La Jornada lunes 26 de abril de 1999

MAS ALLA DE LA UNAM

A casi una semana de iniciada la huelga estudiantil en la Universidad Nacional Autónoma de México, el conflicto se ha ahondado y extendido a diversos ámbitos de la sociedad. Ha llegado incluso fuera de la capital. Asimismo, se ha enrarecido el ambiente político con acusaciones improcedentes, tanto de autoridades gubernamentales como de medios informativos, en el sentido de que se trata de un movimiento manipulado por sectores externos a la UNAM. Estas acusaciones, de corte policial y vocación persecutoria, distorsionan el escenario del conflicto y sus causas profundas.

De hecho, la disputa por un reglamento de cuotas no es sino la expresión de temas que parecen ausentes en el debate del momento: el deber del Estado de financiar sin mezquindades a una institución en la que se realizan dos terceras partes de la tarea de investigación en el país, y de la que egresa una porción significativa e indispensable de profesionistas; la imposibilidad de crear, en el solo ámbito de la UNAM, una educación de excelencia si no se revisa y reorganiza a fondo, adicionalmente, el sistema educativo en su conjunto, desde la primaria hasta el posgrado; el irritante entorno económico, en el cual el Estado exige sacrificios adicionales al conjunto de la población --y las colegiaturas aprobadas por el Consejo Universitario son, a fin de cuentas, uno de esos sacrificios-- y, por otra parte, empeña recursos multimillonarios para salvar de la quiebra a un puñado de banqueros y a sus socios.

Resulta claro, pues, que en la circunstancia crítica actual de nuestra máxima casa de estudios gravitan asuntos nacionales que trascienden a la propia UNAM y a su comunidad, y que los universitarios debieran ser capaces de abordar, debatir y enfrentar.

Por ello, es urgente que se resuelva mediante el diálogo el diferendo por las cuotas, y que los protagonistas del conflicto den muestras de flexibilidad y capacidad de rectificación, con el fin de alcanzar un acuerdo que ponga fin a la huelga.

De esta manera, la comunidad de la máxima casa de estudios podría colocarse en situación de incidir en los asuntos realmente torales: la necesidad imperiosa de dignificar al sistema educativo nacional en su conjunto --lo cual requiere de una voluntad presupuestal del gobierno-- y el pleno reconocimiento de la UNAM, por parte de las autoridades, como una institución estratégica para el país y de evidente interés público, a la que no debe regateársele el financiamiento.