OTAN: CONMEMORACION Y DESENCUENTROS
Aunque a simple vista parecería que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) -que acaba de cumplir 50 años- se encuentra en un momento de especial cohesión y fortaleza, lo cierto es que la ofensiva militar emprendida por ese organismo contra Yugoslavia ha suscitado diferencias y desencuentros importantes, tanto entre algunos de los gobiernos de sus países miembros, como al interior de diversos gabinetes nacionales, especialmente los europeos.
Para ilustrar esta situación bastan algunos ejemplos. Luego del bombardeo aliado de la sede de la televisión serbia -acción fuertemente criticada alrededor del mundo-, el ministro de Exteriores de Italia, Lamberto Dini, manifestó en Washington su desaprobación por el ataque. Mientras tanto, en Roma numerosas manifestaciones populares en favor de la suspensión de los ataques de la OTAN y la presión de importantes sindicatos, como el metalúrgico, han colocado al gobierno italiano en una disyuntiva difícil, pues mantener su apoyo a los bombardeos contra Yugoslavia podría erosionar al bloque gobernante.
Por otro lado, en Alemania se registra una fuerte oposición a la guerra, no sólo entre las organizaciones sindicales sino también en la propia coalición en el gobierno: tanto en las filas de los Verdes como en la de los socialdemócratas crece el descontento frente a la política seguida por Alemania para afrontar la crisis de Kosovo.
En Francia, las cosas no van mejor: el ministro del Interior, Jean Pierre Chevenement, se opone a la guerra -que considera un golpe a la unidad europea-, y su segundo, Didier Motchane, señaló que el ala que aquél dirige saldrá del gobierno en caso de que la OTAN emprenda una ofensiva terrestre en Yugoslavia.
Por otra parte, aunque en las conmemoraciones de los 50 años de la OTAN y durante al acto de firma del "nuevo concepto estratégico" de la alianza atlántica casi no se habló -al menos públicamente- de la intervención terrestre en Kosovo, es de suponer que éste será un tema que suscitará fuertes divergencias entre las naciones aliadas. Si se tienen en cuenta las palabras del propio presidente Clinton, quien señaló que los serbios cuentan con 400 mil soldados y 300 tanques en Kosovo y sus alrededores, es evidente que una incursión terrestre demandaría un esfuerzo militar enorme y produciría terribles pérdidas humanas y materiales para ambos bandos, sin contar las nuevas penurias que traería a la ya muy lastimada población civil de esa región de los Balcanes. Si la OTAN tiene que decidirse por la invasión de Yugoslavia como la única manera de doblar a Milosevic, es de suponer que esa determinación no se tomará de forma tersa, y podría suscitar el rechazo, abierto o soterrado, de diversos gobiernos europeos integrantes de ese organismo.
Así, con el fuerte crecimiento entre la población europea de los sentimientos antiOTAN y antiestadunidenses y con la resistencia de los yugoslavos, es probable que la lucha sorda entre los miembros de la alianza no tarde en manifestarse de modo más abierto, circunstancia que tendría importantes consecuencias no sólo para el conflicto de Kosovo sino para las relaciones internacionales y los equilibrios de poder a escala global.