogiar el trabajo del dramaturgista", propuso incluir en las escuelas de teatro esta especialidad, tal y como lo define Gotthold Ephraim Lessing (Alemania,1729-1781), creador del teatro nacional en Hamburgo, pues según la ponente "es indispensable para que el conjunto de creadores teatrales esté completo".

Luego de un largo y riguroso análisis semiótico del quehacer teatral, hecho por el investigador José Ramón Alcántara, Francisco Beverido Duhalt, director y creador del Centro de Investigación Teatral La Candileja, en Jalapa, Veracruz, habló sobre la necesidad de comunicarse con un público que está siendo formado por otras opciones, otras estéticas y otras visiones del mundo.

Por su parte, Fernando de Ita presentó "un breve, y por lo mismo arbitrario panorama del teatro moderno en México", para "demostrar que de los cuarenta a los ochenta el teatro mexicano tiene, en el terreno de la creación dramática, una continuidad, una identidad, un propósito común, una tradición de 50 años".

De Ita hizo un repaso de fechas, de los espacios teatrales que surgieron,de la influencia de los grupos de dramaturgos y directores, y de las pugnas de poder de un pasado reciente, así como de los problemas de presupuesto a los que se enfrentaron.

Todo ello, para destacar, entre otras situaciones, que "la crisis del teatro es la del país", y que "los jóvenes que intentan ahora incorporar al teatro los adelantos del siglo XXI deberían saber que sus bisabuelos hicieron los mismo con el cine, la radio y la mecánica teatral, sólo para llegar a la conclusión de que la esencia del teatro no está en su dimensión formal, sino en la interior".

Según De Ita, "el reto del teatro para el siglo XXI más que apropiarse de las formas de comunicación del tercer milenio, está en ahondar su entendimiento en la condición humana".

Para cerrar, Giovana Recchia, especialista en arquitectura y escenografía teatral, destacó en su intervención que se debe redefinir el concepto de escenografía, pues "en la actualidad hablamos de aspectos visuales de una puesta en escena, en la que se incluyen el vestuario, la iluminación, el maquillaje, el sonido y los efectos especiales. Elementos interactuantes que sin embargo se les sigue considerando aisladamente del concepto total de la puesta". Asimismo, habría que reflexionar, apuntó Recchia, sobre los límites de competencia entre diferentes disciplinas, con lenguajes específicos, como son la arquitectura y la escenografía, pues "la actual arquitectura de la escena subvierte, desconstruye y reinventa el espacio mismo de la representación para hacer de él un 'lugar' nuevo''.